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Colombia al borde del apagón

Así como la emergencia generada por el Covid-19 logró opacar grandes temas de la política nacional como la «Ñeñe política», el inconformismo nacional y la supuesta Gran Mesa Nacional de Conversación y otro sinfín de temas que se adelantaban; a la lista se suma ahora el continuo problema que sufre Colombia año tras año en las épocas de sequía: el riesgo de desabastecimiento y los apagones.

Mientras millones de colombianos pasaron los días del aislamiento obligatorio desde sus casas, muchos consumieron electricidad buscando cumplir su trabajo, ocupar el tiempo libre, entretenerse, el uso natural de electrodomésticos y la iluminación natural de cada uno de sus hogares. También ocurrió al tiempo una temporada mayoritariamente seca que terminó en la reducción de las reservas de agua de los embalses de Colombia.

Actualmente la tasa de reservas hídricas en los embalses de Colombia es de un 32,40%. Un número muy cercano a la cifra de hace 4 años cuando el Gobierno de Juan Manuel Santos ordenó el consumo responsable de electricidad a nivel nacional con la campaña “Apagar paga”. El panorama de las grandes centrales hidroeléctricas es bastante desolador.

No obstante, hay un “plan B”: Las termoeléctricas. El segundo plan de los colombianos es prender las calderas de las generadoras eléctricas que funcionan con carbón, que producen miles de toneladas de gases efecto invernadero, y que funcionan a un costo operativo mucho más alto en comparación con las hidroeléctricas.

Las termoeléctricas nacieron en Colombia después del “apagón” del ´91 (Cuando el nivel de los embalses era menor al 19%), y desde entonces año tras año, durante cada sequía se ponen a los hombros el consumo nacional de energía. Actualmente pueden producir 4 veces más la electricidad que están produciendo.

El Gobierno Nacional es consciente del problema que se tiene no a la vuelta de la esquina, sino respirándole en la nuca. Por eso la ministra de Minas y Energía no ha descartado la posibilidad de que el Estado intervenga el sector generador de energía, potencialice y aumente la producción eléctrica de la nación.

De todo esto quedan dos conclusiones evidentes. La primera en cuanto a la lentitud de la expansión en la producción energética de Colombia. Es increíble que año tras año el país esté caminando por este peligroso borde que significa la moderación en consumo. Y en cuanto a futuro muy cercano, la eventualidad de cortes en el suministro y posibles importaciones de electricidad.

Haciendo referencia a la primera conclusión, Colombia debe aprovechar su potencial hidrológico, no solo para hacer las grandes represas y embalses, como los que ya se tienen. Sino, para de manera innovadora y más ecológicamente sostenible, logre aumentar su producción.

El aumento de la producción energética debe ser una meta nacional, y toda la nación debe poner sus esfuerzos para alcanzarla. Con el acrecentamiento de la generación eléctrica tendríamos cómo soportar las temporadas de sequía; también habría cada día menos colombianos marginados del suministro eléctrico, al igual que se completaría el suministro a quienes lo tienen por hora; y finalmente, nos permitiría pensar en la exportación eléctrica, no a la región, sino a Estados Unidos.

Y respecto a la segunda conclusión, sobre los cortes en el suministro y las importaciones, recalcan dos cosas principales: Por un lado revive y demuestra nuevamente el error que significó vender empresas estatales como ISAGEN o la ESSA y todas las empresas electrificadoras del país; y por otro lado nos vuelve a hacer depender de la bien planeada infraestructura de generación eléctrica de países vecinos como Ecuador.

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