Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Sobre Homo Deus y su autor

Yuval Harari es un autor exitoso, ha escrito dos libros que se han traducido a más de treinta idiomas y de los cuales se han vendido más de un millón de ejemplares de cada uno. Hasta en Colombia, un país cuya población es poco lectora de literatura científica, han tenido un relativo éxito. Y es que para empezar, hay que decir que a Yuval Harari las ideas le fluyen deliciosamente, sin tropiezos, sin enredos. Muy pocas veces se tiene el placer de leer sin querer parar, y si se desea interrumpir es solo para repensar algunas de sus fascinantes ideas. Harari es sin duda original, muy original y atrevido, también es serio, es estructurado y claro. La claridad de su escritura se debe a que Harari entiende muy bien, no solo lo que sabe, sino lo que quiere decir.

Harari asegura que la concentración con la que escribe se debe a su entrenamiento para meditar. A veces se aísla para hacerlo durante varios días. Su claridad no es solo para escribir, es también personal: es directo, franco y sin complejos. Está casado con otro hombre, y en todas las entrevistas menciona con afecto y respeto a su marido. Harari es vegetariano. Su educación profesional fue en historia, con especialidad en el Medioevo. En su libro, Sapiens: una breve historia de la humanidad, explica la evolución del hombre y los comienzos de la cultura, pasando por la Edad de Piedra y llegando hasta el siglo 21. En Homo deus: breve historia del mañana muestra un panorama amplio sobre nuestra situación actual y especula sobre el futuro. Quizás lo más interesante del libro son sus reflexiones sobre distintos aspectos del presente, realmente nuevos, a los que nos hemos habituado y pasamos por alto.

Con el título Hombre-dios, el autor insinúa que hemos superado nuestra condición de sapiens y aspiramos a facultades que fueron propias de los dioses. El ingenio humano puesto en la ciencia y la tecnología ha logrado controlar los enemigos más grandes de la humanidad: el hambre, las enfermedades y las guerras. Lo que ninguno de los dioses, a los que hemos implorado, lograron nunca. En la actualidad, más cantidad de gente muere de comer mucho, que de comer poco. Tres millones de personas se mueren por problemas generados por el sobrepeso y solo un millón se muere de hambre o desnutrición. Cada año más gente se muere de vieja que de enfermedades infecciosas, y más gente se muere por cuenta propia, acudiendo al suicidio, que debido a crímenes, guerras o violencia social sumando los tres.

En la vía a ser dioses, lo que sigue es crear vida, modificar la vida existente, evitar el envejecimiento, librarnos de la muerte y conquistar la felicidad. A Harari le parece que estamos muy cerca de lograr tales metas. Actualmente, con la ingeniería genética diseñamos nuevas formas de vida, cambiamos el ADN de una especie y la convertimos en otra más resistente. Hoy, reproducimos tejidos y reemplazamos miembros perdidos; y además, superamos a los dioses en algo que a estos jamás se les ocurrió —o al menos no lo soplaron nunca a ningún mortal—: creamos entidades inorgánicas que son inteligentes (AI): inteligencia artificial. Hemos superado a los dioses del pasado y al homo sapiens.

La inteligencia de las computadoras es en muchos campos superior a la humana: es una herramienta que nos sube el promedio intelectual, nos hace mejores en muchas faenas, más eficaces, nos facilita (y complica la vida) y nos capacita para actuar en campos que ni llegamos a soñar. Cuando se introduce la información, que cada persona entrega gratuita e inconscientemente a Internet (Google, Facebook Twitter) a los distintos programas de computador, se consigue acumular datos de forma masiva. Datos que revelan quiénes somos, qué tememos, qué amamos, qué preferimos, qué nos emociona, en qué gastamos nuestro tiempo. Hoy nos conocemos como nunca antes, no basados en especulaciones filosóficas, sino en datos, en evidencia calificable y cuantificable.

