En su libro Homo ludens, Huizinga (1932) dedica espacio a las distintas formas de arte y les adjudica un aspecto lúdico, que no queda demostrado; sin embargo, dice cosas interesantes y agudas sobre las que vale la pena repensar.

Este historiador y filósofo habla en su libro de algo que sabemos, pero que tendemos a olvidar, y es que el arte en la Antigüedad no tenía la importancia que tiene hoy. En general, tendemos a considerar las cosas del mundo actual como si fueran una norma. Se nos olvida que el mundo de sociedades pequeñas funcionaba de una manera distinta.

Para ser más precisos, las formas de arte que se practicaban sí tenían importancia social, pero no eran “visibles”, porque estaban imbricadas en la vida cultural. En los grupos pequeños, todos los individuos participan de los ritos, los juegos y las formas de arte, como son bailes, cuentos contados o cantados en voz alta, poemas recitados, sin que sean necesariamente conscientes de que estas actividades son formas de arte.

Dice Huzinga, que no deberíamos olvidar que durante mucho tiempo los ejecutantes musicales fueron poco apreciados y se consideraban meros servidores. En sus palabras, “Todavía en el siglo xvii, y aún más adelante, cada príncipe tenía su música como tenía sus cuadras”. Huizinga nos recuerda que Hayden estaba al servicio del príncipe Eszterház, al que tenía que obedecer. La idea que tenemos de los intérpretes famosos (como Itzhak Perlman, Joshua Bell, Lang Lang y Yuja Wang), de directores majestuosos (como Herbert von Karajan, Sir Simon Rattle y Gustavo Dudamel) y de las salas de concierto como lo son hoy: lugares sagrados, templos de la música culta, ante los cuales agachamos la cabeza y nos sentimos insignificantes, todo esto es algo muy reciente en la cultura.

Para los griegos, los artistas plásticos no gozaban de la atención y consideración que gozaban los poetas, porque las artes plásticas, dice Huizinga, tenían que materializarse en una casa, un templo, una imagen, unos objetos, unos vestidos, unas imágenes y responder a la idea que esperaban representar. La tarea del hombre artesano que tenía que realizar algo era seria y llena de responsabilidades, de suerte que todo lo lúdico le era ajeno. La poesía, la obra de arte lírica, vivía y prosperaba en una atmósfera de alegría colectiva; no era esa la suerte de la obra de arte plástica. Así lo pensaba Huizinga.

Leamos lo que dice de la poesía: “La poesía como juego social, con un propósito del cual no se puede decir, o apenas, que trate de producir conscientemente algo bello, se encuentra por todas partes y en las más diferentes formas. Rara vez falta el elemento agonal. Domina, por una parte, el canto alternado, la poesía pugnaz y la lucha entre los cantores y, por otra, la improvisación para salir de alguna dificultad. (p. 92)

Todo lo que se consideraba santo o solemne requería poesía. Los tratados minuciosos se redactaban en estrofas métricas, así como los viejos testimonios que se conservan de la ciencia de la Antigua Grecia, y existe una buena razón para ello: para la memoria es más fácil recordar un texto rimado. Las sociedades carecían de libros. Llama la atención saber que, todavía en 1868, en Japón, los núcleos de los documentos oficiales más serios se redactaban en forma poética (p. 92).

Para Huizinga, “Todo lo que era poesía surgía en el juego: en el juego sagrado de la adoración, en el juego festivo de cortejar, en el juego agonal de la fanfarronería, el insulto y la burla, en el juego de la agudeza y destreza. La poesía es ubicua en el mundo, no solo en su existencia sino en sus formas y en su importancia. formas de poesía: formas métricas, estróficas, recursos poéticos como la rima y la asonancia, cambios de estrofa y estribillo, formas de expresión como la dramática, la épica y la lírica” (p. 96).

Con el proceso de la civilización, el arte se hizo más íntimo, pero también más aislado de la vida diaria; se convirtió en un asunto de los particulares. A Huizinga no se le escapó el cambio de estatus del arte: “De manera parecida, la música de cámara y la canción, creadas para satisfacer necesidades estéticas personales, comenzaron a ganar en importancia y también muchas veces en intensidad de expresión sobre otras formas artísticas de mayor carácter público. Al mismo tiempo ocurrió otro cambio en la función del arte. Cada vez más se fue reconociendo como un valor cultural, completamente independiente y alto. Hasta el siglo xviii ocupaba un rango más bien modesto en la escala de estos valores. El arte era un ornato distinguido en la vida de los privilegiados. El goce artístico se experimentaba también bien como ahora, pero, por lo general, se interpretaba como exaltación religiosa o como un género superior de curiosidad que tenía como fin el entrenamiento y el placer. El artista, que no era más que un artesano, seguía siendo un servidor, mientras que la práctica de la ciencia era un privilegio de las gentes libres de cuidados. El amor al arte sigue siendo durante mucho tiempo un privilegio de los grupos más cultos. Solo hacia fines del siglo xix, y no sin influencia de la reproducción fotográfica, la alta estimación del arte desciende hasta las capas con instrucción elemental. El arte se convierte en una propiedad pública y la afición al arte de buen tono. La idea del artista como un ser superior tiene aceptación general. El esnobismo se apodera del público. Al mismo tiempo, su afán enfermizo de originalidad se convierte en impulso capital de la producción artística” (p. 148).

Tampoco se le escapó a Huizinga una idea más difícil de notar: la relación entre arte y esoterismo. Así lo dice: “Como en los periodos más antiguos, al arte le es todavía necesario cierto esoterismo. Pero en la base de todo esoterismo existe un convenio: nosotros los iniciados lo entenderemos así y lo admiraremos así. Reclama una comunidad de juego que se atrinchera tras sus misterios. Donde una dirección artística recibe la rotulación de un ismo. Estamos cerca de una comunidad de juego” (p. 149).

Sin duda, Homo ludens es un libro lleno de información, producto de una meticulosa investigación, rico en observaciones inteligentes y sutiles.

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