Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Cirugía estética y narcoestética

El periódico inglés The Guardian desató una polémica en Colombia debido a un reportaje fotográfico en el que muestra la existencia de una moda estética que ellos razonablemente llaman narcoestética.

¿Por qué más chicas que chicos desean cambiar su apariencia? Es difícil creer que las fuerzas biológicas nos dominen de la manera como lo hacen. Los impulsos están allí, en los genes, y la conciencia busca explicaciones que justifiquen los comportamientos. El hecho es que en la especie humana, el macho busca en las hembras belleza y juventud. La hembra busca buena herencia genética y sustento económico. Desde la perspectiva biológica, la hembra puede dejar un número muy reducido de descendientes, comparado con el número que puede dejar el macho, así que debe escoger muy bien con quién procreará. Al macho le basta que la hembra sea atractiva y esté disponible. Qué injusto es el mundo biológico, espanta a la razón, pero, querámoslo o no, determina en buena medida nuestros deseos y comportamientos.

Cuando una joven se opera está buscando aumentar su atractivo sexual. La joven está convencida de que las operaciones la llevarán a ello. Puede argüir que se trata de la autoestima, que se trata de una mejora en su estatus, pero en el fondo, si la consecuencia de la operación no llevara a un aumento de su atractivo sexual ella no se la haría.

Sin importar la cultura a la cual se pertenezca, el macho de la especie humana detecta y percibe como bellos unos atributos ya muy conocidos por las hembras de la misma especie. Estos atributos son simplemente los claros signos de juventud y fecundidad: piel tersa, limpia, suave y sin arrugas; ojos grandes, boca carnosa, pues ésta se adelgaza con los años y pierde color;  cejas levemente arqueadas y delicadas, barbilla pequeña y frente despejada; cabello largo y brillante, pues indirectamente es indicador de buena nutrición y resistencia a los parásitos; cara simétrica, cuyos rasgos estén dentro del promedio de la población; cuerpo saludable, sin infecciones ni enfermedades visibles, modelados por las hormonas adecuadas; cintura estrecha, que demuestra que no se está en embarazo ni en la menopausia; cadera amplia, que augure un parto fácil, así como senos grandes, para una buena lactancia.[1] Las mujeres que los hombres consideran más atractivas, sean gorditas o flacas, altas o bajas, poseen algo en común: al dividir la medida de la cintura por la medida de la cadera, se encuentra una cifra que debe oscilar entre 0,69 y 0,72. Esta relación augura, según los investigadores, fertilidad en la mujer. Los hombres de cualquier cultura responden con interés a esta relación, comúnmente llamada figura de guitarra. En últimas, los machos encuentran belleza en la muestra visible de una presencia alta de estrógenos y baja de testosterona.

Pero existe otro factor, que incluso lleva a estas jóvenes a conseguir una cierta deformidad en el cuerpo: la exageración en el tamaño de los senos y de la cadera, porque es “estimulante”. Douglas Jones, autor del estudio sobre estos estímulos que él llama estímulos supranormales, afirma que así ocurren al exagerar la geometría y las proporciones de los rasgos femeninos y de juventud.[2] Cuando la naturaleza masculina se ve tentada por la mejor combinación entre máxima juventud y madurez sexual, se llega a este tipo de mujeres con cabeza, rostro y cuerpo de adolescentes, pero con senos y caderas de mujeres adultas.

Este aspecto humano recuerda el experimento realizado por el famoso etólogo Nikolaas Tinbergen con los picos de las gaviotas. Los polluelos de gaviota reaccionan ante el pico de su madre picoteándolo y produciendo en ella el reflejo de regurgitar para alimentarlos. Pues bien, si el pico se reemplaza por una varilla un poco más larga y con dos puntos rojos en vez de uno (las madres tienen solo uno), los polluelos reaccionan ante este redoblando su deseo de picotear (los biólogos llaman a este tipo de evolución de la percepción, preferencia de “pico transicional”).

