Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Los bolsos con obras de arte impresas

El crítico de arte Jonathan Jones se queja de que la gente no va a los museos de arte, que cada vez están más solos, que a la gente no le interesan las bellas artes, y que por eso, él celebra con regocijo la última idea del artista gringo y millonario, Jeff Koons.

A Koons se le ocurrió imprimir sobre los costosos y elitistas bolsos de Louis Vuitton fragmentos de cuadros famosos de la Historia del Arte, y además, sobreponer el nombre del artista en letras metálicas, bañadas en oro (la Mona Lisa de Da Vinci, Los campos de trigo y Los cipreses, de Van Gogh, y obras de Rubens, de Tiziano y de Fragonard). Así lo dice Jones, alebrestadamente, en su artículo para el periódico the Guardian:

“Ahora Koons está compartiendo el arte que más ama. El poder de Rubens, la sensualidad de Tiziano y los pasteles pintorescos de Fragonard claramente lo fascinan, y quiere que otras personas vean lo que él ve. Esto no es simplemente una línea de carteras de lujo. Es la meditación de un artista sobre los maestros, en forma de bolsos de mano. Picasso copió y reelaboró grandes pinturas en sus últimos años. Koons está ofreciendo un tipo diferente de lección de arte, y es una alegría. Quiero ver los nombres FRAGONARD y RUBENS brillando en Oxford Street, en la Quinta Avenida, ver obras maestras saliendo del museo a las vidas modernas”.

La exaltación de Jones hace cavilar. Se pregunta uno si tiene razón al afirmar que este es un intento serio de seducir a los jóvenes, de ponerles el arte clásico en un lenguaje que pueda ser entendido por ellos, suficientemente atractivo. Jones dice que “no puede pensar en una manera más simple de poner el gran arte a la vanguardia de las mentes modernas”. Además, agrega, los precios de las carteras se encuentran alrededor de los 4 000 dólares. Para Jones este es un homenaje sincero al gran arte. Confía en el amor erudito de Koons por la pintura al óleo.

La idea no es grandiosa y ni siquiera creativa. Cientos de veces los comerciantes han puesto sobre camisetas, vestidos, zapatos y bolsos, y por supuesto afiches, obras de arte de la Historia del Arte. El acto en sí es uno más entre los muchos del mismo estilo que ya se han hecho. Un fragmento de una obra no es la obra. Al utilizar solo un pedazo, no solo no se está educando al espectador, sino deseducándolo; además, sobre una cartera, la obra queda descontextualizada, y ; el contexto de la obra es parte de la misma. La obra necesita el museo para ser apreciada como se espera. Al sacarla de allí y ponerla sobre un objeto de consumo banal, como es un bolso, se le está quitando misterio, elegancia y valor; y está bien, si eso es lo que se busca, pero dizque no, según Koons o Jones. Tampoco este es un caso del tipo variación a una obra maestra, como la versión de Picasso de Las meninas de Velázquez. La nueva obra de Koons es más de lo mismo, sin ninguna variación, y con un claro objetivo: el de crear una línea nueva de bolsos, posiblemente más costosa y elitista, creando una clara diferencia entre la colección anterior y la última. “Si ya tenías una Louis Vuitton no es suficiente, necesitas adquirir la nueva, la de la obra de arte impresa”, parecen decir.

¿Es esta una manera de llegar a los jóvenes? No da esa impresión. Los jóvenes no son los usuales compradores de bolsos de 4 000 dólares, solo los adultos que ya han hecho un capital lo son, y no porque se den cuenta o aprendan con ello a apreciar obras de arte, no, sino porque saben que tener carteras de Vuitton da estatus.

La gente usa objetos que dan estatus para señalar su puesto en la sociedad. Los seres humanos somos animales sociales y jerárquicos, este es un rasgo odioso de nuestra especie, entre muchos otros. La educación y la razón son los métodos para vencer, para ir en contra de los rasgos o adaptaciones evolutivas más desagradables que portamos (el machismo no se educa, es natural, pero si se puede educar la razón y el comportamiento para que los machos de la manada inhiban su dominio o su deseo de dominio sobre las hembras). Así que las marcas y la moda existen para excluir, no para incluir. Lo que se busca al portar una cartera costosa, un reloj sofisticado o una joya es aumentar el estatus, hacer una diferencia social y mostrar con ello poderío económico; algo en sí mismo de muy mal gusto. Nadie quiere ser discriminado hacia abajo, así que lo justo, aplicando la regla de oro, es no hacer a otros lo que no deseo que me hagan a mí; por tanto, no es deseable usar objetos que aumenten la diferencia del desequilibrio económico entre los integrantes desintegrados de una sociedad. Todos deseamos un mundo más equitativo, más igualitario, con menos ricos y menos pobres, un mundo más justo. No importa que en la naturaleza humana esté fijado el hambre por el estatus, el deseo agudo de estar arriba en la jerarquía social para dominar, y que un gran número de personas esté por debajo de uno. Si las mismas carteras se vendieran en la calle, en la misma quinta avenida de Nueva York, pero por la módica suma de 20 dólares, y aún si no fueran copias made in China, sino originales, pasarían de ser obras de arte de Jeff Koons a ser objetos kitsch.

Llevar el arte a la calle, un propósito que tiene más de un siglo, no se ha logrado. La razón es que el arte no puede ser cotidiano, no puede ser común, pues dejaría de ser especial, y ser especial es una condición de la obra de arte. Esas estrategias de popularizar el arte solo logran disminuirle importancia, porque ante la superabundancia respondemos desafortunadamente con un sentimiento: el desprecio.

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