CastroOpina

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El sordo que no quería oír.

Dice el refrán “No hay peor ciego que aquel que no quiere ver”, que para el bien de esta ocasión es preciso adaptarlo “No hay peor sordo que quien no quiere escuchar”.

Lo que hoy vive Colombia es el producto de un gobierno que es sordo ante una serie de solicitudes por parte de la ciudadanía que no sabe más cómo hacerse sentir.

Las decisiones que desde el gobierno de Iván Duque ha tomado han sido en su mayoría unas determinaciones alejadas de la realidad del país. No solamente hablando en materia de la reforma tributaria, sino en general, se ha generado un distanciamiento poco acertado que llevó a la ciudadanía a convocar un paro en medio del más peligroso momento respecto de la pandemia del Covid-19.

Yo cuestionaría la eficiencia y racionalidad de hacer un paro, en las calles, gritando y gritando arengas en estos tiempos. Así como muchos otros cuestionarán que yo de mi opinión y queja desde estos párrafos. Cada quien en su haber ha de definir cuál es la mejor manera de hacerse sentir.

Indistinto de la forma en la que se levante la voz en contra de este gobierno, hay un sentir común y es la ausencia de representatividad. Es decir, los colombianos no sentimos que alguien pueda hacer lo que como mayoría creemos correcto. Los cientos de miles de personas en las calles son la demostración de que sus voces no están siendo escuchadas, ni por el gobierno, ni por ninguna otra persona.

Es cierto que ellos ganaron. Es verdad que, como tal, tienen la responsabilidad de llevar la batuta del liderazgo sobre el país. Pero deben responder a los intereses de toda la nación y no solo de los suyos y de quienes los apoyaron. Porque la anulación sistemática de quienes opinan diferentes es una forma y camino que aleja de la democracia, de los consensos, y por ende, del bien general del país.

Por ahí dicen, y es cierto, que “El que mucho habla mucho se equivoca”. Este gobierno se ha pasado de hablador. Todas las tardes con su programa, que es un show en el que intentan tapar el sol con un dedo, mostrando lo poco que han hecho por el bien del país en estos tiempos.

Será una tarea de ahora en adelante, para todos los que queremos emprender liderazgos en este país, callarnos un rato, dejar de parlotear con nuestras ideas, y más bien escuchar más a la gente. Al fin del cabo, es la única forma en la que verdaderamente puede haber una buena democracia representativa.

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