DE TIERRA SANTA A TIERRA ARRASADA
“Hacer la apología de la violencia es criminal, condenar todas las violencias es hipocresía”. Jean Marie Domenach.
Hernando Llano Ángel.
Aquella tierra santa que recorrió hace más de dos mil años un predicador trashumante, andrajoso y maravilloso, entre divino y humano, proclamando la sacralidad de la vida, la superioridad del amor y la fraternidad sobre el odio y la enemistad, todo ello en virtud del poder redentor y reconciliador del perdón, es hoy tierra arrasada anegada en sangre. Una tierra arrasada por el fuego del odio y su disputa irracional entre dos pueblos hermanos, el árabe y el judío, cuyo origen común hoy reniegan sus líderes. Líderes criminalmente obsesionados en eliminarse, negándose mutuamente su condición de humanos con igual dignidad y derecho a su autodeterminación colectiva en una tierra históricamente habitada por ambos. En el origen de esta confrontación y degradación sin límites, donde la población civil palestina y judía es convertida en botín de guerra y carne de cañón, está presente la indolencia imperial británica y de las mismas Naciones Unidas que auspiciaron la creación del Estado de Israel en 1947 en territorio palestino, ignorando el rechazo de la población árabe a dicha decisión. Una decisión que ponía en riesgo su autodeterminación e igualdad política, como en efecto ha venido ocurriendo desde entonces conforme a los intereses geopolíticos de potencias imperiales. Tempranamente lo advirtió Hannah Arendt, el 25 de agosto de 1944, cuando escribió: “La política sionista de los últimos veinticinco años con respecto a los árabes podría pasar a la historia como un modelo de oportunismo” y agregó el siguiente comentario de un líder árabe: “Tengan mucho cuidado, señores sionistas, los gobiernos van y vienen, pero un pueblo permanece”. Aunque parece que la intensidad indiscriminada de los bombardeos ordenados por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, contra la población civil árabe en la franja de Gaza pretende desaparecerla, desconociendo criminalmente los principios del Derecho Internacional Humanitario (DIH) de distinción y proporcionalidad en el uso de la fuerza militar, como también la protección especial de los campos de refugiados.
La criminalidad del orden político internacional
Con la partición de Palestina y la creación del Estado de Israel, la comunidad internacional desconoció en la práctica el principio y derecho universal de la autodeterminación de los pueblos, “consagrado en la Carta de las Naciones Unidas, firmada el 26 de junio de 1945, en vigor desde el 24 de octubre del mismo año, que reconoce en su primer artículo el principio de «libre determinación de los pueblos», junto al de la «igualdad de derechos», como base del orden internacional”. Justamente el desconocimiento de este principio al pueblo palestino y la conversión del Estado Israelí como una potencia ocupante, se encuentra en el origen de la tierra arrasada en que está siendo convertida la franja de gaza y es sacrificada con sevicia la población civil árabe. Todo ello bajo el sofisma criminal y maniqueo de librar una guerra contra el terrorismo. Un terrorismo desplegado frecuentemente por el Estado Israelí durante casi medio siglo que supera con creces en violencia y destrucción el perpetrado brutalmente por Hamás el fin de semana pasado, que merece el repudio y la condena universal, igual que el del Estado Isarelí. Pues la verdad es que ambas partes incurren en actos terroristas porque están ensañadas en cobrar contra la población civil inerme lo que son incapaces de lograr contra sus enemigos en el campo de batalla. De allí, que la única forma de contener semejante espiral sanguinaria de inhumanidad sea exigirles por igual el cumplimiento del DIH. Hamás debe liberar inmediatamente a los rehenes, que utiliza como disuasión frente a los bombardeos indiscriminados del ejército israelí, así como Netanyahu y su ministro de defensa deben ordenar la suspensión de las operaciones de “limpieza social” y de “tierra arrasada”, que públicamente los revela y condena ante la conciencia universal como criminales de guerra y de lesa humanidad. Órdenes que los pone en igual condición que Putin y su ocupación de Ucrania, aunque la Corte Penal Internacional no tenga competencia para procesarlos, pues Israel y su aliado incondicional y estratégico, Estados Unidos, no reconocen ni hacen parte del Estatuto de Roma y la Corte Penal Internacional. Militarmente son Estados que de facto se ponen por fuera del Derecho Internacional Humanitario, como lo hace Estados Unidos con los prisioneros en la cárcel de Guantánamo. Son Estados facinerosos que se reclaman más allá de toda ley, como lo expresó el mismo Joseph Goebbels cuando compareció ante el Consejo de la Sociedad de Naciones en 1933. En nombre del Estado Nacional-Socialista alemán, atendiendo una queja formulada por un ciudadano judío, entonces respondió Goebbels lo siguiente: “Somos un Estado soberano y lo que ha dicho este individuo no nos concierne. Hacemos lo que queremos de nuestros socialistas, de nuestros pacifistas, de nuestros judíos, y no tenemos que soportar control alguno ni de la Humanidad, ni de la Sociedad de Naciones”. Sin duda, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, replica semejante desvarío pues hoy pretende bajo el pretexto del “estado de guerra” reclamar el respaldo unánime de sus ciudadanos y aliados internacionales para imponer un orden en la región basado en el terror del genocidio, la destrucción, el miedo y el odio. Por eso, sus anuncios sobre una guerra prolongada pueden desembocar en un enfrentamiento de consecuencias inimaginables con Irán, quien ya ha expresado su admiración por las acciones terroristas de Hamás y su solidaridad en la lucha actual contra Israel.
