La pelea estrella de la semana fue la que protagonizaron Vicky Dávila y Hassan Nassar, todos la vimos una y otra vez conforme el video se viralizaba en redes sociales. Sin embargo, el único factor que es digno de analizar es el hecho de que las palabras de Vicky salieron del corazón, con lo que podemos afirmar que era una verdad que tenía represada desde hace años.
Sus palabras no sólo fueron producto de la ira de una discusión momentánea, fueron más bien la representación de una verdad que muchos colombianos sentimos frente a un personaje como Hassan Nassar
Los colombianos de a pie, en general, estamos cansados de tener que estudiar, prepararnos y seguir haciendo cuanto curso y diplomado se atraviese para mantenernos vigentes dentro del salvaje mercado laboral; mientras que otros consiguen un puesto con mucha facilidad tan solo por palanca o porque les debían un favor.
No podría afirmar que Hassan es un inepto para el cargo, pero desde su llegada al Palacio de Nariño el gobierno parece que solo puede dar tumbos como un borracho que trata de hilar una serie de pasos, pero que le es físicamente imposible. Es decir, el puesto le quedó grande al periodista y eso solo puede significar que no tenía los méritos y/o capacidades suficientes.
Una vez más en Colombia imperó la ley del amiguismo: en donde no hay verdadero mérito para ocupar un cargo, sino donde por hacer parte de un grupo ideológico o por haber hecho algo en el pasado uno es merecedor de un cargo en el gobierno.
Empero, aprovechando que se toca este tema, valdría la pena hacer una revisión más amplia. Desde allí miraríamos qué tan apto estaba el mismo Iván Duque para ocupar el cargo máximo del gobierno de Colombia; o qué tanta capacidad tenía la exministra Nancy Patricia Gutiérrez para dirigir la Unidad del país desde el ministerio del Interior; o qué tan preparado era un exdirector gremial para dirigir el sector defensa en el país.
Estamos muy lejos de que en Colombia la meritocracia impere. Sin embargo, pienso que la meritocracia está sobrevalorada. A veces se pueden hacer méritos y aún así seguir siendo un inepto para ocupar cargos. Por otra parte, necesitamos una especie de nepotismo ilustrado, un ideal donde únicamente los preparados y capaces puedan acceder a los puestos más relevantes.
No es solo poder hacer que una persona pueda ocupar un cargo, se trata de que las personas más sabias y capaces sirvan a la sociedad entregando su conocimiento y experiencia para poder optar por las mejores decisiones. Sería volver a los consejos de los sabios, pero aplicada a cada uno de los álgidos temas de la actualidad del país. Desmarcado de todo tipo de color o ideología, solo con la idea de entregar lo de mejor de cada uno para que el país progrese.