¿SEREMOS CAPACES DE CONVIVIR DEMOCRÁTICAMENTE? (Segunda parte)
Hernando Llano Ángel
Para convivir democráticamente tenemos que aprender a deliberar porque la democracia no es un dictado de un profesor, mucho menos el monólogo de un gobernante, ni la aclamación mayoritaria e incuestionable de un pueblo a su caudillo. Cuando esto sucede, la democracia empieza a morir, independientemente de si la ideología del gobernante o el caudillo es de derecha, centro o izquierda. Simplemente porque la democracia no se sustenta en consensos unánimes, sino en disensos pluralistas que hacen posibles acuerdos para la convivencia política y social. Por eso, la esencia de una Constitución democrática es que posibilita el acuerdo para estar en desacuerdo. Como lo repetía con frecuencia un elocuente vocero de la derecha, Álvaro Gómez Hurtado (Q.E.P.D), es “un acuerdo sobre lo fundamental”. Y lo fundamental es que se pueda deliberar, es decir, disentir sin correr el riesgo de morir y mucho menos incitar a matar. Algo que, lamentablemente, como Nación y sociedad todavía nos falta aprender. Por eso, Karl Popper alguna vez afirmó que, en democracia, en lugar de nosotros, morían nuestras ideas. Pero en nuestra realidad todos los días sucede lo contrario, son asesinados los portadores de ideas democráticas que defienden valores e intereses tan esenciales como la vida, la tierra, la salud pública y ambiental, la alimentación, en fin, el pan, la libertad, la justicia y la paz. Para ellos no fue posible la deliberación sino la eliminación. Desde la firma del Acuerdo de Paz, en 2016, “más de 1.000 defensores de derechos humanos y líderes sociales han sido asesinados, según la Defensoría del Pueblo de Colombia”, señaló Human Rights Watch en su informe mundial. A ellos, hay que sumar los miembros del partido Comunes que se desarmaron, desmovilizaron, empezaron a deliberar y fueron asesinados: “Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo de la Paz (Indepaz) desde 2016, cuando se firmó la paz entre el Gobierno colombiano y las FARC, han sido asesinados 349 desmovilizados”. Un panorama tan desolador como antidemocrático, que se ensombrece aún más, pues ahora corremos el riesgo de que la misma deliberación sea asesinada, eliminada por la obsesión de opositores y gobierno de no ceder en sus respectivas posiciones en el trámite de las reformas sociales en el Congreso. Empezando por la de la salud, pues todos sabemos que las EPS no son perfectas. Durante el pasado gobierno del presidente Duque, estuvieron en proceso de liquidación 14 y un indicador irrefutable de sus graves problemas de funcionamiento es el número de “peticiones, quejas, reclamos y denuncias registradas en el último año, las cuales ascendieron a 1.128.122, es decir, en promedio cada día la SuperSalud recibió 3.000 quejas por el servicio de salud de los colombianos. En los últimos cuatro años la SuperSalud ha atendido más de 7 millones de PQRD, un crecimiento significativo con relación al anterior cuatrienio, que fue de 3.1 millones, según el reporte de la entidad”. De manera que, por su ineficiencia y corrupción, recordar el escándalo de Saludcoop de Carlos Palacino, con el desvío de aproximadamente 400 mil millones de pesos por “mal uso del dinero de las Unidades de Pago por Capitación (UPC) y rentas parafiscales”, las EPS deben ser sustancialmente reformadas y no defendidas a ultranza, como lo hacen quienes derivan de ellas pingües ganancias y sus voceros en el Congreso. De otra parte, el gobierno, como sucede con su polémica transición energética, debe atender los argumentos técnicos que aconsejan un cambio progresivo y no disruptivo en la prestación de los servicios de salud a cargo de las EPS, para no dar un salto al vacío que nos precipite a un escenario catastrófico. Por todo ello, cito literalmente al maestro José Bernardo Toro y sus sabias consideraciones sobre lo que implica un auténtico proceso de deliberación, con la esperanza de que los congresistas las tengan en cuenta: “La deliberación se convierte en un valor social, cuando, frente a un conflicto: 1- las diferentes personas son capaces de poner en juego sus intereses. 2- Pueden expresarlos, sustentarlos y defenderlos con serenidad y transparencia 3- Buscan convencer a otros de la pertinencia de sus intereses, pero están dispuestos a dejarse convencer por la prioridad de otros intereses. 4- Aprenden a ceder y a recibir cesiones. Y 5- Entre todos, a partir de las diferencias, son capaces de construir bienes colectivos. La deliberación social es el instrumento de la democracia para construir los consensos sociales que son la base de la paz”. Solo agregaría que no hay que obsesionarse con la búsqueda de consensos, pues en esta materia como en la paz, ellos son imposibles de alcanzar, no se puede complacer a todas las partes en todas sus pretensiones. Lo que debemos buscar son acuerdos viables para la convivencia democrática con justicia social, salud y vida decente para todos. Entonces la paz será grande, pero no total, pues seguiremos resolviendo sin matarnos nuestras diferencias, infaltables e incurables enfermedades, hasta que nos llegue la hora de partir hacia una anhelada paz celestial, quizá total.
Hernando Llano Ángel
Abogado, Universidad Santiago de Cali. Magister en Estudios Políticos, Pontificia Universidad Javeriana Bogotá. PhD Ciencia Política, Universidad Complutense Madrid. Socio Fundación Foro Nacional por Colombia, Capítulo Suroccidente. Miembro de LA PAZ QUERIDA, capítulo Cali.