CastroOpina

Publicado el

De HidroItuango a nuestros bolsillos.

Fue hace apenas dos años cuando los titulares de todos los medios de
comunicación del país ponían en sus titulares lo que ocurría desde la
que se prometía como la mayor proeza de ingeniera de la historia de
Colombia. La conjunción de muchos aspectos que a hoy no han logrado
ser explicadas con suficiente claridad hicieron que el proyecto de
HidroItuango pasara de ser el orgullo de muchos a la preocupación de
todos.

Así se veía el río Cauca e mayo de 2018, cuando empezó el estado de emergencia en el río. / AFP

Independiente de qué ocurrió, cuáles fueron sus causas, a
cuántas personas afectó de manera directa y de quién va a responder
por los daños ocasionados, el megaproyecto de generación de energía
eléctrica está frenado y aún no hay fecha clara de cuándo estará
operativo.

La inversión para este plan fue superior a loas 4.600 millones de dólares americanos, que en otras palabras es un valor parecido a lo que costará la primera línea del metro de Bogotá (Si es que algún día la llegamos a tener). El objetivo de esta colosal infraestructura era introducir al mercado energético una oferta de 2,4 Gigavatios cada hora (Gw/h), dicha cantidad representa el 16% del consumo nacional de energía.

La demanda nacional actualmente está unos  Gw/h. Para sanar esa demanda, la capacidad instalada de los generadores de electricidad en Colombia alcanza un total de 17,5 Gw/h, de ese total se producen en las hidroeléctricas el 67%, las termoeléctricas 30% y las plantas menores 3%; lo restante proviene de Ecuador y Venezuela.

Se ha hablado mucho sobre el costo ambiental, social, económico y se ha llegado a decir que EPM (Empresas Pública de Medellín) a financiado ejecuciones extrajudiciales a líderes de la región. No obstante, e independiente de todos los problemas que ha tenido el proyecto, la ausencia de la generación eléctrica desde las imponentes turbinas que están dentro del cuarto de máquinas le hace falta al país, y por ende a cada una de las casas, empresas, negocios, locales, fincas, escuelas, edificios, oficinas y cada rincón de Colombia.

Al saberse que la meta de producción de energía no se lograría, y que la entrada en servicio de HidroItuango no se llevaría a cabo en 2021, como era planeado, el Gobierno Nacional realizó dos subastas llamadas “Subastas para la reconfiguración de compra” con las que se pretendía aumentar, a como dé lugar, la producción nacional de electricidad.

Producto de las subastas, se espera que para el 2023 ingresen al mercado 0,5 Gw/h más provenientes de proyectos de energía solar y 1,5 Gw/h generados desde la energía eólica. Asimismo, se espera ampliar la capacidad cuatro termoeléctricas, terminar cinco que están en fase final y crear dos más para finales del 2021 o inicios del 2022.

El departamento de La Guajira ha sido hogar de muchos pilotos de lo más ambiciosos planes de generación a través de fuentes renovables, pero ninguno ha ido más allá de programas piloto.

Las subastas surgieron como una necesidad inminente y a la cual el gobierno con mucha agilidad respondió. No obstante, no es suficiente. Colombia durante todo el mes de mayo importó en promedio 8 Gw/h, con cifras inéditas superiores a los 10 Gw/h los días 27, 28 y 29 de dicho mes.

Hay que recordar, además, que la solución del gobierno, si bien fue ágil y no es suficiente, tampoco es la mejor. Las termoeléctricas nacen como solución al problema del apagón del “´91”. Utilizan mayormente carbón o combustibles fósiles contaminantes y el costo de producción es mayor que el de las energías renovables o las hidroeléctricas.

El país tomó a las termoeléctricas como la salidas a todas las crisis. Pero su costo de producción e impacto ambiental son mayores.

La solución, que sería HidroItuango está lejos de convertirse en realidad. Hace 2 años decían que para 2021, hoy dicen que para 2025. Mientras tanto, la ausencia de la electricidad producido en dicha obra le cuesta millones de dólares que se destinan a los países vecinos comprando energía al por mayor. A esto hay que sumarle los billonarios sobrecostos en los que EPM ha tenido que incurrir para subsanar los daños ocasionados por la catástrofe del 2018.

También se debe tener en cuenta que los ingresos que lleguen a EPM no solo se están destinando para acelerar el ingreso a operación de HidroItuango, sino que también se dirigen a los programas que tuvieron que ser creados para resarcir los daños, lo que ralentiza aún más su puesta a punto.

Al final de cuentas todos esos sobrecostos recaerán sobre los consumidores finales, es decir sobre todos y cada uno de los colombianos. EPM es una empresa de carácter mixto al mejor estilo nacional: los privados se llevan las ganancias y la parte pública se hace responsable de las pérdidas.

Como conclusión, aunque se han tomado medidas y decisiones oportunas y correctas no han sido las mejores, como nación estamos en déficit con nuestra producción eléctrica. Aunque sigamos por la senda de promover más y más productores de energía no estaremos cerca ser autosuficientes, lo que nos costará millones, y nos deja dos opciones: pagarles a extranjeros por la electricidad o seguir cobrando más y más para producirla nosotros mismos.

Comentarios