Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

La canción pegajosa

Cuando menos piensas suena esa estúpida canción dentro de tu cabeza. No sabías si quiera que la supieras, pero oyes el estribillo y no puedes librarte de él. Ese gusano se entromete entre todos los pensamientos y no te deja solo, te enloquece y a veces dura días. Es de carácter tan resistente que basta que alguien dé el título de la canción para que reverbere de nuevo dentro de ti. Pocos pensamientos son tan litigantes como esos pedazos de canción que se pegan.

No tenemos ningún control, no vale decir ¡no más, basta! Ay, por qué no se le pegarán a uno algunos párrafos de Shakesperare, poemas completos, pero no. Dos características dominan en estos gusanos musicales de la memoria: simpleza y repetición, comunes en la música compuesta para jóvenes, repetitiva y simple, algo así como la porquería de El serrucho o la pendejada del Gangnam style, aunque el video es al menos gracioso y aparece en él Noam Chomsky.

La memoria se fija con la repetición, y la música necesita de esta para crear patrones identificables y “sonar” como alguna cosa reconocible y repetible; así que su misma naturaleza puede ser causa del fenómeno que sufrimos, el de no poder olvidar ciertos estribillos. Este es un asunto relacionado con la memoria a largo plazo, pues la persistencia del fenómeno puede durar días y hasta semanas. También existe de otra forma: todos hemos experimentado la voz del extranjero que se queda en nuestra mente, esa manera particular de hablar de un francés, un alemán, un gringo tratando de comunicarse en nuestro idioma.

No ocurre con las imágenes visuales: después de percibirlas comienzan a parpadear en nuestra mente.  Una excepción es el del enamoramiento a primera vista, las imágenes del amado se hacen evidentes precisamente cuando nos damos cuenta de que no podemos olvidarlo. Pero no es una imagen propiamente, es la esencia de lo que es el otro, un manojo complejo de recuerdos o algo parecido, lo que vuelve repetidamente a la mente.

Para olvidar, para despegar la canción de nuestra mente, algunas personas sugieren poner la canción completa y cantarla hasta el final; no es fácil arriesgarse. Otros proponen oír canciones similares del mismo artista, con el propósito de sustituir un patrón musical por otro; habrá que ensayarlo. Ocupar la mente en una actividad complicada puede ayudar, pues para hacer ciertas tareas, una multiplicación por ejemplo, o resolver un acertijo, no podemos hacerlo y cantar al mismo tiempo.

No sabemos cómo borrar voluntariamente  los recuerdos, pues aún  no sabemos bien cómo funciona la memoria. En los últimos estudios e investigaciones se dice que cada recuerdo se almacena en un conjunto grande de neuronas en el hipocampo. Una sola palabra puede estar codificada en 100.000 neuronas, de tal manera que si una se perdiera no afectaría la capacidad de reconocimiento, pero ¿qué pasa con una canción?, ¿es esta un solo recuerdo, el reconocimiento de un patrón o es, de cierta manera, el de varios combinados?, preguntas difíciles de contestar.

Si el lector ha encontrado el remedio, por favor revéleselo al mundo.

 

 

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