Brujas que las hay, haylas

Así decía Ricardo Bada columnista del Espectador hasta hace poco tiempo. Un estudio masivo y global hecho por el economista Boris Gershman, de la American University, muestra que la creencia en la brujería es más com[un de lo que se piensa.

El estudio arrojó que más de 1000 millones de personas en el mundo creen en la brujería, creen en que hay personas que tiene poderes supernaturales (llamémoslos brujos y brujas), que son capaces de echarle “mal de ojo” a una persona, que son capaces de hacer que un individuo se enloquezca o de afectarle su destino con el fin de que una serie de eventos desafortunados le acontezcan. El estudio no dice que la gente reporte haber visto en un bosque a una bruja volando montada en una escoba, sino que cree en la existencia de hechiceros y de brujas. Gershman explica que en todas las encuestas se preguntó si creían en el mal de ojo o en la idea de que ciertas personas pueden lanzar maldiciones o hechizos que hacen que cosas malas le sucedan a alguien.

El conjuro, Goya.

Durante la historia, las brujas fueron, en el imaginario colectivo, mujeres que pactaron con el diablo para tener la facultad de hacer el mal o de conocer el futuro o de afectar la mente de sus enemigos. Ya las brujas no son mujeres viejas, narigonas, con verrugas, pelo gris largo, que vuelan; no, ahora son en el imaginario colectivo personas con poderes, que no los exhiben, pero los tienen. Para algunas personas que conozco, las brujas son fuerzas que mueven objetos en las casas o abren las llaves de agua o prenden la televisión o se sientan en nuestro pecho cuando se está dormido; son presencias que se detectan sin nunca verlas, tocarlas o comunicarse con ellas.

Lo que arroja el estudio es que hay una regla: a menos nivel educativo, más creencias de este tipo; a más educación, más escepticismo. En Suecia, sólo el 9 por ciento de los encuestados declaró creer en la brujería. En Túnez que, según el estudio, el 90 por ciento de la gente cree en la brujería. Además, dice el estudio, creen más fácilmente en brujería aquellas personas que profesan alguna religión.

No es difícil imaginar la razón, ya que si de hecho una persona cree en la existencia de vírgenes que tienen hijos sin coito (María e Isis) y que se elevan al cielo y viven en el espacio, sin comida ni oxígeno, e ingrávidas y serenas, está a un pelo de creer en cualquier otra cosa, pues no hay mucha diferencia. Si se cree en unos cuantos hechos sin evidencia ¿por qué razón no se va a creer en muchos otros hechos sin evidencia?

Bueno, también es verdad que hay personas que creen en una religión y son escépticas en otros ámbitos, porque es cierto que las enseñanzas aprendidas en la infancia son una forma de troquelado, una forma de “imprinting” indeleble, que padres, profesores y familiares marcan sobre sus niños, porque los niños son sustancia blanda. A un adulto es muy difícil adoctrinarlo, troquelarlo con ideas, pues es materia dura y refractaria, como lo hemos experimentado todos. El niño no tiene más opción que creer en lo que digan sus padres, importa que tan irracional sea, pues su supervivencia depende de ello.  

Dice este mismo estudio que, a nivel nacional, las creencias en brujería se asocian con instituciones débiles, bajos niveles de confianza social y baja innovación, así como con una cultura conformista y mayores niveles de sesgo dentro del grupo. Gershman reconoce que aún se necesita más investigación para obtener una perspectiva verdaderamente global sobre las creencias en la brujería. A pesar de su amplio alcance, el estudio presenta algunas limitaciones, como la falta de datos de China e India, los dos países más poblados del planeta.

https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0276872

El estudio fue publicado en PLOS One .