En nuestro cuerpo viven billones de bacterias, la mayoría necesarias para la salud, algunas nefastas. La piel y los tejidos blandos cada uno tiene su particular zoológico. Algunas veces en ese zoológico viven bacterias agresivas que perjudican los tejidos.
Cuando la ciencia no conoce el tamaño de sus enemigos no tiene más opción que tirar bombas atómicas que arrasen con todo, lo malo y lo bueno. Con el tiempo las bacterias colonizan de nuevo la superficie minada, algunas veces las bacterias enemigas no aparecen de nuevo, pero muchas veces la mayoría de las que vivían en ese medio lo vuelven a colonizar.
Hasta ahora el estudio de microbiomas se ha concentrado en las especies que viven en los intestinos, pero los científicos anhelan conocer las comunidades microbianas que habitan las fosas nasales, el tracto urinario, los genitales, la piel y la boca. Solo un conocimiento profundo de los microorganismos y bacterias permite encontrar el antibiótico ideal, que mate solo los agresivos, sin afectar el resto.
Otra opción que la ciencia ha encontrado es poner a vivir en el mismo medio bacterias buenas, muy fuertes, que acaben o debiliten las malas. Las bacterias que habitan la piel del rostro se alimentan de la grasa de la piel. Algunas veces se produce una respuesta inmune que da lugar a la inflamación, el enrojecimiento, los granos y la pus que observamos en personas con acné. En los estudios de secuencias de ADN que se han realizado para evaluar las bacterias que viven en la piel, los científicos (Journal of Investigative Dermatology) han descubierto una cepa particular de bacterias, la Propionibacterium, capaz de defenderse de otras versiones de cepas que producen el acné.
Como ocurre con las especializaciones, el estudio de estas bacterias está llevando a los científicos a la idea de que existen muchos tipos de acnés distintos, lo cual ha abierto la investigación hacia la producción de cremas que contengan probióticos, que como el yogourt, que es bueno para la flora intestinal, sean buenos para la fauna de la piel.
Todavía no se sabe mucho, no se conoce el papel de los genes y del medio ambiente en este problema, pero se espera encontrar soluciones mejores que la que ofrece la droga isotretinoína, un derivado de la vitamina A, hasta ahora la más efectiva que se conoce para tratar el acné. Esta droga es del tipo bomba atómica, pues sus efectos colaterales son bastante negativos.