Cara o Sello

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El naufragio de la Izquierda en Latinoamérica

Hace unas semanas, ante el inminente desastre del Gobierno, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, nombró a su antecesor como su  nuevo jefe de gabinete, que en la práctica es un ministro, para frenar la investigación por corrupción que venía siendo adelantada en contra de Lula. En tal vez una de las maniobras más descaradas y fraudulentas –que por lo demás se entiende como una rendición– de la historia política del continente, la cuestionada jefa de Estado del país más grande de Suramérica sacaba a su amigo y padrino político de las manos de la justicia y lo envolvía con un manto de impunidad sin precedentes.

Fora Dilma

A pesar de los matices espectaculares que tiene la historia reciente de la política en Brasil, pareciera crearse una tendencia que se extiende por la mayor parte del continente. Desde aquella destitución de Fernando Lugo en Paraguay en 2012 hasta hoy, han caído de una u otra manera todos esos líderes de izquierda, las vacas sagradas latinoamericanas que hasta el sol de hoy eran intocables, por el abrazo todopoderoso del populismo, no del pueblo.

La estruendosa derrota del Frente para la Victoria en Argentina, que lo fue no por votos sino por el valor simbólico de que Cambiemos le arrebatara la presidencia a la Señora; una tarea titánica pero que al final resultó siendo exitosa y que se traduce en el increíble cambio de lo que era el Gobierno en ese país a lo que es ahora: una administración moderna y sin espectáculos dignos del realismo mágico que tanto vemos por estos lados. Ahora, lo que realmente preocupa es la cantidad de acusaciones que recaen sobre la ex presidente y que ya es algo prácticamente característico dentro de su grupo de mandatarios amigos: La misteriosa muerte del fiscal Nisman, el enriquecimiento exponencial de la familia presidencial desde hace 15 años y la sospecha del lavado de dólares por parte de personas cercanas CFK, por mencionar algunas.

Y ese es solo el caso de Argentina. En Bolivia ya Evo no va más, pero sale también en medio de escándalos como el de su hijo no reconocido. En Chile, Bachelet parece ya no contar con el  favor del pueblo como lo tenía en sus años de gloria. No hablemos de la situación de Nicolás en Venezuela porque aquí podríamos quedarnos para exponer lo absurdo que se ha vuelto la política en ese país, donde el poder del Presidente ha corrompido hasta lo incorruptible pero que, a la vez, se vislumbra una salida comandada por aquellos que desde el ámbito democrático se atreven a dar la pelea por lo que queda de país.

En Ecuador la cosa está extrañamente silenciosa. Quizás porque el vecino Rafael no quiere que le pase a él también lo que le está pasando a su club de amigos populistas, además en este momento la prioridad deben ser las víctimas del reciente terremoto y la restauración de las zonas afectadas. Uruguay ya salió de su momento de izquierda radical (aunque bien administrada) a una más medida, más prudente a la cabeza del presidente Tabaré Vásquez. Y, pues, Colombia, ya sabemos en que está Colombia; para alegría de unos o para el pesar de otros.

Ahora es el momento de un nuevo capítulo de esta novela de la Izquierda en Latinoamérica: por un lado, el circo que se ha desatado en Brasil por lo anteriormente expuesto, más el caso Lava Jato, más la búsqueda de la salida de la Presidente por la vía del Impeachment que parece avanzar sin problemas y que puede resultar en el ascenso del VP Temer a la primera magistratura, para el regocijo de la oposición que en este momento es amplia y aplanadora. Por otro lado, está el insólito caso de Perú, dónde en primer lugar Ollanta no goza de la más mínima aceptación popular –tal vez por la mediocridad de su mandato– y en segundo lugar Keiko Fujimori lidera las encuestas; lo que en principio no es un problema porque, como se dice, “los pecados del padre no son los pecados del hijo” pero basta recordar los años de presidencia del viejo Fujimori para pasar por alto ese refrán.

Mientras tanto, en Brasil siguen gritando “no habrá golpe” porque recordemos que dentro del diccionario del populismo y la izquierda ridícula de nuestra región, Golpe es una de sus palabras predilectas; así como Pueblo, Imperio, Neoliberal, entre otras. Lo triste es que no se dan cuenta que son las palabras Corrupción, Nepotismo, Clientelismo o Esquizofrenia las que están acabando con sus mandatos y las que le están arrebatando a Latinoamérica la oportunidad de brillar.

 

Por Julio Morales Daza

@JotaMorales

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Rápidamente:

1. Interesante el artículo de The Economist, titulado Unfunny money, sobre los dineros de los “pobrecitos” de las farc. Vale la pena leerlo:

http://www.economist.com/news/americas/21697008-government-may-never-get-its-hands-guerrillas-ill-gotten-gains-unfunny-money

2. A un año de la muerte de Gabo celebro que por lo menos puedan reposar en el país sus cenizas, en el Claustro de la Merced en Cartagena de Indias. Puede ser poco en comparación con su vasto legado, pero es lo suficiente para recordarnos lo grande que podemos ser los Colombianos.

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