CastroOpina

Publicado el

Simulacro en Bogotá.

El tema del covid-19 nos cogió fríos a todos. Ese cuento del gobierno que “estaba listo y preparado” no se lo creen ni ellos mismos. La verdad franca y dura es que nadie sabía manejar una situación como estas por cuanto nunca se había presentado. Lo más cercano que hemos vivido a esto fue el brote del Chikunguña y Zika hace unos años, pero la escala es incomparable.

Cualquiera de las medidas llegaron tarde. Si el primer caso positivo fue declarado el 6 de marzo, el virus llevaba al menos 10 días en Colombia. Sin contar las personas que son asintomáticas, los enfermos leves, quienes se enfermaron sin que fueran tratados o contabilizados y los que, en caso dado, fallecieron con síntomas parecidos, pero no se le realizó la prueba.

Y aunque las medidas evitaban la propagación entre los connacionales, la mayor fuente de contagio (los países que contaban por miles los contagiados) tenían la puerta abierta en Bogotá. El aeropuerto internacional El Dorado, que en el primer semestre del año pasado movilizó a 16 millones de pasajeros internacionales, seguía operando vuelos internacionales con muchos protocolos de seguridad, pero una aplicación casi nula de los mismos.

Los bogotanos entonces empezaron a ver cómo su ciudad era la que más posibles contagios tendría con este virus (Y de seguro será el lugar del país con mayor cantidad de contagios), y por ende empezó a pedir crudeza en la ejecución de los protocolos incumplidos por parte del operador de la terminal aérea. Cosa que concluyó en una histeria colectiva que exigía a como dieran lugar acciones y firmeza que dieran una luz de salvación ante la potencialidad de contagios que pudieran ocurrir en la capital del país. La conclusión es que el operador no cumplió y salió regañado por más de uno, en especial por la alcaldesa de Bogotá Claudia López.

La misma alcaldesa, que sentía la necesidad de actuar con velocidad, al igual que sus colegas de otros municipios y ciudades, salió entonces con una propuesta de un simulacro de aislamiento, que sería obligatorio porque “tarde o temprano nos tocaría hacer cuarentena” y porque “el Distrito necesita saber dónde están fallando las cosas”. Los bogotanos, incluyéndome, celebramos la noticia y sentimos alivio.

No obstante, esta decisión no fue la única a nivel nacional. Municipios y Departamentos empezaron a tomar medidas, unas más drásticas que otras, y todo esto desencadenó que el gobierno nacional, sin mostrar liderazgo, tuviera que emitir un decreto en el que aclaraba (algo tan obvio) como que las medidas tenían que ser concertadas y trabajadas mutuamente con el Gobierno Nacional.

Sobre este decreto se habló mucho, pero aplica el viejo refrán “El que manda, manda. Aunque mande mal”. El presidente es el responsable del orden público a nivel nacional, y debe ser él quién coordine, junto a los gobiernos locales y municipales, los programas y medidas para enfrentar al coronavirus.

La medida después de todo se implementó y Bogotá terminó en un simulacro. Una medida que en una u otra proporción fue populista. Una medida que le aventajó en visibilidad y liderazgo a López sobre Duque. Pero que dejaba a los bogotanos en una incómoda situación, la elección entre quedarse encerrados en casa o salir de la ciudad en el casi primer festivo del año.

De la parte técnica del simulacro destacaría lo siguiente: Primero, no era necesario que en el decreto se pusiera en negrilla la parte de la autonomía de las entidades regionales que dicta el 1er artículo de la constitución; Segundo, no podemos hacer un simulacro para revisar cómo se comportan los protocolos de atención, ese tipo de accionares deben tener un muy buen plan A, un plan B de soporte, un plan C de soporte al plan B, y así sucesivamente.

Los panoramas para los bogotanos eran simples: quedarse en casa cumpliendo la normativa distrital, que a la vez es lo recomendado en todo el mundo, o salir de la ciudad.

Los que salieron de la ciudad, no tienen perdón de Dios ni de nadie. Son unos desconsiderados. Desconocen o ignoran la casi nula capacidad de reacción del sistema de salud ante la Pandemia que atraviesa el mundo actualmente. De ellos no se debe hablar más, merecen nuestro repudio y condena.

