Juego de manos
Juego de manos, la exposición de Manuel Londoño Mejía, te recibe con dos manos grandes monocromáticas, una azul y otra roja, dibujadas cuidadosamente con lápices de colores. Los gestos hablan: una mano recibe y la otra da. “Juego de manos” se refiere a un ejercicio de mago en el que se hace aparecer y desparecer algún objeto. Si el americanismo “malabarear” significa estar en juego con algo, es decir, en proporción o armonía con ello, o ejecutar con destreza y habilidad juegos malabares o algo dificultoso, entonces puede decirse que aquí, en este espacio bellísimo del MAJA, la obra malabarea con las imágenes. Ocurre la magia del dibujo, la poesía de la imagen, con sus capacidades de decir lo que no pueden decir las palabras.
Atrapasueños y Lago dormido
Al hablar de su exposición, Manuel empieza por recordar las palabras de W.J.T. Mitchell, académico y profesor de historia del arte, cuando dijo que a las imágenes hay que preguntarles qué quieren. “Ellas, en correspondencia, nos devuelven la pregunta,” completa Manuel. No estoy segura de que nos devuelvan la pregunta, pero sí de que en esta exposición uno siente que las imágenes nos están dando respuestas: hablan de juegos de participación, de alquimia, de deseos, de sueños, de encuentros. Manuel ha sido profesor de dibujo, y es claro que ha contestado con su obra a sus preguntas estéticas.
Los dibujos de Manuel respetan la línea, pero más que dejarla hablar individualmente, ésta se ve multiplicada, móvil, superpuesta. Manuel no borra ni emborrona; no, con la destreza de su arte, reserva los blancos del papel y los deja limpios, sin tocarlos, sin taparlos con tonos claros de otros colores, y así aparecen el volumen, la luz y la sombra. Trabaja cada elemento con un solo color. A veces, la imagen está compuesta por tres elementos, como decir, una mano, una flor y una hoja, y cada uno de estos va en un solo color. Y no es que el azul sea logrado con tres tonalidades de azules; no, con un solo lápiz azul resuelve el problema de representar y de significar. Al representar hay que decidir el parecido óptico, sí, pero importan muchísimo en la comunicación otras decisiones: el tamaño dentro del marco de representación, la posición, la luz, la iluminación, el volumen, el peso, el equilibrio, etcétera. Ese mono-tono nos hace pensar en las imágenes de las enciclopedias. Y él no duda en confirmar que le gustan la sencillez y la diagramación delicada y cuidadosa de las imágenes de las enciclopedias.
Los títulos son muy importantes en muchas obras en la historia del arte, pues crean expectativa, inducen y sugieren. La expectativa es fundamental para la percepción, ya que tendemos a ver lo que esperamos ver. Esto bien lo saben los diseñadores. El título puede ser un abrebocas, completar la imagen, contradecirla, reforzarla, diluirla. Veamos cómo lo hacen en la obra de Manuel:
En sus brazos caben muchas lunas. Se trata de un árbol frondoso, dibujado con maestría. Manuel trabaja sin apuros, emulando los procesos de la naturaleza, poniendo capas, rayando el papel como si lo acariciara, seducido por el crecimiento casi orgánico, de hecho, botánico, de la obra.) Este dibujo, como todos los suyos, es muy suave, no rasga, no daña, no quiebra la superficie. En este caso, como en todos, opta por usar una o pocas de las estrategias posibles que ofrece el arte del dibujo, y con esa consigue lo que desea.
En sus brazos caben muchas lunas
Atrapasueños. Es un título que corresponde a un desfile de imágenes. En una de las obras, unas manos cogen flores; en otras, unas siluetas recordadas se camuflan en el papel. A Manuel le cuesta recordar los sueños, pero no quiere perderse de ellos. Por eso los inventa, los fabrica él mismo, como sugiere el título.
Hay algo en su amoroso trabajo que me recuerda la película El sol del membrillo, en la que el director Víctor Erice filmó el método de trabajo del artista español Antonio López García. El rodaje comenzó el 29 de septiembre de 1990, y enfocó cómo López García trató de captar el sol de la estación y sus efectos en el árbol de membrillo de su jardín, antes de que sus frutos maduraran y se cayeran. Quizás me la recordó porque tanto la película como la obra de Manuel comparten los sueños, la visión de la realidad y la devoción por la belleza y la serenidad.
