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Publicado el Hernando Llano Ángel

PETRO, ENTRE LA DESMESURA POLÍTICA, LA IMPACIENCIA POPULAR Y LA INTRANSIGENCIA ELITISTA.

PETRO, ENTRE LA DESMESURA POLÍTICA, LA IMPACIENCIA POPULAR Y LA INTRANSIGENCIA ELITISTA

Hernando Llano Ángel

Transcurrido casi un mes de su llegada a la Casa de Nariño, Petro se debate entre la desmesura política de sus numerosas propuestas democratizadoras, la impaciencia popular que ellas han desatado y la intransigencia elitista que se opone a las mismas. La sensación anímica que tiende a predominar en el ciudadano corriente, con frágil criterio de lo público, polarizado en forma oportunista por una oposición recalcitrante, es que la Presidencia le quedó grande a Petro. Desde ya, la intransigencia elitista apuesta por su rápido y rotundo fracaso, incluso celebran prematuramente el vaticinio de la hecatombe nacional que otrora proclamará el sub judice del Ubérrimo.  El “Centro Democrático” está dispuesto, como lo hiciera artera y maliciosamente en contra del plebiscito del Acuerdo de Paz, a seguir mintiendo y tergiversando la realidad, para que la gente “salga verraca” a la calle a protestar. De nuevo, pues, estamos entre el comienzo de una esperanzadora apertura democrática y su acelerado aborto preventivo, provocado por los mismos de siempre. Otra vez parecemos atrapados en el inconcluso y fatal pulso entre las elites de ese  “País Político que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder” y el  “País Nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político.  El país político tiene rutas distintas a las del país nacional.   ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!”, como lo advertía Gaitán el 20 de abril de 1946 en el Teatro Municipal. Han pasado 76 años y estamos peor, pues no ha cesado el desangre, ahora profundizado por la asociación criminal de la codicia del narcotráfico con la degradación de la rebelión. La emboscada y posterior asesinato de siete policías, acribillados en forma despiadada por supuestas disidencias de las Farc en San Luis, Huila, parece tener relación con la búsqueda “de una ruta de salida a la marihuana creepy y la cocaína que se produce en el norte de Cauca a través del departamento de Huila”, por parte del  “frente ‘Ismael Ruíz’, de las disidencias (con injerencia en Tolima) que es aliada a la columna móvil ‘Dagoberto Ramos’ (con injerencia en Cauca)”.

De la Paz Total a la Paz Pública

Ante este complejo entramado, la propuesta de “Paz Total” de Petro parece inalcanzable solo con el diálogo y la tregua multilateral. Dicha “paz total” requiere ser acotada de forma más realista, combinando seguramente todas las formas de lucha y de negociación. Pero especialmente precisando su foco, que no puede difuminarse en una supuesta “Paz total”, la cual seguramente solo existe más allá del mundo político y terrenal, en la esfera ultramundana de la espiritualidad y la eternidad. Es una paz metafísica, metapolítica, trascendental. Pero la que precisamos con urgencia es una paz terrenal, una paz pública inmanente, es decir, aquella que el Estado en su conjunto debe garantizar a toda la sociedad, desarticulando las organizaciones responsables de la criminalidad y la inseguridad. No conviene para la gobernabilidad democrática hacer propuestas desmesuradas como la “Paz Total”, pues son fácilmente deslegitimadas por la oposición y la ciudadanía cae en la incredulidad y la desesperanza ante emboscadas tan dolorosas y repudiables como la reciente de San Luis y probablemente muchas otras que vendrán, instigadas por la codicia ilimitada de organizaciones dedicadas al narcotráfico. Pero también hay otras propuestas del gobierno del Pacto Histórico que, no obstante sus buenas intenciones y sustento científico, como la teoría del decrecimiento de Serge Latouche, se pueden convertir en un búmeran contra el gobierno y su futuro Plan de Desarrollo Nacional. Aquí estamos en un punto de quiebre, como sucede también con las imperiosas y necesarias reformas para alcanzar justicia tributaria, laboral y agraria. No solo es una cuestión de prioridades, sino también de tiempo, expectativas y viabilidades.

