¿Quién no recuerda la experiencia que fue su primer beso romántico? El recuerdo es importante, no lo olvidamos por tiempo que pase, y no importa si fue valioso o insignificante para el resto de nuestras vidas. El caso es que sentimos que cogíamos el mundo con las manos, porque el enamoramiento es la emoción más…
¿Quién no recuerda la experiencia que fue su primer beso romántico? El recuerdo es importante, no lo olvidamos por tiempo que pase, y no importa si fue valioso o insignificante para el resto de nuestras vidas. El caso es que sentimos que cogíamos el mundo con las manos, porque el enamoramiento es la emoción más intensa que podemos experimentar los mamíferos. Los humanos matamos y nos hacemos quemar en la hoguera por amor, y sin importar lo viejos que estemos. Cuando alguien nos gusta, lo primero que deseamos es besarlo. Ese primer beso que nos dimos con cada nueva persona en el trascurso de nuestra vida fue intenso; se sintió en los labios, la lengua, los dientes, muy adentro, y la sensación bajó hasta los dedos de los pies. Su memoria se nos quedó en todo el cuerpo, como aleteos de mariposas. Y como esas postimágenes que vemos al cerrar los ojos, horas adelante, días adelante, después de haber mirado una luz intensa con color, así son los besos, días después cerramos los ojos y volvemos a sentir todo eso que sentimos durante esos minutos.
Pero este acto tan excelso no es exclusivo de los seres humanos. El asunto es mucho más antiguo que nuestra existencia. Si bien el homo sapiens besa desde hace 200.000 o 300.000 años sobre este planeta, la antigüedad de la práctica remonta a seres que vivieron hace 21 millones de años. Bueno, eso dicen los científicos. Estos, además, se preguntan por qué existe el beso, ya que esta actividad no muestra una razón evolutiva que repercuta en la supervivencia o tenga beneficios reproductivos. Sigue siendo un misterio. El beso existe en el reino animal, ya que besan los grandes simios, los monos, los osos polares, los perros de pradera, los albatroces o pelícanos y otros.
Existen teorías sin probar que proponen que es uno más de los comportamientos ligados al acicalamiento, del cual el más conocido es el de desparasitar. Entre los grandes simios, el beso es probablemente la etapa final de contacto bucal cuando se practica el acicalamiento. Quien lo realiza succiona con los labios salientes el pelaje o la piel del individuo acicalado, para atrapar restos o parásitos. La relevancia higiénica del acicalamiento disminuyó durante la evolución humana debido a la pérdida de pelaje, pero las sesiones más cortas habrían conservado previsiblemente la etapa final del “beso”, permaneciendo como el único vestigio de un comportamiento ritualista para señalar y fortalecer los lazos sociales y de parentesco. El acicalamiento libera endorfinas, lo que reduce el estrés y promueve la sensación de bienestar entre acicalador y acicalado, consolidando aún más los lazos sociales, sobre todo entre quienes ya tienen fuertes vínculos sociales o de parentesco.
Picasso
Se ha pensado también que fue en sus orígenes una manera directa e íntima de obtener información sobre la salud y la compatibilidad genética de potenciales parejas.
Se ha pensado también que fue en sus orígenes una manera directa e íntima de obtener información sobre la salud y la compatibilidad genética de potenciales parejas. Se sabe que besar entre los humanos excita y relaja, pues hace que bajen los niveles de cortisol, y que suban los de oxitocina, la hormona que crea el apego y otras sustancias ligadas a la felicidad y al bienestar. Los besos sirven como examen preliminar, de salud, de compatibilidad, para eliminar o adjuntar a alguien a nuestra vida.
En el estudio publicado en la revista de Evolución y comportamiento humano, los científicos definen el beso como un contacto oral con movimiento de labios, de tipo no agresivo y donde no hay intercambio de comida. La directora de la investigación, la bióloga evolutiva de la Universidad de Oxford, Matilda Brindle, dice que los ancestros humanos besaban como lo hacen hoy los chimpancés y los bonobos.
Como la cultura explora todas las posibilidades de las acciones humanas, con el beso también lo ha hecho: existen, que yo sepa dos tipos, el concurso de la pareja que se besa por más tiempo y el reto de los besos por dinero.
En el primero, el concurso exigía contacto constante de los labios de la pareja, estar de pie, ir al baño juntos, comer y beber por un pitillo la comida líquida. El matrimonio tailandés de la pareja Ekkachai y Laksana Tiranarat ganó el último concurso. Luego el Guinness World Records prohibió oficialmente el intento de batir este récord del beso ininterrumpido más largo por el peligro de desmayo y agotamiento que corrían las parejas inscritas. El récord mundial fue de 58 horas, 35 minutos y 58 segundos (más de dos días y medio). Esto ocurrió el 12-14 de febrero de 2013, en Pattaya, Tailandia. El concurso fue organizado por compañía que hacía el programa Ripley’s Believe It or Not (Aunque usted no lo crea).
El “reto de besos por dinero”, popular en TikTok y YouTube, y ha sido impulsado por varios influencers. El asunto es simple: se trata de besar a un desconocido o de besar la pareja de un desconocido. En el primer caso: el influencer se acerca a una persona en la calle (a menudo jóven) y le ofrece una suma de dinero a cambio de que bese a un amigo o amiga que lo acompaña, o al mismo influencer. La suma suele ser pequeña al principio, de $100, $200 —no sé en qué moneda— y va aumentando hasta que llega a los $5,000, $7,000. En el segundo caso, el de besar a la pareja de un desconocido, el influencer se acerca a una pareja y le pregunta a uno de los dos (generalmente a la mujer) si acepta que su pareja bese a un desconocido (la amiga del influencer) a cambio de dinero. Tiene espectadores porque el evento crea peleas y conflictos, que los influencer filman. La cultura le saca provecho a todos los asuntos humanos que se presten.
No sé quiénes recuerdan la campaña publicitaria de Benetton, del 2011,”Unhate” que utilizó el beso como emblema contra toda política de odio. En el arte, el beso no es fácil de representar, pues una parte de la cara de uno de los besadores esconde la del otro. Un buen equilibro de lo que se ve y de lo que queda oculto es difícil de conseguir. Miremos algunas representaciones y que juzgue el lector. En mi opinión los besos más logrados, como beso, no como obra de arte, son los representados por el artista del Pop, Roy Lichtenstein.
Roy Lichtenstein
Ana Cristina Vélez
Estudié diseño industrial y realicé una maestría en Historia del Arte. Investigo y escribo sobre arte y diseño. El arte plástico me apasiona, algunos temas de la ciencia me cautivan. Soy aficionada a las revistas científicas y a los libros sobre sicología evolucionista.
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