Cara o Sello

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La paz de Colombia y el fracaso de la propaganda

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Nadie se imaginó que el NO ganaría el domingo pasado, ni siquiera los que votamos por esa opción. Era difícil imaginarlo, después de todo, el Gobierno de Juan Manuel Santos gastó tanto dinero en propaganda por el SI –jamás sabremos la cifra real– que violó todas las reglas que pretendían mantener el equilibrio entre las dos campañas del plebiscito por la paz.

Hoy sabemos que, incluso, mucho de ese dinero se usó para financiar mentiras alrededor de la opción del SI: mentiras oficiales, mentiras de Estado, como, por ejemplo, la de que si ganaba el NO, volveríamos a “la guerra urbana”, lo que ya sabemos que es MENTIRA; la de que si ganaba el NO, las farc se retirarían de la mesa de negociaciones, lo que ya sabemos que es MENTIRA; la de que si ganaba el NO, nuestro país se convertiría en un Estado fallido, o algo así escuché, pero ya sabemos que eso también es MENTIRA.

Con esto no quiero decir que no hubo mentiras ni exageraciones por parte de los que se opusieron a la refrendación de los acuerdos, pero si comparamos la cantidad de propaganda que había en cada lado de la balanza, podemos afirmar que la campaña del SI tenía los medios suficientes para aplastar a sus opositores. Mediáticamente, por supuesto.

Lo triste de todo esto es que, después de los resultados del domingo, está claro que si la opción del NO hubiese salido derrotada, casi la mitad de los electores habrían sido, literalmente, ignorados. ¿Por qué? Sencillo, porque el Gobierno, victorioso, hubiese salido a decir, desde el hotel Tequendama, que la paz había ganado, por lo que no era necesario escuchar a los que piensan que el acuerdo no es bueno. Hoy, ese mismo Gobierno, ha recibido una bofetada que, si no los hace bajarse de la nube en la que están, probablemente nada lo haga.

El problema aquí es que toda esa propaganda estaba equivocada: La paz de Colombia no se reduce solamente a la paz con las farc; el acuerdo que se negoció, evidentemente, no es el mejor posible; y, los enemigos de la paz como el gobierno llamó a sus opositores durante 6 años, ni son sus enemigos, ni quieren la guerra, al contrario, lo que quieren es la paz.

Pero el Gobierno de esta nación prefirió concentrarse en los aplausos que venían del exterior y no en las críticas que se manifestaban en el interior del país. Aquí les importó más la foto con Ban Ki Moon o con Raúl Castro, que la foto con todos los colombianos, reconciliados alrededor de un acuerdo que pudo haber sido muy bueno. Como si se trátase de un cumpleaños de la reina Isabel II, el Gobierno celebró con aviones, desfiles y convocatoria a jefes de Estado y directores de importantes instituciones internacionales la victoria de unos acuerdos secretos y parcializados. 8 días muy temprano. Sin embargo, durante 6 años el Gobierno siempre llegó tarde para hablar con los colombianos y, en especial, con los que tenían dudas, miedos y reservas.

Hoy, los fanáticos del SI, se lamentan porque fuimos «la burla del sistema internacional», y probablemente sí lo seamos. Pero cómo les parece que a la gente de este país le interese más lo que digan por fuera que nuestra reconciliación ciudadana interior. Me parece que en Colombia tenemos las prioridades alteradas: la primera y fundamental razón para hacer la paz con este grupo armado es que los colombianos, todos, los 50 millones, podamos construir los cimientos para una verdadera Paz estable y duradera en un futuro cercano.

A pesar de todo esto el plebiscito le dio al Gobierno de Juan Manuel Santos, paradójicamente, la posibilidad de reivindicarse y salir victorioso. El triunfo del NO le dice al Presidente que la mitad del país está esperando que él demuestre grandeza en este momento, acepte las críticas y corrija lo que nos causa incomodidad. Que piense primero en los ciudadanos colombianos, de bien, que nunca hemos empuñado un arma para hacer valer nuestros derechos; y en las víctimas del conflicto, que son sin duda los mayores afectados; y que castigue, no con ira sino con benevolencia, a esos que durante 50 años se levantaron sin razón suficiente en contra del Estado democrático.

Los colombianos que queremos la paz, le hemos dado una segunda oportunidad a Juan Manuel Santos y le hemos comprado tiempo a nuestra amada Colombia, porque de nada sirve hacer unos acuerdos imperfectos si queremos tener, algún día, una paz perfecta, estable y duradera.

La paz de Colombia es de todos, de los del SI, de los del NO, y de los que no votaron. La paz de Colombia no se compra con propaganda ni con rancios caciques políticos regionales. El Presidente de Colombia no es el dueño de la paz ni, mucho menos, Timochenko. El día que alcancemos la paz con las farc, con el eln, con las bacrim y con nosotros mismos, ese día nos deberían dar el Nobel de Paz. Un premio para la paz del pueblo de Colombia que por fin habrá entendido que ni el odio ni las armas son la respuesta.

Julio Morales Daza

@JotaMorales

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