No me extrañaría que el genio de Darwin hubiera advertido, hace casi 200 años, que los bebés debido a sus características físicas despiertan ternura en los adultos. Muchos estudios recientes y pasados confirman el hecho de que los adultos reaccionamos con una emoción positiva de ternura, mimos y atracción ante rasgos como la cabeza, la frente y los ojos grandes, las mejillas regordetas, los hoyuelos, la cara redonda, la nariz y la boca pequeña relativamente. Los mamíferos sentimos algo parecido ante esos rasgos que poseen los animales cuando son bebés.
El etólogo alemán Konrad Lorenz utilizó en 1943 el término kindchenschema (esquema infantil) para referirse al conjunto de rasgos que nos hacen suspirar de ternura ante los bebés, no solo de los humanos, sino también de los conejos, perros, gatos, terneros, y ante casi todos los animales bebés.
Esto se debe a que formamos parte de una cadena de seres que, partiendo de los mismos compuestos, ha evolucionado a lo largo de la historia de la vida en nuestro planeta y ha desarrollado cerebros con el mismo tipo de neuronas; por eso, los humanos y los demás animales no distamos de sentir lo mismo.
Un estudio reciente hecho por Hiroshi Nittono y sus colegas en la Universidad de Hiroshima trataba de averiguar si incluso los juguetes con rasgos similares a los de bebés podían afectar el comportamiento de las personas de manera sustancial y medible. En Japón, las imágenes tiernas y lindas son muy populares: los Pokémon, las Hello Kitty, los dibujos Manga de los libros de cómics. En Japón, el adjetivo para referirse a esos productos es kawaii, que quiere decir lindo, o, como dicen los gringos, cute. La conclusión del estudio fue que esos objetos no solo nos hacen felices, sino que además nos ayudan a ejecutar las tareas difíciles que exigen concentración. Los autores del estudio se atreven a decir que es recomendable rodearnos de objetos lindos y tiernos cuando tenemos que actuar cuidadosamente, como cuando conducimos o en los trabajos de la oficina. Los datos de este estudio están en The Power of Cute.
Sé de personas que llevan juguetes y cobijitas a sus viajes, como una especie de amuletos, para combatir el miedo a la incertidumbre.
Recordando a Stephen Jay Gould (gran escritor, no tan gran pensador), cabe mencionar su estudio sobre Mickey Mouse y su transformación en el tiempo, al sufrir un proceso tipo Benjamin Button, volviéndose cada día más joven, hasta llegar a parecer infantil: la cabeza le fue creciendo respecto al cuerpo, los ojos se le fueron agrandando y redondeando, la frente se le volvió más abultada y redondeada y las extremidades se le volvieron cada vez más cortas y gruesas. Todo esto hecho a la medida de las respuestas positivas de los espectadores. Después, Nancy Etcoff, psicóloga de la Universidad de Boston, dijo que los dibujantes se aprovechaban de nuestros sesgos paternales y maternales para aumentar el atractivo no solo de Mickey Mouse, sino también el de Bambi y otros personajes.
Lo que sorprende es saber que lo lindo, lo mimoso, lo cute va más allá de las formas físicas, y cobija también rasgos de la personalidad tales como la alegría, la risa fácil, la fragilidad, la vulnerabilidad, la curiosidad, la inocencia. Parecer que necesitar ayuda invita al “otro” a responder con mayor delicadeza y afecto.
Ana Cristina Vélez
Estudié diseño industrial y realicé una maestría en Historia del Arte. Investigo y escribo sobre arte y diseño. El arte plástico me apasiona, algunos temas de la ciencia me cautivan. Soy aficionada a las revistas científicas y a los libros sobre sicología evolucionista.