Es urgente sincronizar los tiempos y no engañarnos

Tiempo que ya se agotó para ciertos sectores sociales marginados y numerosos trabajadores que llevan generaciones reclamando y esperando dichas reformas. Sin duda, el tiempo de las reformas sociales urgentes no está sincronizado con el tiempo de la gobernabilidad democrática, sujeta a los términos legales que impone la Constitución y la expedición de normas, además de los inciertos procesos de negociación y transacción entre las diversas fuerzas políticas, sociales y gremiales. De allí que gobernar para la izquierda con su horizonte de mayor justicia social, sostenibilidad ambiental y deliberación democrática resulte mucho más difícil y siempre correrá el riesgo de fracasar. Por eso, Chile se encuentra en ascuas con su referéndum constitucional de este domingo 4 de septiembre. Todo lo contrario, acontece con la derecha, cuya gobernabilidad se agota en la fórmula complaciente de satisfacer y proteger los intereses dominantes del Statu Quo, como lo hizo el expresidente Uribe al eliminar mediante la ley 789 de 2002 las horas dominicales y de festivos, extras y nocturnas de los trabajadores con la mentira de estimular la producción y el empleo. Una reforma que le robó 28 billones de pesos a los trabajadores desde el 2003 hasta el 2017, según la Escuela Nacional Sindical. Por ello, poco les importa a los gobernantes de la derecha la crisis climática, la desconocen y niegan de plano como Bolsonaro, Trump y sus aliados nacionales, con tal de aumentar el crecimiento de sus ganancias. Poco les importa las enfermedades y mayores costos para la salud pública de las bebidas azucaradas y los alimentos ultraprocesados, pues muchos de sus fabricantes aportaron generosamente dinero a sus campañas políticas. Y así sucesivamente. Ahora que el Pacto Histórico pretende restablecer dichos justos derechos laborales, todos los gremios ponen el grito en el cielo. Ni hablar de la reforma tributaria y el bloqueo de las grandes empresas y sus líderes gremiales, pretendiendo embaucar a la opinión ciudadana con falsos argumentos como confundir la tasa de tributación nominal con la efectiva. Al respecto, los investigadores Jairo Orlando Villabona y Carlos José Quimbay, en su estudio “Tasas efectivas del impuesto de renta para sectores de la economía colombiana entre el 2000 y el 2015, demuestran que “los más favorecidos fueron el sector financiero, $20.6 billones, y el sector bancario con 10.9 billones. Finalmente, con respecto a la deducción del IVA por inversión en activos fijos, el sector minería con $ 18 billones, y el sector comercio, con $11.2 billones, fueron los más favorecidos”. Es decir, 60.7 billones en gabelas tributarias en 15 años, y ahora se rasgan las vestiduras por la propuesta actual de recaudar $25 billones. En fin, si queremos vivir sabroso y que la dignidad se haga costumbre, no podemos dejarnos engañar, pero tampoco exigir ya lo inalcanzable, pues reformas como la agraria y la laboral no se hacen de la noche a la mañana. Si aspiramos a ser potencia mundial de la vida y líderes en la transición energética a favor del planeta, precisamos mayor responsabilidad personal y empresarial, pero sobre todo más investigación y trabajo de la inteligencia, no solo el decrecimiento de las economías del Norte rico. Si queremos mayor justicia tributaria, que empiece por casa, es decir, el Estado, y se fije un impuesto similar al que se propone a las pensiones de 10 o más millones de pesos en igual proporción para todos los servidores públicos con dichos sueldos. Para empezar, gravar a los congresistas, que deberían sentir vergüenza republicana por devengar más de 35 millones de pesos mensuales, especialmente los del Pacto Histórico. Con ironía y agudeza, el politólogo y maestro Giovanni Sartori, distinguió así a la izquierda de la derecha: “Izquierda es hacer el bien a los demás, derecha el bien para sí; izquierda es Kant, derecha es Bentham”. Sin duda, la izquierda auténtica hace prevalecer el interés general sobre el particular, esperemos que los congresistas del Pacto Histórico sean coherentes y no defrauden más a quienes dicen representar.

 

 

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