Tres voces judías lúcidas y proféticas todavía ignoradas
Frente a semejante oportunismo criminal de Netanyahu y sus incondicionales seguidores nacionales e internacionales, cabe recordar la lucidez y el valor de tres eminentes pensadores judíos: Albert Einstein, Hannah Arendt y Amos Oz, quienes advirtieron sobre el error y el horror de no reconocer política y estatalmente a los árabes en Palestina, como la única alternativa para evitar una espiral de guerras y venganzas interminables. Al respecto, Einstein escribió en su “Discurso sobre la construcción de Palestina” que: “Establecer una cooperación satisfactoria entre árabes y judíos no es problema inglés sino nuestro. Nosotros, es decir, judíos y árabes, nosotros mismos tenemos que ponernos de acuerdo respecto a las exigencias de ambos pueblos para una vida comunitaria”. Y proponía como ejemplo a Suiza “que representa un grado superior en el desarrollo del Estado precisamente porque está construida por varios grupos nacionales”. Por su parte Arendt, en 1948, en su artículo “Salvar la patria judía”, escribió que desconocer la presencia árabe en Palestina era una “realidad que ninguna decisión podía alterar” y de suceder conduciría a “establecer un Estado totalitario, impuesto por la fuerza bruta correspondiente”, que es lo que está haciendo hoy Netanyahu. Por eso, terminaba su escrito con 5 propuestas plenas de pertinencia, como las siguientes: 2- “La independencia de Palestina se puede alcanzar únicamente con una base sólida de cooperación judeo-árabe. Mientras se siga proclamando por parte de líderes judíos y árabes que “no hay puentes”, entre ambas comunidades (como ha manifestado Moshe Shertok), el territorio no puede ser entregado a la prudencia política de sus propios habitantes” y 5- “Un autogobierno local y consejos municipales y rurales judeo-árabes mixtos, a pequeña escala y tan numerosos como sea posible, constituyen las únicas medidas políticas realistas que pueden terminar haciendo posible la emancipación política de Palestina”, y culminaba con “Aún no es demasiado tarde”. Lamentablemente hoy si lo es. Por último, el escritor judío Amos Oz, fallecido hace cinco años y postulado al nobel de literatura en varias ocasiones, en su conocida conferencia “Sobre la naturaleza del fanatismo”, lo define como: “Una lucha entre los que piensan que la justicia, se entienda lo que se entienda por dicha palabra, es más importante que la vida y aquellos que, como nosotros, pensamos que la vida tiene prioridad sobre muchos otros valores, convicciones o credos. La actual crisis del mundo, en Oriente Próximo, o en Israel/Palestina, no es consecuencia de los valores del islam. No se debe a la mentalidad de los árabes como claman algunos racistas. En absoluto. Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo. Entre fanatismo y pluralismo. Entre fanatismo y tolerancia”. Y para superar ese fanatismo que hoy arrasa y devora a palestinos e israelíes los convoca a reconocer que: “En esencia la batalla entre judíos israelíes y árabes palestinos no es una guerra religiosa. Fundamentalmente, no es más que un conflicto territorial sobre la dolorosa cuestión ¿De quién es la tierra? Es fundamentalmente un conflicto entre derecho y derecho, entre dos reivindicaciones muy convincentes, muy poderosas, sobre el mismo pequeño país. Ni guerra religiosa, ni guerra de culturas, ni desacuerdo entre dos tradiciones. Simplemente una verdadera disputa estatal sobre quien es propietario de la casa. Y creo que puede resolverse”. “En 2015 afirmó que la supervivencia del Estado de Israel requiere la creación de un Estado Palestino independiente y que la coexistencia de ambos Estados es el camino hacia la paz en la región.
“No hay otra solución porque los palestinos no se van a ir, no tienen adónde. Los judíos israelíes tampoco nos vamos a ningún lugar, no tenemos adónde. No podemos ser una gran y alegre familia porque no somos una familia. Somos dos familias muy infelices. Debemos dividir la casa en dos apartamentos más pequeños. No hay otra opción.”
El maniqueísmo mortal de los fanáticos
Lo grave es que estas tres voces de ilustres judíos aún hoy no tienen resonancia alguna entre los fanáticos de ambos bandos trabados en guerra y, menos aún, entre millones de ciudadanos aturdidos por el miedo y confundidos por el dolor y el odio que propagan las noticias de una prensa sensacionalista, falta de rigor, sensibilidad y veracidad. Ya lo advertía Camus en 1951: “Cuanto mejor odian, más mienten. La prensa mundial, con algunas excepciones, no conoce hoy otra jerarquía. A falta de otra cosa, mi simpatía va hacia esos, escasos, que mienten menos porque odian mal”. Pero millones de fanáticos cada día odian más y proclaman en las redes sociales la superioridad moral de su propio bando, pues consideran que el otro es el terrorista y debe ser eliminado y exterminado para reafirmar así su identidad y pertenencia al bando de los justos y los buenos. El bando al que supuestamente le asiste el derecho, la verdad y la historia para eliminar a los malvados y exterminarlos del oriente próximo, como anuncia el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que hará en la franja de Gaza, disputando a Putin su liderazgo de terror y muerte en Ucrania.
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Hernando Llano Ángel
Abogado, Universidad Santiago de Cali. Magister en Estudios Políticos, Pontificia Universidad Javeriana Bogotá. PhD Ciencia Política, Universidad Complutense Madrid. Socio Fundación Foro Nacional por Colombia, Capítulo Suroccidente. Miembro de LA PAZ QUERIDA, capítulo Cali.