Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

El derecho al suicidio asistido

Antoine Gros. Safo

La vida, el ya, el ahora, el presente es lo único que tenemos pero, a veces eso que tenemos no es deseable, y nos sentimos obligados a vivir, a seguir resistiendo.

Las enfermedades crónicas, sin cura, el dolor crónico, la depresión, la esquizofrenia, la vejez, la soledad, la aburrición, pueden llegar a pesar tanto que la vida deja de ser el bien supremo. En última instancia, sean los que sean los motivos que aquejen a una persona, esta es dueña de su existencia y debería poder quitársela de una manera dulce, barata, silenciosa, indolora y certera, y además con ayuda del Estado, con los servicios del Estado. Siempre es posible matarse de maneras dolorosas e inseguras, en las que se puede quedar vivo y despedazado: tirarse de un balcón, o de un puente  al río Cauca, tomarse un veneno, cortarse las venas, darse un tiro, colgarse. Qué cosa, ¡además de estar harto hay que ser valiente! Anthony Bourdain tenía que estar sufriendo mucho para tener la fuerza y el valor de colgarse de un cinturón de una bata de baño de hotel.

Henry Wallis Chatterton

Las religiones se meten en esto, como se meten en todo, y sin derecho, pues hay más de 4.000 religiones en el mundo, con sus mitos y sus dioses; así que como dice Richard Dawkins, todos somos ateos de los otros 3999 dioses en los que creen las otras religiones, y no estaríamos dispuestos a dejarnos imponer sus prácticas, ni de las 3999, ni de las 4.000 religiones que existen en el mundo. Fácil deducir de aquí que el mundo civilizado debe ser laico y que cada quien es libre de creer en un dios, en diez o en ninguno. En la mayoría de las religiones la gente pregona que Dios es dueño de la vida, y por eso la gente se opone a la eutanasia y al suicidio asistido. Pero el mundo se va civilizando lentamente (confiemos en que Steven Pinker tenga toda la razón), y en un mundo mejor se debería uno poder quitar la vida cuando ya no ofrezca sus maravillas y bondades, pero sin adicionar una gran cuota de sufrimiento a la “salida”.

John Millais. Ofelia

En los Países Bajos, países que dan ejemplo al mundo entero, no solamente ya ha sido aceptada la eutanasia, sino que la ministra de salud, Edith Schippers, defendió ante el parlamento (en octubre del 2016) la medida del suicidio asistido para ancianos sanos. Y tiene toda la razón, pues es cruel no atender o ayudar a los ancianos que, en sus palabras, “carecen de la posibilidad de continuar su vida de manera significativa, que luchan con la pérdida de su independencia y una movilidad reducida, y que se sienten solos, en parte por la pérdida de seres queridos, y que cargan con el peso de una fatiga generalizada, su deterioro y la pérdida de su dignidad personal”. Vale anotar que en el 2015, en los Países Bajos, 5516 personas murieron utilizando su derecho a la eutanasia. El cuatro por ciento de todas las muertes de ese año.

Suicidas de Sisga. Beatriz González

Mientras que el mundo se civiliza, menos mal hay libros que explican cómo darse muerte sin sufrir en el intento: Final exit, las prácticas de suicidio y suicidio asistido para los moribundos. Escrito por el inglés Derek Humphry, director de la Hemlock Society, una organización que ayuda y da consejo sobre cómo suicidarse. El libro ofrece información sobre instrumentos y técnicas básicas; las píldoras para dormir son las más recomendadas por el autor.

Sobre el libro, Final exit, en el diario El País: https://elpais.com/diario/1991/08/11/sociedad/681861602_850215.html

 

 

 

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