Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Caminar de puntillas sobre la Tierra

Nos hemos pasado tratando nuestro Planeta a las patadas, haciendo hecatombes, y no solo con bueyes, sino aporreando, escurriendo y abusando de la naturaleza. Se necesita mucha educación, educación científica, para entender el delicado equilibro en el que vivimos y mantenerlo. Esta semana aparece la noticia, varios años atrás anunciada, del final del Gran Arrecife Coralino australiano. Se estima que “unos 1.500 de los 2.300 kilómetros que componen la Gran Barrera de Coral australiana, dos tercios del total, han resultado dañados tras dos años consecutivos de blanqueo coralino a causa de las altas temperaturas y del fenómeno El Niño”.

Lo triste es que no solo hemos destruido el Gran Barrera de Coral, sino que hemos acabado con el 30% de las especies marinas y con un gran número de peces, debido a la pesca masiva; y lo más lamentable: seguimos sacando del mar lo que queda, sin temor y sin piedad. La temperatura del agua sube y los polos se derriten por el calentamiento global, del cual somos culpables; pero continuamos actuando igual, ciegos y sordos, preocupados solamente por los intereses personales. Las grandes compañías desatienden los gemidos de la naturaleza, mientras buscan nuevas formas de ser más ricas, de crecer sus economías, al precio que sea.

Si a un ser humano le debemos la conciencia que tenemos sobre el mundo natural que nos rodea es a Sir David Attemborough. En Netflix han puesto una serie nueva realmente extraordinaria: Natural Curiosities. En esta, más que en las otras suyas, Attemborough nos muestra las curiosidades más inimaginables que poseen algunos seres vivos. No solo explica las improbables adaptaciones evolutivas a las cuales han llegado algunas especies, sino que nos revela la historia de esos descubrimientos, el cómo llegamos a su conocimiento. Si algunas constantes se pueden observar a través de las historias que Attemborough nos cuenta son las de la arrogancia humana y el sentimiento de distancia y superioridad que creemos tener sobre los demás animales.

Cuando Darwin propuso su teoría de la evolución (teoría que todos los niños deberían estudiar en el colegio) la reacción fue de rechazo a la idea de que el rey del Universo, hecho a imagen y semejanza de Dios, el Homo sapiens, pudiera haber descendido de un simio. Más de una persona pensó: “no puede ser verdad, y si lo fuera, lo mejor sería que nadie se enterara”. Cuando Attemborough cuenta la historia de los gorilas, muestra cómo los mismos investigadores tergiversaron la verdad de la experiencia, en función del deseo y la expectativa del público general. Cuando en Natural Curiosities nos habla de las plantas, nos revela asuntos impensables, como el de que estas “hablan”, se comunican con las otras plantas y con los insectos, por medio de olores, sonidos y campos magnéticos polarizados (las coles, cuando son atacadas por gusanos, sueltan químicos que avisan del ataque a las otras coles, y estas reaccionan modificando el sabor de sus hojas, para así contravenir el sentido del gusto de los gusanos, y no ser comidas; algunas flores poseen un campo magnético negativo, mientras las abejas lo poseen positivo; cuando la abeja se posa en la flor, las cargas opuestas se cancelan y la flor queda despolarizada hasta que se vuelve a llenar de néctar y, entonces, vuelve a cargarse, para atraer a las abejas polinizadoras. Las raíces de una variedad de la planta de maíz produce sonidos al crecer, con la finalidad, se cree, de localizar objetos que puedan obstruir su crecimiento, o de localizar la proximidad de otras raíces, y cambiar de dirección para alimentar la planta con efectividad; en fin, Attemborough no deja de deleitarnos un segundo. En la medida en que somos más educados y conocemos mejor los reinos animal y vegetal, aumenta nuestro aprecio y respeto por estos. Pero hemos sido ignorantes y tontos, y tal parece que lo seguimos siendo, pues no hemos parado de patear al medio ambiente y a sus integrantes. Si interiorizáramos el conocimiento, caminaríamos sobre la superficie viva del Planeta con respeto y en puntillas, sin matar una mosca, intentando no dañar ni el pétalo de una rosa.

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