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Armero: 35 años después la amenaza sigue vigente.

No puedo llegar a imaginarme cómo fue la desenfrenada carrera de todos los diarios escritos del país en la noche del 13 de noviembre de 1985 al enterarse que el municipio de Armero había quedado sepultado por una avalancha tras la erupción del Volcán Nevado del Ruiz, misma angustiosa carrera debieron tener los noticieros televisivos. Y supongo que a los periodistas radiales les debieron faltar palabras para describir lo que en ese próspero rincón tolimense había ocurrido durante esa noche.

Hoy, 35 años después, supongo que es un ejercicio igualmente difícil. Las palabras de los sobrevivientes y rescatistas, así como los vídeos y fotos se quedan cortos al visitar lo que hoy queda de aquel reluciente municipio, que otrora fue la tercera población más grande del departamento opita.

En este punto me gustaría adicionar que la catástrofe fue muy fuerte en Armero, pero la memoria relegó en el olvido la historia de otros lugares donde las avalanchas que bajaron del Nevado dejaron una senda de destrucción a su paso. Lo ocurrido en municipios como Chinchiná (donde las víctimas también se cuentan por millares), Villamaría, Murillo y Santa Isabel no debería sernos ajeno.

Sobre la catástrofe muchas palabras se han escrito, aunque no las suficientes en la opinión de este escritor, sin embargo, lo sucedido antes, durante y después de esa penosa noche no es el centro del presente escrito. Muy por el contrario, es un llamado de atención a todos los colombianos.

Desde esa noche hasta la actualidad se han llevado un sinfín de comités, reuniones estratégicas y eventos, así como también se han destinado miles de millones para la creación de nuevos departamentos administrativos de índole nacional, departamental y local. Sin embargo, ha caído en el olvido la necesidad de trabajar con la comunidad y la realización de simulacros.

El último informe del servicio geológico colombiano ubica al Nevado del Ruiz en actividad volcánica Amarillo o Tipo III, lo que significa que en cualquier momento se puede generar una erupción en dicho volcán. Cabe aclarar que este no es un volcán que normalmente emane lava y flujos piroclásticos. Pero, es una amenaza grande debido a que los movimientos internos en su caldera, así como los movimientos telúricos permitirían grandes desprendimientos de su glaciar, lo que terminaría en la repetición del origen de la tragedia del 85.

Visitar los ríos que descienden del nevado del Ruiz es un constante riesgo, al igual que pasar los puentes que cruzan estos ríos. Para mitigar dichos riesgos, las mencionadas entidades, comités y reuniones han logrado, en 35 años, señalizarlos como lugares de riesgo. Lo anterior sin adjuntar un mapa hasta un sitio seguro, una sirena que se active en caso de emergencia o iluminación adecuada para la evacuación del lugar. Lo más cercano que se tiene a lo que debería ser un trabajo conjunto para evitar otra tragedia es una vieja valla informativa ubicada en la subida al Alto de Letras a la altura de Fresno en la orilla de la carretera.

Al ampliar el espectro la situación se pone, como dice el refrán, “color de hormiga”. El Nevado del Ruiz no es el único Volcán Nevado activo que amenaza con la vida de miles de colombianos. El Nevado del Huila es otro sistema volcánico que se encuentra en actividad volcánica tipo III, y de igual manera que el Ruiz, ha cobrado vidas humanas.

A pesar de no conocer el Volcán del Huila, he conversado con personas que lo han visitado en los últimos años. La conclusión es muy similar a la del Nevado del Ruiz. El servicio geológico colombiano tiene muy monitoreado los volcanes, las oficinas de prevención de riesgo a las que llegan sumas importantes de dinero siguen vigentes, pero allá, a los ríos, veredas, corregimientos y municipios donde la amenaza es inminente: nadie llega.

El llamado de atención, que prometí unas líneas antes, es que debemos evitar que esta tragedia, y otras, dejen de ocurrir en nuestro país. Colombia no cuenta con sistemas de alertas tempranas, tampoco tiene protocolos de evacuación, no se realizan simulacros – salvo el simulacro de terremotos -, tampoco hay forma de informarle a la ciudadanía el riesgo que corren ni cómo mitigarlo. La conclusión es que de la catástrofe del 85 en el Nevado del Ruiz Colombia aprendió mucho, pero aplicó poco.

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