La película Diógenes relata un fragmento en la vida de tres personas: el padre, su hija adolescente y su hijo menor. Nunca cuenta las razones por las cuales viven aislados en una casa sin ventanas, perdida en una montaña. Nunca explica lo que ocurre, solo lo muestra. Por algún motivo, el padre es considerado maldito en el pueblo, y él con sus dos hijos están condenados a vivir aislados, lejos de allí. Son pobres, en una dimensión inconcebible y real (es bueno recordar lo que es el hambre todavía para muchos millones de personas en el mundo). Parecen sobrevivir de las tablas pintadas por el padre, de la papa silvestre y de manzanas que encuentran ocasionalmente en las montañas. Las tablas que el padre pinta son conocidas como las tablas de Sarhua, originarias del distrito de Sarhua, ubicado en la provincia de Víctor Fajardo, en el departamento de Ayacucho en Perú. Son pintadas a mano, y casi siempre elaboradas por los varones. Sirven de registro visual de la historia familiar, de los acontecimientos importantes de la comunidad y de la cosmovisión andina.

Los personajes hablan muy poco, en quechua, y la película trascurre casi toda la oscuridad.

Algunos hechos están aislados, y el espectador debe atar cabos, unir unas escenas con otras que aparecen más tarde. Sin duda, la película es exigente con el espectador. La fantasía y la tradición entran en las escenas como si se tratara de la realidad. Bueno, la realidad del cerebro es así, y más en la mente de los niños.

El espectador sufre en silencio de ver sufrir tanto en silencio, pero no puede dejar de apreciar la estética suprema de la película, porque es un poema visual. Pocas veces se ve en cartelera una película tan impactante. No puede ser más distinta del cine de Hollywood porque es imposible, y no puede ser más peruana; no obstante, uno siente que está viendo en vivo algo que pertenece al Barroco italiano. Parece vista a través de los ojos de Caravaggio: el claroscuro en su máxima expresión.

Los protagonistas de la historia son personas de la región, no son actores profesionales, y son excelentes. No es una película para divertirse, es una película para deleitarse, para pensar, para recordar la historia del hombre primitivo, para recordar las precarias condiciones de muchas personas en el mundo, para reconocer las necesidades humanas más básicas, para observar la sicología de los humanos, para ver el papel de las tradiciones, ritos y creencias y sentir el paso del tiempo. Es arte exquisito y desafiante.

Diógenes es la ópera prima del director Leonardo Barbuy, quien además de director de cine es compositor musical. Barbuy escribió la banda sonora para la película Julia, de Hugo Martínez Fraile, y ha hecho cortometrajes con mucho éxito; también es presidente de Mares, una asociación con sede en Lima, dedicada a la investigación y práctica para el desarrollo del aprendizaje autónomo.

Diógenes obtuvo en 2023 el premio a Mejor Película Iberoamericana y a Mejor Dirección, en el Festival de Cine de Málaga. En Colombia, la cinta fue estrenada el 30 de mayo de este año. Es importante saber que esta es la primera producción internacional de La Selva Cine, productora de tres mujeres jóvenes talentosas y arriesgadas: Laura Mora, Daniela Abad y Mirlanda Torres. Recordemos que Laura Mora dirigió Matar a Jesús y Los reyes del mundo; Daniela Abad dirigió The smiling Lombana y Carta a una sombra, y Mirlanda Torres es la productora de la película Los Reyes del mundo, ganadora de la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián 2022, es la coproductora colombiana de los largometrajes El Abuelo y Manos sucias; produjo las series Ruido capital y Mala fortuna, y es productora de los cortometrajes Esto es un revólver, Asunto de gallos, Al caído caerle, Entre finos, El animero y Cosecha.

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