Pero a pesar de conocernos mejor, no somos libres, pues estamos sujetos al dominio de la ficción (y a los algoritmos biológicos propios de la especie). Harari define lo que nos hace humanos y distintos de las otras especies, lo que nos hizo dueños del planeta: la capacidad de cooperar, sumada a la capacidad de crear ficciones y de guiarnos por estas; en otras palabras, de creérnoslas (nos comemos el cuento). Una ficción puede ser un dios, una bandera, un país, un equipo de futbol, la moneda. Con las ideologías o ficciones, llámense religiones, estalinismo o neoliberalismo se ha dominado a la humanidad. Solo que no nos hemos inventado una con el suficiente poder que nos permita lidiar con los problemas creados por la superpoblación. Su ingeniosa definición de religión le permite entender y reescribir nuestra historia, con amplitud y una mayor capacidad predictiva. Según Harari: “La religión es cualquier historia de amplio espectro que confiere legitimidad superhumana a leyes, normas y valores. Legitima las estructuras sociales asegurando que reflejan leyes superhumanas”.

Harari señala la importancia y peligros de las nuevas tecnologías y de la inteligencia artificial en la manipulación de las nuevas ficciones, de lo que somos, de lo que queremos ser, y de las acciones y trabajos o empleos que podemos tener en el futuro, y entonces habla con mucho pesimismo. Las máquinas inteligentes han ido remplazando a los humanos, y lo seguirán haciendo. El poder ha estado siempre en manos de unos pocos, pero puede empeorar y quedar en manos de poquísimos. Estos serán los dueños de las tecnologías y diseñarán los algoritmos con los que nos manipularán al resto. Un algoritmo es “un conjunto metódico de pasos que pueden emplearse para hacer cálculos, resolver problemas y alcanzar decisiones. Un algoritmo no es un cálculo concreto, sino el método que se sigue cuando se hace el cálculo”, en palabras de Harari. Los algoritmos que controlan a los humanos lo hacen por medio de sensaciones, emociones y pensamientos. Nunca hemos estado libres de las ficciones, pero al menos ahora, algunos lo saben, lo hacen consciente, y toman medidas de protección: cuidándose de creer en la información que reciben, y poniendo en práctica el escepticismo. Las tecnologías no son buenas o malas, todo depende de cómo se usen. Pero hay que empezar por ser conscientes de lo que tenemos, de esta nueva arma, y de su poder sobre nosotros y sobre la sociedad.

Veamos algunos apartes del libro Homo Deus. Breve historia del mañana. Editorial Debate, Barcelona, 2016

Páginas 166-167 El sentido se crea cuando muchas personas entretejen conjuntamente una red común de historias. ¿Por qué le encuentro sentido a un acto concreto (como por ejemplo casarse por la Iglesia, ayunar en el Ramadán o votar el día de las elecciones)? Porque mis padres también creen que es significativo, al igual que mis hermanos, mis vecinos, la gente de ciudades cercanas e incluso los residentes de países lejanos. ¿Y por qué toda esa gente cree que tiene sentido? Porque sus amigos y vecinos comparten también esa misma opinión. La gente refuerza constantemente las creencias del otro en un bucle que se perpetúa a sí mismo. Cada ronda de confirmación mutua estrecha aún más la red de sentido, hasta que uno no tiene más opción que creer lo que todos los demás creen.

204- La religión no puede equipararse con la superstición, porque es improbable que la mayoría de la gente llame a sus amadas creencias «supersticiones». Siempre creemos en «la verdad», son los demás los que creen en supersticiones.