Otro título dice Dime el camino para despertar. Aquí hay un búho pintado al carboncillo sobre un pedazo de tela que, por muchas razones, recuerda un sudario. El título es tan importante que está cosido en hilo blanco sobre la tela blanca. Esta obra tiene una relación sutil con los íconos religiosos. Con el arte, Manuel busca de alguna manera activar la conexión entre el ritual y la magia.
Dime el camino para despertar
En Lago dormido, el lago o el agua llena el perfil de un muchacho. El muchacho es ventana para ver el agua o el agua es cabeza; en fin, la interpretación está en el ojo del observador.
Forma de nube es una obra hecha en papel de fibra de fique que se resiste a que se dibuje sobre ella, pero Manuel le aplica pastel seco y satura el papel con color azul. El papel se despeina y adquiere una apariencia de piel animal. La imagen entra, deliberadamente, en un lugar ambiguo entre lo etéreo y lo animal.
Forma de nube
En la obra titulada 393 hay 393 pájaros volando, dibujados en carboncillo sobre papel de arroz. La bandada juega y revolotea en el aire en distintas direcciones, pero cada ave pequeña es única y muy cuidadosamente dibujada, con luz que se transparenta delicadamente en el borde de las alas. El efecto es extraordinario.
393
Otros títulos son: Ludus amoris, Signo de fuego, Cripsis, Antes uno, ahora otro, Poema de los átomos.
El diálogo con la naturaleza es un punto fuerte de la exposición. El artista quiere ser un mediador entre la vida natural y la humana, para que se dé un dialogo en donde surja el asombro.
Un proceso artístico puede ser angustioso en el número de decisiones que exige, dice Manuel, y por eso él deja que el azar entre en el proceso y que la obra se nutra de lo inesperado, de lo que está por fuera de su control. Entre estrategias y accidentes, el sol le quema el papel tal que este adquiera un tono oscuro, y lo que no se exponga quede en el tono original. Manuel también repara los rasguños del papel—¡accidentes! — con laminilla de oro, como se reparan en el Kintsugi o Kintsukuroi japonés las cerámicas que se rompen. El efecto, en Oriente como acá, es el de destacar su particularidad y así, aumentar su valor.
Antes uno, ahora otro
Manuel ha empezado a desplazar los dibujos de lo bidimensional a lo tridimensional. Hay varias obras en esta exposición en las que ya esto ocurre, como en el abanico de la obra Butes, de cada uno de cuyos pliegues salta un gimnasta. El dibujo se empieza a ubicar en el volumen, porque el papel, antes plano, se pliega y se despliega.
Lengua de pájaros
Lengua de pájaros. Es una caja de luz cuya pantalla está dibujada con película de carbón. Manuel dice que todo sucede en la imaginación. Cuando uno ve esta caja de luz, le cree.
Butes
Tótem es una escultura compuesta por cuatro cubos cuyas seis caras ostentan cada una un dibujo. Se apilan unos sobre otros. El de abajo alude a la tierra y el de encima alude al cielo. Están dentro de una urna de vidrio.
El enamorado. Este tapiz fue tejido en lana virgen de oveja. Muchísimas y variadas plumas se clavan en el tapiz con espinas de cactus y corozo, y abrazadas con cera y laminilla de plata. Las espinas son las flechas de eros, las plumas son vida y libertad, y la piel del carnero es Manuel mismo. Cada pluma ha sido recogida en las caminadas que Manuel hace, y transformada en dardo por su uso en la obra. Esta es una interpretación subjetiva, nacida de las conversaciones que he tenido con el artista.
El enamorado
El trabajo de Manuel es coherente. Todas las imágenes están situadas en el ámbito de la imaginación, y es algo que puede leerse en la forma de representación que él ha elegido. Es la poesía, la delicadeza y el afecto por los objetos lo que domina esta exposición. Las imágenes de su obra fluyen serenamente como los hacen sus procesos mentales. Hay notable consistencia, diríase identidad, entre la vida, los procesos intelectuales, y la obra artística de Manuel Londoño Mejía.