Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Comentario sobre un fragmento del ballet Celui qui tombe (El que cae)

Sobre la obra, el director Yoann Bourgeois, con experiencia no solo en ballet sino en performances para circo, dice que Celui qui tombe nace del infinito asombro ante la capacidad de tenernos de pie. Luego, asegura que con este ballet ha intentado revelar lo que no deja de conmocionarlo sobre nuestra condición humana; además, porque casi todo alrededor de nosotros nos sobrepasa. Según él, las cosas que creemos que nos rodean, no nos rodean, porque no somos el centro y, por tanto, estamos equivocados al ver el mundo de una manera antropocéntrica. Yoann Bourgeois asegura que esas personas que se resisten a caer sobre la plataforma (que diseñó especialmente para este ballet) son como el resto: gente que intenta hacer lo mejor que puede.

El ballet Celui qui tombe es especialmente interesante por dos razones. La primera: porque resalta el valor del contexto sobre el objeto. Es como si en el marco de representación que contiene los elementos de la obra, recayera el peso de aquella, cuando lo contrario es lo que usualmente ocurre. Razón dos: porque logra comunicar de una manera metafórica, bella y contundente, la lucha por la existencia.

Expliquemos más ampliamente la primera razón. En la percepción, el contexto juega un papel fundamental, que usualmente no notamos, del que no somos conscientes. Para darse, la percepción necesita contraste. El contraste se da entre dos o más elementos. La percepción de distintos aspectos del mundo está influenciada por el entorno externo y por el contexto interno de la experiencia y expectativa del receptor. Uno de los pioneros de la escuela de la Bauhaus, Joseph Albers, diseñó una cartilla con la finalidad de que los estudiantes entendieran y experimentaran la relatividad del color. En su libro La interacción del color, Albers mostró que no podíamos percibir el valor tonal de un color de una manera absoluta; en cambio, lo apreciamos en referencia con los colores que lo rodean.

Recuerda el lector la sorpresa innegable que nos dio a todos con la imagen del vestido blanco con dorado o, para otros, azul con negro, cuya percepción variaba entre las personas, y todo, luego se explicó, porque suponemos un tipo de iluminación distinta para cada uno de los dos casos. Ese es un ejemplo extraordinario del efecto que produce el contexto mental —en ese caso— sobre la imagen percibida: la valoración del color se definía en nuestros cerebros debido a la suposición que cada uno hacía de la luz que iluminaba la escena.

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C. Escher, artista neerlandés, jugó hasta el infinito con imágenes cuyas figuras y fondos podían intercambiarse. El hecho fundamental que apreciamos allí es que el cerebro no puede ver simultáneamente ambos. Debe optar por poner atención a la figura o al fondo, en el caso de los grabados de Escher, intercambiables.

En la obra La novia y sus pretendientes, más comúnmente llamada El gran cristal, Marcel Duchamp trató de resolver el problema de la figura y el fondo de manera muy creativa. Al poner las figuras en sánduche, dentro de dos cristales, el problema del fondo quedaba resuelto de la misma manera que vemos las figuras del mundo, los objetos, contra el espacio y las cosas que no son el objeto. El fondo siempre sería en esta obra lo que rodea a las figuras, dependiendo de dónde coloquemos el cuadro de vidrio.

Incluso la percepción del tiempo, la subjetiva, parece depender del contexto de expectativas y de los sistemas de recompensa que llevamos dentro (como eso de que cuando estoy contigo, el tiempo vuela).

Todos hemos experimentado el valor del contexto cuando miramos la Luna y un cúmulo de nubes se mueve, ocultándola y dejándola aparecer. Creemos que es la misma Luna la que se mueve y no las nubes. El engaño se debe a la hipótesis mental que hacemos con el movimiento relativo: usualmente se mueve el objeto pequeño relativo al panorama observado.

No vemos el contexto, lo damos por sentado. Pero este ballet da valor al contexto. Su magia es creada por causa del contexto. El escenario se mueve, el piso en el que se mueven los bailarines baila. Y esa es una de las razones por las cuales los movimientos de los bailarines son sencillos: sin la relativa complicación de las piruetas a las que nos tiene acostumbrados. Los bailarines tratan de mantener el equilibrio, tratan de no caer. Los bailarines se ven afectados por un contexto que no es estable, que cambia todo el tiempo, que es impredecible (como la vida misma).

Celui qui tombe es un ballet altamente comunicativo y contundente. De una manera metafórica: los bailarines con quienes nos identificamos, hacen lo posible por mantener la estabilidad, por no caer. Caerse es como morir, es como caer enfermo, en el caso de la pandemia. Durante el performance, los bailarines van cayendo, uno por uno, irremediablemente.

Comentarios de director

Interaccion del color libro 

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