223- La religión está interesada por encima de todo en el orden. Pretende crear y mantener la estructura social. La ciencia está interesada por encima de todo en el poder, pretende adquirir el poder de curar las enfermedades, combatir las guerras y producir alimento. Como individuos, los científicos y los sacerdotes pueden conceder una importancia inmensa a la verdad, pero, como instituciones colectivas, ciencia y religión prefieren el orden y el poder a la verdad. De ahí la posibilidad de que sean buenos compañeros de cama. La búsqueda intransigente de la verdad es un viaje espiritual que raramente puede permanecer dentro de los confines de las instituciones religiosas o científicas. En consecuencia, sería mucho más correcto considerar la historia moderna como el proceso de formular un pacto entre la ciencia y una religión particular, a saber: el humanismo. La sociedad moderna cree en los dogmas humanistas y usa la ciencia no con la finalidad de cuestionar dichos dogmas, sino con la finalidad de ponerlos en marcha.

239- El mayor de los descubrimientos científicos fue el de la ignorancia. Cuando los humanos se dieron cuenta de lo poco que sabían acerca del mundo, de repente tuvieron una muy buena razón para buscar nuevo conocimiento, lo cual abrió el camino científico hacia el progreso.

333-Es mucho más fácil vivir con la fantasía, porque la fantasía da sentido al sufrimiento. Los sacerdotes descubrieron este principio hace miles de años. Constituye la base de numerosas ceremonias y mandamientos religiosos. Si se quiere hacer que la gente crea en entidades imaginarias tales como dioses y naciones, hay que hacer que sacrifiquen algo valioso. Cuanto más doloroso es el sacrificio, más se convence la gente de la existencia del receptor imaginario. Un pobre campesino que sacrifica un buey inestimable en honor a Júpiter se convencerá de que Júpiter existe; de otro modo, ¿cómo iba a excusar su estupidez. El campesino sacrificará otro buey, y otro, y otro más, solo para no tener que admitir que todos bueyes previos no fueron un desperdicio. Exactamente por la misma razón, si he sacrificado un hijo por la gloria de la nación italiana o mis piernas por la revolución comunista, bastará con que me convierta en un nacionalista italiano fanático o en un comunista entusiasta. Porque si los mitos nacionales italianos o la propaganda comunista son mentira, entonces me veré obligado a admitir que la muerte de mi hijo o mi propia parálisis no han tenido sentido alguno. Pocas personas tienen estómago para admitir algo así.

354- A medida que los algoritmos expulsen a los humanos del mercado laboral, la riqueza podría acabar concentrada en manos de la minúscula élite que posea los todopoderosos algoritmos, generando así una desigualdad social y política sin precedentes. Alternativamente, los algoritmos, podrían no solo dirigir empresas, sino también ser sus propietarios.

358- Es posible que la prosperidad tecnológica haga viable alimentar a las masas inútiles incluso sin esfuerzo alguno por parte de estas. Pero ¿qué las mantendrá ocupadas y satisfechas? Las personas tendrán que hacer algo o se volverán locas- ¿Qué harán durante todo el día? Una solución la podrían ofrecer las drogas y los juegos de ordenador. Las personas innecesarias podrían pasar una cantidad de tiempo; cada vez mayor dentro de mundos tridimensionales de realidad virtual, que les proporcionarían mucha más emoción y compromiso emocional que la gris realidad exterior. Pero esta situación asestaría un golpe a la creencia liberal en el carácter sagrado de la vida y de las experiencias humanas. ¿Qué hay de sagrado en holgazanes inútiles que se pasan el día devorando experiencias artificiales?

371-Naturalmente, Google no siempre acertará, después de todo, se trata solo de probabilidades, pero si toma suficientes decisiones buenas, a medida que pase el tiempo, las bases de datos aumentarán, las estadísticas se harán más precisas, los algoritmos mejorarán y las decisiones serán todavía mejores. El sistema nunca me conocerá a la perfección, y nunca será infalible. Pero no hay necesidad de ello. El liberalismo se vendrá abajo el día en que el sistema me conozca mejor que yo mismo. Lo cual es menos difícil de lo que parece, dado que la mayoría de las personas no se conocen realmente bien a sí mismas.

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