Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Lo bueno de las malas emociones

¿Qué cuáles son tus planes esta noche, que ir con unos amigos a dónde?

Todos sabemos lo importante que es la biodiversidad para el futuro de las especies. También la diversidad es importante en las emociones, pues estas evolucionaron para ayudarnos a lidiar con muchos asuntos de la vida, en el nicho social y en el espacial. Las emociones son el resultado mental, en la consciencia, de un proceso interno que depende de la información recibida, externa, y la forma como la procesa el cerebro, comandado por la personalidad, la memoria, y el estado químico. Las emociones pueden ser entendidas como herramientas mentales, útiles para responder a la realidad; por tanto, se necesitan de muchos tipos, para cubrir las distintas situaciones que se presentan en la vida.

Sentimos felicidad, curiosidad, entusiasmo, simpatía, atracción, desánimo, rabia, odio, repulsión, asco, miedo, pánico, tristeza, melancolía, orgullo, desprecio, complejo, afecto, ternura, angustia, ansiedad, apatía, aburrimiento, confianza, éxtasis, vergüenza, valentía, desesperación, envidia, euforia, frustración, gratitud, congoja, esperanza, histeria, celos, soledad, remordimiento, resentimiento, preocupación, maravilla, deslumbramiento, humillación. Con este arsenal, y quedan faltando más por mencionar, respondemos a las experiencias, tomamos decisiones, nos protegemos y mejoramos nuestra eficacia biológica.

No hay emociones buenas y malas, pues las necesitamos todas para responder a las distintas situaciones. En un cuento infantil, Juan sin miedo, el muchacho no podía sentir miedo, era en extremo valiente. Y en el cuento funcionaba, pero no ocurriría así en la realidad, pues las personas que no sienten miedo, los muy valientes, mueren jóvenes y no dejan descendencia; así como las personas que no sienten dolor, pues se hacen mucho daño, sin querer,  y es común que cometan errores inadvertidos y mueran prematuramente. Sin miedo y sin dolor quedamos desprotegidos, pero con miedo excesivo, perdemos magníficas oportunidades que necesitan cierta dosis de valentía. Estar alegres, felices, es muy placentero, pero nos puede llevar a ser imprudentes, a ser irresponsables o a ser poco compasivos. La tristeza es útil para aprender de los errores, es útil para entender las penas propias y las ajenas, es útil para observar el mundo desde la perspectiva de los más desafortunados.

Si existiera una píldora para dejar de tener emociones negativas, la vida perdería todo su encanto, riqueza y profundidad. Nos gustan las historias, y las vidas nos parecen interesantes, cuando ocurre de todo en ellas. Es precisamente el contraste el que nos permite entender, sentir y ver lo positivo y lo negativo de las situaciones. El placer de comer se duplica cuando hemos ayunado, la dicha de ir a la cama es mayor si estamos físicamente cansados. No existe un momento mejor que ese en el cual cesa el dolor de cabeza.

Tiene sentido evitar el dolor y tomar píldoras para ello, pero no extrapolar este comportamiento a todos los campos de la vida. Evitar todas las sensaciones desagradables hace que las buenas se disminuyan en intensidad. Las emociones negativas son útiles para entender, para reflexionar, para aprender de las experiencias, son herramientas de protección. La urgencia de evitarlas a todo costo solo hace que aumente el miedo de sentir, de enfrentar la vida y por tanto de vivir una vida plena. No, lo que tenemos que entender es que la vida viene con todo, incluye la rabia y la gratitud, la angustia y la exaltación.

No hay que buscar “entrenadores” para que nos enseñen a ser más felices. Lo que hay que hacer es reconocer la utilidad de las distintas emociones, buscarles el sentido, aprovecharlas, y sobreponernos a ellas cuando persisten y han dejado de cumplir su función.

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