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Publicado el Hernando Llano Ángel

PETRO, ENTRE TRANSICIONES HISTÓRICAS Y TRANSACCIONES PRAGMÁTICAS

PETRO, ENTRE TRANSICIONES HISTÓRICAS Y TRANSACCIONES PRAGMÁTICAS

Hernando Llano Ángel.

Transcurridos un poco más de 80 días de Petro en la Presidencia y del Pacto Histórico en el Congreso, queda claro que durante estos cuatro años nos debatiremos entre transiciones históricas y transacciones pragmáticas, como fórmula de gobernabilidad predominante. Una fórmula que demandará a Petro un esfuerzo constante por conciliar sus obsesiones programáticas y trascendentales metas históricas, como la Transición Energética y la Paz Total, con enormes dosis de pragmatismo económico y social. Metas históricas imposibles de alcanzar en 4 años. Lo estamos viendo en sus transacciones de la reforma tributaria en el Congreso, cuyo objetivo de justicia tributaria cada vez se diluye y aleja más, pues ya retiró el impuesto a las pensiones de más de 10 millones de pesos mensuales, lo que constituye una claudicación vergonzosa. Pero solo así puede asegurar gobernabilidad, contener el miedo y el sabotaje de los defensores a ultranza del statu quo que, bajo el falaz argumento de la defensa de la democracia y el Estado de derecho, resguardan sus privilegios intocables. Petro asume, entonces, el riesgo de incumplir metas sociales, aumentar la impaciencia y la frustración popular, que incluso puede desembocar en oleadas esporádicas de protestas sociales violentas. Sin duda, tal es el mayor desafío que enfrenta todo gobernante que sea algo más que un simple administrador y contemporizador de la actual decadente y violenta cacocracia, sustentada en la simbiosis de la política con la criminalidad, la ilegalidad, la corrupción y la inequidad social. Para desmontar semejante entramado de privilegios económicos e intereses criminales, Petro y el Pacto Histórico están empeñados en el logro de la Paz Total. Una paz que pretenden alcanzar mediante la integración de la paz política con la paz social, que sería el producto de las reformas tributaria, agraria y laboral, sumadas a la paz ambiental con la transición energética y el eclipse progresivo del petróleo y el carbón. Recursos energéticos por ahora insustituibles, proveedores de cuantiosos ingresos fiscales que precisa el gobierno nacional para cumplir con las políticas y reformas sociales que contendrá el Plan Nacional de Desarrollo, avalado en los publicitados Diálogos Regionales Vinculantes. De allí, sus anuncios de nuevos contratos para la exploración petrolera y de gas, probablemente más exigentes en cuanto a la conservación del medio ambiente y el respeto al entorno de las comunidades afectadas, así como beneficiarios de un tratamiento tributario menos gravoso para estimular nuevas inversiones. De esta forma tratará de equilibrar, como un funámbulo en la cuerda floja de la gobernabilidad, sus proyectos de transición energética con el pragmatismo y el realismo que demanda el modelo energético extractivo predominante, insustituible en el corto plazo.

Petro ¿De gobernante a estadista?

Si Petro logra combinar e integrar sus metas de mediano y largo plazo, tanto en la búsqueda de la Paz Total como en la Transición Energética, no solo garantizará la gobernabilidad democrática durante su cuatrienio, sino que estará más cerca de alcanzar dichos objetivos históricos. Objetivos que le permitirían ir desmontando progresivamente este régimen electofáctico y su respectivo Estado cacocrático. De lograr semejante proeza histórica, Petro dejaría un legado de estadista a quienes lo sucedan, pues habrá sentado las bases para desarticular este entramado de patrones persistentes que prolonga hasta nuestros días un conflicto armado interno. Un conflicto que nos degrada y debería avergonzarnos a todos, especialmente a sus negacionistas y máximos responsables institucionales e ilegales, como bien lo demostró el Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición. Un entramado donde se entrecruzan y refuerzan factores persistentes que perpetúan el conflicto interno como la relación de la política con las armas, con el narcotráfico y con la corrupción administrativa, sumada a la codicia de conspicuos empresarios y banqueros, que forman el actual nudo gordiano de criminalidad, ingobernabilidad e impunidad. Un nudo que nos impide vivir dignamente y forjar una auténtica democracia, despojada de taras y atavismos culturales y políticos como el racismo, el clasismo, el machismo y la devastación de la naturaleza, que refuerzan cotidianamente esta frenética y absurda forma de vivir que condena a millones a la violencia social de la exclusión económica y a miles de colombianos y emigrantes a los confines de la criminalidad y la degradación de nuestro sistema carcelario. Para liberarnos de ese entramado, no solo se precisará audacia y prudencia del actual gobierno, sino también responsabilidad, paciencia, sacrificios y civilidad de toda la ciudadanía, sin dejarnos arrastrar por los promotores de la polarización y la confrontación violenta, que abundan en ambos extremos del espectro político. En la extrema derecha, exigiendo a la Paz Total una justicia draconiana imposible de alcanzar, pues de cumplirse también cobijaría a quienes fueron máximos responsables en el pasado del auge del paramilitarismo y la parapolítica, fenómenos todavía existentes al lado del narcotráfico, las Autodefensas Gaitanistas, el ELN, las disidencias de las Farc y la Nueva Marquetalia.  Y, en la extrema izquierda, a quienes exigen con impaciencia la paz con justicia social, presionando al gobierno actual a mayores y más radicales reformas, casi a realizar la revolución por decreto, como llamaba López Michelsen a las pretensiones de la desmovilizada Farc-Ep, que hoy desde el partido Comunes está comprometido con la democracia, no obstante haber sido asesinados 316 de sus miembros hasta el 13 de agosto de 2021, según el siguiente informe de la JEP, 115 de ellos en los departamentos del Valle del Cauca, Cauca y Nariño, nuestra martirizada región.

 

 

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