Sin tocar el tema de los riesgos que se corren en toda cirugía, pensando solo en el beneficio que se puede obtener en cuanto aumento en el atractivo sexual, la cirugía paga, nos guste o no. Esa respuesta animal del macho, aunque absurda y de mal gusto, es inevitable para un gran número de ellos. Y las mujeres con menos cultura, aquellas que no tienen mucho más que ofrecer que su belleza, se pueden beneficiar de esa debilidad masculina, y no es tonto hacerlo. En la narcoestética, senos y caderas se salen de los promedios de las medidas mundiales. De similar tamaño son las nalgas de las mujeres de la tribu khoikhoi, más conocidos como hotentotes, y respecto a los senos en la cultura narco, estos son en tamaño comparables a los que exhiben las actrices del cine porno, bastante más grande que el promedio.

Fotografía de una hotentote:

En edad reproductiva, una pequeña ventaja física puede traducirse en una gran ventaja en otros sentidos, pues la hembra más atractiva podrá darse el lujo de escoger un buen macho; claro, en los términos en los que ella entienda “bueno” (y lo que es más serio, hasta un mejor trabajo). El problema de la competencia por exhibir senos y caderas apoteósicas es que como dependen de un procedimiento quirúrgico y no de la madre naturaleza, la posibilidad de hacerlo se vuelve accesible a todas, frecuente, y al ser común, la competencia vuelve al punto cero. Si todo el mundo tiene la misma característica que tú, esta deja de ser útil como diferencia, y la atención se deriva hacia otras cualidades.

La cirugía en las mujeres adultas denota el claro propósito de devolver la juventud. Pero es que de nada sirve la juventud sin belleza ni la belleza sin juventud, como decía François de La Rochefoucauld. Todos, hombres y mujeres, quisiéramos vernos atractivos, y atractivos quiere decir biológicamente jóvenes, y hacemos lo que está en nuestras manos, o en las del cirujano, para lograrlo. La gente hace ejercicio, yoga, meditación, crucigramas, lee, aprende un idioma y se hace cirugías con el mismo propósito de caer menos estrepitosamente en la vejez.

No hay superioridad moral o intelectual en no querer vernos más bellos, pero sí  escepticismo.  Algunos pensamos que aún los procedimientos son imperfectos y que al final se pierde más que lo que se gana; también pensamos que los años se reflejan en todas partes y no solo en la superficie y que cambiar esta sería inútil. Pero lo patético no es la lucha sino la derrota. Una derrota en la que no solo hemos perdido la belleza, la juventud, sino también la identidad, pues las cirugías pueden dejarnos irreconocibles. Pero yendo al deseo común, si con una varita mágica, la belleza pudiera ser nuestra, todos la aceptaríamos muy agradecidos.

Dice en la revista Semana: “Según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética (Isap), Colombia es el quinto país donde más procedimientos estéticos se realizan. Esto lo demuestra la cifra anual de este tipo de intervenciones que, en el país, asciende a 420.955. De este número, entre el 30 y el 40% de los implantes de seno se hacen en niñas y jóvenes menores de 18 años”.  El fenómeno es interesante porque es complejo. No solo tiene que crearse la necesidad en las jóvenes (quizás la oferta- demanda entre muchachos y muchachas es desventajosa para estas últimas), tiene que haber una cierta profusión de médicos que practiquen los procedimientos a un bajo costo relativo, y tiene que haber moneda corriente en manos de quienes están dispuestos a pagar.  Así que este no es solo un asunto de moda, es un asunto que involucra tres grupos de personas que deben funcionar al unísono. Ese trío genera un fenómeno social.

Link tiempo:

http://www.eltiempo.com/colombia/medellin/cirugias-plasticas-y-herencia-del-narcotrafico-en-medellin/15649380

[1] T. Burnham y J. Phelan, Mean Genes. From Sex to Money to food taming our Primal Instincts, Op. cit. p. 25.

 


[[2] Citado en: B. Lemley, “¿No es adorable?”, Discover, Op. cit, p.29

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