Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Hambre, efectos a largo plazo y desperdicio de comida

Descubre los elegantes bodegones con alimentos de la fotógrafa Paulette Tavormina

Fotografía de Paulette Tavormina

La investigación médica ha mostrado que haber pasado hambre en la infancia causa problemas a largo plazo, con consecuencias físicas y psicológicas.

Estudios hechos en Canadá por Valerie Tarasuk, profesora experta en ciencias de la nutrición, han mostrado que, mientras más incertidumbre haya vivido un niño respecto a comer lo que necesita, mayor probabilidad habrá de que cuando sea adulto recurra con muy alta frecuencia a centros de atención médica. Los expertos en ciencias de la nutrición llaman a esta condición food security, o seguridad alimentaria, pues no se trata solo de malnutrición, sino de sentir miedo de no tener alimentos para saciar el hambre. Las investigaciones han cubierto los efectos a largo plazo en los niños que han sufrido “inseguridad alimentaria” en el hogar.

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Otros estudios sobre hambre en la infancia, desarrollados por Sharon Kirkpatrick y Lynn McIntyre, de la Universidad de Calgary, han mostrado que muchos de los niños que se alimentan mal no terminan la educación escolar; también, que son más comunes condiciones crónicas como el asma, constipación, bajos niveles de vitamina D y, algo que parece absurdo, obesidad. Este último es uno de los principales problemas de la alimentación escasa, porque los alimentos de calidad son costosos, y en cambio la comida chatarra, azucarada y grasosa es barata; además, es bien conocido el daño que produce el azúcar en los dientes. Las caries y daños dentales son otros de los problemas más comunes en las personas con insuficiencia de nutrientes o inseguridad alimentaria.

En las familias pobres del hemisferio norte, más que hambre en sí, lo que hay es un desbalance de nutrientes. Los bajos niveles de hierro y de vitamina A son evidentes. El hierro se sustrae principalmente de la carne roja, y la vitamina A, de las frutas y legumbres frescas. El yodo, que contienen el pescado y los derivados de la leche, es fundamental en el desarrollo del cerebro. Su carencia produce retraso mental y daños cerebrales. Dos momentos cruciales en los que se deben tener los niveles apropiados son el estado fetal y el primer año de vida. La madre que alimenta debe tenerlos en las proporciones adecuadas para pasarlos al bebé.

Comida desperdiciada

Es común en la Navidad preparar grandes cantidades de comida, y es una tristeza que tanta comida se desperdicie en el Mundo. No más en el Día de Acción de Gracias los americanos tiran a la basura una tercera parte de la carne de pavo que cocinan.

En el 2020, “aproximadamente 200 millones de libras de pavo fueron a dar a la basura después del Día de Acción de Gracias”, dijo Yvette Cabrera, directora interina de desperdicio de alimentos del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales. «Eso es una tonelada de emisiones de gases de efecto invernadero», dijo, «y cuando se desperdicia buena comida, también se desperdicia todo lo necesario para llevarla a nuestro plato».

Si no vamos a regalar alimentos de aguinaldo, mercados y otros, al menos compartamos la comida que hagamos para el veinticuatro y para el treintaiuno. En Inglaterra se hacen campañas educativas para que la gente no deje comida en los restaurantes, para que haga empacar lo que no consumió y lo consuma más adelante en su casa. Es necesario ser conscientes de desperdiciar menos; también, de depredar menos el Planeta. Es bonito y humano aprovechar la Navidad para dar de comer al que carece de buenos alimentos.  Compartamos con otros la comida que tenemos en exceso.

 

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