Cada vez que son más de las cinco de la tarde, mi mamá me pregunta con cierta zozobra y desdicha: “Andrés, ¿ya salió el reporte de hoy?”, a lo que inmediatamente respondo con una rápida consulta en Google buscándole respuestas a su cuestionamiento. La pregunta va guiada al reporte diario que se entrega sobre las cifras de contagiados del Covid-19 en el país.
A su vez, y sin incluir en la respuesta, buscó también los datos de cuántas camas de Unidad de Cuidado Intensivos (UCI) quedan disponibles en Bogotá, porque desde hace mucho hay que buscar cuántas quedan libres, no cuántas hay ocupadas.
Estas dos cifras no son más nada que una continua búsqueda de esperanza de que la cantidad de enfermos, de contagiados, de muertos y demás términos que entraron en la dinámica de las conversaciones y de las noticias bajen. Pero, desde hace ya semanas esto no ocurre.
Las cifras corresponden a lo que los expertos han llamado “segundo pico”. Y es visible para cualquier persona. Las estadísticas muestran un repunte que no ha dado el más mínimo respiro al país. Y aunque la cantidad de recuperados diariamente aumente, los enfermos activos suben, y no frenan en esta aparentemente interminable escalada de casos.
Pero, este Blog no es de cifras. Si alguien quiere cifras exactas, las páginas gubernamentales, los centros de análisis de pruebas, la OMS y otro sinfín de sitios web las tiene. Este Blog es un texto en el que les comparto una conclusión a la que llegué hace un par de días cuando regresé al país.
Viajé hace unos días a Nueva York, lugar donde no era obligatorio – del todo – el uso del tapabocas. Sin embargo, las personas lo usaban en todas partes, salvo algunos casos extremadamente aislados que eran contabilizados con los dedos de la mano, como dice el adagio popular.
Tampoco existía la obligatoriedad de hacer el distanciamiento social, es decir, de permanecer a dos metros de otras personas. Pero incluso en las calles de una de las ciudades más pobladas sobre la faz de la tierra, las personas daban espacio y vía para evitar las aglomeraciones. A su vez, en el metro más usado del planeta tierra, las personas procuraban no tocar los tubos de los metros, no se movían los tapabocas, tampoco se sentaban juntas y todo esto sin que fuera estrictamente obligatorio.
Después de sorprenderme por dos días de lo bueno que era el sistema de responsabilidad personal sobre el autocuidado fuimos a visitar el “Central Park”, y al estar allí lo primero que se vino a mi memoria fueron las fotos de diversos medios de comunicación cuando tomaban fotos de que ese mismo lugar unos meses atrás había sido adaptado como un centro médico ambulante para enfrentar el impacto del Covid-19 en la ciudad.

Volví a Colombia, directamente a mi casa donde me encuentro en el día 13 de los 14 a los que estoy obligado por llegar de un vuelo internacional sin resultado de prueba sobre Covid. Gracias a Dios y a que tomamos las medidas necesarias nadie presentó síntomas y esperamos terminar la cuarentena para hacernos alguna prueba que confirme que no nos infectamos.
En este tiempo en casa, en el que he seguido diariamente los números de Covid en nuestro país y en Bogotá, no me queda una conclusión diferente a que esto es lo que nos merecemos. No es un tema de falta de camas en las Unidades de Cuidado Intensivo de la ciudad o el país. Es un tema causalidad, es decir, causa y efecto.
Desde el inicio nos dijeron, nos advirtieron, nos informaron e incluso llegaron a rogarnos por tomar medidas de autocuidado. Nos solicitaron usar el tapabocas, nos pidieron mantener distancias de otras personas y nos exigieron los demás protocolas que ya todos nos sabemos de memoria, pero elegimos relegarlos y hacer lo contrario.
A pesar de que nos prometieron que iban a poner cuatro mil camas UCI, y un montón de cosas que se están quedando cortas o en el aire, no cumplimos nuestra parte. Si bien es una falla muy grave el tema de las UCI, y habrá de ser investigada por las autoridades competentes, las responsabilidades propias nadie más sino nosotros mismos somos quienes debemos evaluarlas.
Los neoyorquinos pagaron con poco más de trescientos cincuenta mil casos y más de veinte mil muertos en su primer pico por no tomar las medidas preventivas. Y considero que si las cifras que le doy a mi mamá cada día no bajan de los quince mil contagios no es porque alguien esté infectando a los ciudadanos, es porque no estamos haciendo los suficiente para que nuestras familias, amigos, vecinos y demás colombianos se contagien y mueran.
Esperemos que nuestro país no deba tener las mismas lamentables cifras de infectados y muertos que sufrió Nueva York para tomar conciencia sobre los actos que a cada uno le toca tomar para mermar esta tremenda situación que atraviesa el país.
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