Mientras que los que nos quedamos debimos afrontar de manera casi imprevista la necesidad de abastecernos y de ir a las tiendas y mercados que contaban ya con interminables filas y con varios productos escaseados, exponiéndonos al contagio por la aglomeración de ciudadanos que se desbordaron a las tiendas. Otra opción de quienes nos quedamos eran los domicilios, pero francamente no puede haber una decisión más inhumana que pedirle a un extraño que vaya y haga las cosas por uno en medio del caos, pánico y desorden que ha generado el Covid en Colombia.

La medida del simulacro fue distrital, y se le unieron a su manera algunas otras ciudades y departamentos. Como la necesidad era calmar nuestras ansias de una decisión fuerte y radical, la tuvimos. Pero no fue racional, fue pasional … carnal … visceral, de manera que cuando el gobierno nacional decidió exponer su programa para el aislamiento obligatorio, desnudó por completo la improvisación del simulacro y obligó a que los mandatarios que lo habían impulsado cometieran contradicciones tan profundas como la decisión del ingreso de los vehículos que habían salido de Bogotá.

El simulacro en realidad fue el abrebocas de la cuarentena para los bogotanos. Lo presentí antes de que iniciara, supuse que había probabilidad que una vez todos encerrados, nos dejaran metidos. Y en realidad así terminó siendo. Quienes se abastecieron para solo un puente festivo, se encontraron con el dilema de enfrentarse a 20 días más encerrados, debieron salir a reabastecerse. Otro punto que demuestra la falta de visión del ejercicio del pasado fin de semana en Bogotá.

Pero más allá de quienes sí pudimos abastecernos, queda el debate de los miles y miles de bogotanos y colombianos que viven del día a día. El simulacro para ellos lo que hizo fue reducir sus ingresos, y que en el momento de la verdad, el día en el que iniciaba la cuarentena tuvieran los bolsillos vacíos. Se encuentran sin dinero, sin posibilidades y encerrados en habitaciones o apartamentos que deben pagar.

Las posibles soluciones para quienes viven del día a día llegarán tarde. Los subsidios del gobierno nacional iniciarán a llegar hasta después del 27 de marzo (3 días después del inicio de la cuarentena), los subsidios distritales aún no se saben cuándo llegarán. Lo más preocupante de todo es que el músculo operativo del distrito estuvo ocupado en el simulacro y no en la previsión de futuro con los recursos que debía entregar.

Claudia erró en su medida. Tomó una decisión para calmar el ansia de los bogotanos, pero las consecuencias se le salieron de las manos. Vimos en medios como la plaza de Bolívar contaba con un grupo de personas exigiendo ayuda, incluido un significativo número de venezolanos. Vimos también saqueos a tiendas y robos en las calles.

Además, perdió también el pulso de su fuerza, primero al decir que no se hacía la prueba por posible contagio (en tono muy arrogante), después con lo que no ingresaban carros a la capital y terminaron entrando todos los que se fueron y más, y finalmente con el desorden sobre el congelamiento del pago de los servicios públicos en este mes.

Ahora, muy a pesar de que su simulacro no terminó de ser tan exitoso, sale a decir que la cuarentena impuesta por el Gobierno Nacional es muy “laxa”. Ante ello cabe recordar que no es igual parar a Bogotá, una ciudad de 8 millones de habitantes, durante 4 días (de los cuales 3 eran puente) a parar todo Colombia, país de casi 50 millones de habitantes, durante 19 días (de los cuales 8 son sábado, domingo o festivo).

En 15 días cuando acabe la etapa de incubación del virus, van a aparecer casos en varios – o muchos – municipios donde los viajeros bogotanos fueron. También aparecerán que algunas tiendas fueron focos de infección. También aparecerán domiciliarios infectados, que infectaron a sus clientes.

La alcaldesa a lo mejor lo hizo de buena fe. Como cualquiera de nosotros lo hubiera hecho, pero debió analizar TODAS las posibles consecuencias antes de actuar. Y si bien, tal como lo dijo ella: «Nadie está preparado» y «Seguramente se cometerán errores (Por aquello de que nadie estaba preparado)», la libra parcialmente de la culpa, pero no de la responsabilidad de sus actos.

Comentarios