Colombia es un país tropical donde no existen las cuatro estaciones del año, pero sí temporadas marcadas por sequías y lluvias intensas, las cuales se ven agravadas por los picos de los fenómenos de El Niño y La Niña. Estos cambios en los patrones climáticos intensifican tanto los periodos secos como los húmedos, alterando el registro histórico de precipitación y elevando la frecuencia de eventos extremos.

Aun fuera de esos ciclos, cualquier lluvia intensa entraña el riesgo de inundaciones; al mismo tiempo, cualquier jornada soleada puede traducirse en incendios forestales. Este binomio de amenazas naturales convierte al clima colombiano en un reto permanente para la gestión del riesgo y la protección de comunidades.

En los últimos quince años, las inundaciones y crecientes de ríos dejaron alrededor de 2,8 millones de personas damnificadas, cerca de 308 muertes registradas y más de 142 000 viviendas afectadas, sgún datos de la UNGRD y el DNP. Estos damnificados incluyen desplazados temporales, familias que perdieron enseres y comunidades que debieron rehacer su vida desde cero tras la pérdida de sus pertenencias y hogares.

Las regiones más golpeadas son la vertiente Pacífica (Chocó, Valle del Cauca), la cuenca del río Magdalena (Cundinamarca, Antioquia), la Costa Caribe (Atlántico, Bolívar), la Orinoquía (Meta, Casanare) y sectores de la Amazonía. En cada una de estas zonas, la combinación de topografía, deforestación y urbanización desordenada intensifica la vulnerabilidad frente al desborde de ríos y quebradas.

En particular, las viviendas rurales —ranchos y fincas que albergan a campesinos y sus cultivos y animales— sufren daños estructurales severos. Para muchas familias, esas construcciones son no solo un techo, sino la base misma de su producción de alimentos y de su sustento económico. La destrucción de una finca representa, en la práctica, la pérdida de la capacidad de generar ingresos.

La cuantificación económica de estos desastres revela un fuerte impacto fiscal y privado. Entre 2005 y 2019, el gasto público destinado a atención de emergencias y reconstrucción sumó cerca de 8,9 billones de pesos. Por su parte, las pérdidas del sector privado —derivadas de la inactividad productiva y los costos colaterales— alcanzaron 5,2 billones de pesos. El gran total asciende a 14,1 billones de pesos, equivalentes a 4 800 millones de dólares.

La normativa colombiana siugiere que no deberían construirse edificaciones a menos de 30 metros de las fuentes hídricas (ríos, quebradas o zonas de posible avalancha), buscando reducir la exposición al riesgo. Sin embargo, la aplicación efectiva de esta medida choca con la realidad de asentamientos informales, presiones socioeconómicas y la falta de recursos para reubicar a miles de familias.

La idea de trasladar todas las viviendas y construcciones de las riberas es loable en el papel, pero prácticamente inviable: los costos de expropiación, el arraigo cultural y la dispersión geográfica en el territorio colombiano complican cualquier plan masivo de reubicación.

Frente a esta encrucijada, se vuelve urgente la creación de un sistema nacional de medición de crecientes e identificación temprana de inundaciones. Las autoridades fluviales, en coordinación con la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, podrían instalar boyas en los ríos de mayor caudal y proclividad al desborde de cada región.

Estas boyas, equipadas con sensores de nivel y flujo, enviarían datos en tiempo real a un centro de monitoreo. Con base en esos registros, se activarían protocolos de alerta temprana: mensajes de texto y aplicaciones móviles notificarían a las comunidades con antelación suficiente, permitiendo que las familias se trasladen a puntos seguros y protejan sus bienes. De esta forma, se reducirá la cifra de damnificados y se optimizará el uso de recursos públicos ante futuras emergencias.

Este sistema no sería solo un avance tecnológico, sino un verdadero guardián de las comunidades. Actuar con rapidez y proteger lo más valioso: su vida y su patrimonio. Esta innovación marcaría la diferencia entre un día de lluvia más y una catástrofe, garantizando respuestas ágiles que eviten consecuencias aún más graves.

Avatar de @castroopina

Comparte tu opinión

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 EstrellasLoading…


Todos los Blogueros

Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones, contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.