Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Tolerancia a la desigualdad, en casa

Es muy difícil ver como anormal o indeseable lo que se ha percibido desde siempre como normal. Se cae en la trampa de que si es así y ha sido así es porque seguro está bien. En la relación con los animales, mucho movimiento se ha levantado para hacernos modificar nuestra actitud y trato. En la biblia no existen mandamientos que protejan el agua, la atmósfera, los bosques o a los animales. En épocas de la esclavitud, la mayoría de la gente pensaba que esta era normal y aceptable. Pero otras formas de esclavitud siguen existiendo, e “invisibles”, no se han abolido, pues la pobreza y la desigualdad las generan. En Colombia, una muy clara es el trato a las empleadas domésticas. Después de ver la película The Help, basada en la novela homónima de Kathryn Stockett, nos damos cuenta que llevamos 60 años de retraso respecto a América del Norte y Europa en cuanto a esa concreta relación laboral.

Salario mínimo, seguro médico, pensiones y riesgos profesionales, aunque decretados por el gobierno, no se cumplen en muchos casos, pero además podemos ir mucho más lejos. Porque se es pobre se renuncia a una vida personal. Vivir en la casa de otro es vivir la vida de otro y no la propia. Ni las noches ni los fines de semana completos los tienen las empleadas para ellas. En muchas casas la empleada sale muy tarde el sábado, después de haber hecho el almuerzo y arreglado la cocina, digamos tres de la tarde; o sea, no salen al medio día, 12 am,  pero además, deben regresar el domingo en la noche y usualmente para encontrar los platos y vasos del fin de semana acumulados, en espera de que ella los limpie. Una clara injusticia.

Las horas laborales son extendidas. En muchas casas la jornada empieza a las 6 am y termina a las 10 pm. Sin las dos horas que tiene todos los empleados para almorzar y hacer una siesta o ver televisión o descansar. No, mucha gente no puede ver a la empleada sentada ni un minuto, si le sobra tiempo entonces debe aprovecharlo en oficios aledaños como brillar los metales, embetunar zapatos, regar las plantas, sacar el perro a pasear o pegar botones. Y si va durante el día, por favor quédate un ratico más esperando que la torta esté horneada o que llegue el correo, o que terminen la fumigación, etc.

Si hay fiesta no se les paga las horas extras ni el trabajo extra. Todo está incluido, pero no está incluido que ella saque una mañana para sus vueltas personales. Se ve protestar a la empleadora en esos casos.

Es necesario mencionar la discriminación que en muchas casas se ejerce sobre distintos aspectos como la comida, el vestido y el espacio. Es increíble que se dé una comida distinta a los empleados, claro, de menor calidad. Es penoso que se conviva con una persona todos los días y no se sienta molestia alguna de no compartir con esta persona los manjares especiales: tortas, galletas, helado, en fin, esas cosas que no se tienen siempre.

Compare el tamaño de las piezas y de los baños de las empleadas con los del resto de la casa, los espacios son infames. Las camas, colchones, sábanas, cobijas, almohadas son generalmente sobrados, viejos, heredados. Los baños tienen el inodoro barato, sin tapa intermedia y la luz es mortecina. Muchas veces la ducha es de agua fría. En la mayoría de las casas la empleada no tiene un sitio de descanso, una silla cómoda donde se pueda sentar a leer, a mirar una revista, a descansar. En la pieza no cabe y en la cocina menos, y para ellas no hay espacio en el resto de la casa. ¿Por qué la empleada no usa el comedor para comer? Impensable, pensará la mayoría, ¿por qué impensable? No es raro ver a las empleadas comiendo con el plato en la mano, sentadas en un banco.

No se ve a la empleada como un igual que nos presta un servicio. No, se ve a la empleada como si fuera de otra especie, sin mostrar interés alguno por su vida personal; si se enferma no importa, excepto que es solo una molestia. ¿Cuántos empleadores conocen el lugar, la situación, el barrio, los familiares de sus empleados? Se puede sospechar que son muy pocos.

La relación con ellas se limita a una pregunta ¿Cómo le ha ido?, trato afectuoso… ¿por qué somos así? Insensibles con personas que viven en nuestra la casa durante años. ¿Qué cosas buenas compartimos con ellas? Es sorprendente que nuestro cerebro funcione así: en el desafecto. Es un buen tema para un sicólogo cognitivo.

Cuando las empleadas domésticas además son las niñeras de los niños de la casa la recarga de trabajo es enorme. El trato discriminatorio. Se las invita a cuidar los niños también fuera de casa siempre “vestidas” con uniforme de empleadas, como para que no se confunda. La empelada que cuida al niño también va al restaurante, pero no come allí, los lleva al cine, pero hasta la puerta; y es la persona a quien se entrega el mayor tesoro de nuestras vidas.

Discriminación es no incluir, discriminación es imponer nuestra vida, nuestro ritmo, nuestra educación sin el más mínimo diálogo o acuerdo, y sin el más mínimo afecto.

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