Obra de Luis Camnitzer

A muchos nos tocó aprender a leer memorizando cada letra para luego juntarla con las otras y formar las palabras; luego, veíamos las palabras en el contexto de una frase. La más recordada es: Mi mamá me ama. Para los sicólogos del aprendizaje, esta forma se llama lectura fonética; una lectura en la que se relacionan los sonidos con las letras. Se ha usado desde tiempo lejanos, y se popularizó en el siglo 19.

En 1967, el investigador Ken Goodman aseguró que había encontrado el mejor método para enseñar a leer; lo llamó método de las tres claves. Ya en 1960, en Nueva Zelanda, la sicóloga Marie Clay había expuesto una teoría similar. Su enfoque para la enseñanza utilizaba el método de lectura de palabras completas. Estos dos métodos consideraban que era mejor utilizar la memoria visual que el reconocimiento fonético. En los libros para la enseñanza, las palabras estaban ilustradas con sus correspondientes imágenes, y el niño tenía que memorizar las palabras completas por asociación.

A Ken Goodman, padre del método de las tres claves, le parecía equivocada la idea de que la lectura fuera un proceso que implicara la percepción exacta o detallada de letras o palabras. Pensaba que las personas cuando intentaban leer utilizaban tres claves para hacer predicciones sobre la palabra que leían.

  1. Usaban pistas gráficas (¿qué te dicen las letras sobre cuál podría ser la palabra?).
  2. Usaban claves sintácticas (¿qué tipo de palabra podría ser, por ejemplo, un sustantivo o un verbo?).
  3. Usaban señales semánticas (¿qué palabra tendría sentido en el lugar, según el contexto?).

Goodman argumentaba que para leer no se necesitaba precisión, sino capacidad de hacer buenas conjeturas cuya precisión aumentaba con la experiencia y el desarrollo conceptual, de modo que las gráficas o dibujos se volvían menos importantes con la experiencia, hasta cuando se podrían suprimir.

Hoy las investigaciones dicen que Goodman estaba muy equivocado. En 1970, Keith Stanovich, Doctor en Psicología, y su esposa, Maestra en Educación Especial, quisieron probar las teorías de Goodman bajo los métodos de la ciencia experimental. Se dieron cuenta de que los buenos lectores reconocían las palabras instantáneamente, sin depender de ningún contexto; además, uno de sus hallazgos más consistentes y mejor replicados, en todas las investigaciones posteriores sobre aprender a leer, muestra que el sello distintivo de un lector experto es la capacidad de leer palabras de forma aislada, con rapidez y precisión. Los estudios han revelado que los lectores expertos no escanean las palabras ni utilizan dibujos para identificar las palabras, sino que las reconocen rápidamente siguiendo la secuencia de sus letras. Un buen lector detecta en el acto la diferencia entre “casa” y “cara” sin necesitar una frase de contexto.

Los experimentos revelaron que el método de las tres claves y el de lectura de palabras completas, o sea, el de utilizar el contexto para predecir las palabras, eran realmente nefastos, pues, de un futuro buen lector, hacían un mal lector. Que estos dos métodos llevan a cometer muchos errores fue lo que se demostró bajo experimentación científica. Los buenos lectores procesan las palabras a mayor velocidad que las imágenes y reconocen decenas de miles de palabras de un vistazo.

Dicen los expertos que hacemos esto a través de un proceso llamado “mapeo ortográfico”, en el cual le prestamos atención a la secuencia de letras de una palabra escrita, y la vinculamos con la pronunciación y con el significado; además, cuantas más palabras tengamos almacenadas en la memoria, mayor concentración ponemos en el significado de lo que leemos. Así que la experiencia hace que necesitemos cada vez menos capacidad cerebral para identificar las palabras y que pongamos más capacidad mental en la comprensión del texto.

Dos curiosidades sobre el tema de leer y el alfabeto

  1. El inventor del alfabeto era analfabeto. 
  2. Juan Villoro, en una de sus conferencias magistrales, Los retos de la realidad virtual, dice que la lectura siempre se hizo en voz alta, y que en Las confesiones de San Agustín hay un pasaje en el que el santo cuenta que llega a la celda de san Ambrosio y se sorprende al ver que un hombre tan erudito y sabio estuviera leyendo sin mover los labios. Esto era rarísimo, pues nadie leía en silencio, la lectura era siempre oral. Villoro asegura que este es uno de los testimonios más remotos que tenemos de alguien que leía en silencio. A partir de los siglos 12 y 13 empiezan a crearse los objetos que hoy conocemos como libros y se inventa la página. La palabra página debe su etimología a la palabra viñedo. Nos cuesta trabajo pensar que la página fue algo moderno, dice Villoro.

Los temas aquí mencionados se encuentran en el artículo Sin palabras. Cómo una idea falsa está haciendo que millones de niños sean malos lectores.

https://www.apmreports.org/episode/2019/08/22/whats-wrong-how-schools-teach-reading


 

Avatar de Ana Cristina Vélez

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