Calicanto

Publicado el Hernando Llano Ángel

El «País Político» contra el «País Nacional»

EL PAÍS POLÍTICO CONTRA EL PAÍS NACIONAL

Hernando Llano Ángel

La mayor paradoja de estos comicios es que nos están demostrando, una vez más, que los escrutinios y la Registraduría Nacional del Estado civil son la mayor amenaza institucional para la existencia y perdurabilidad de nuestra elogiada “democracia”. Ello sucede porque la mentira y la simulación son las señales distintivas y esenciales de nuestra realidad política. Por eso el Registrador Nacional, Alexander Vega, se autoproclama como ganador en las pasadas elecciones en medio de semejante fracaso. Algo comprensible en un hijo cuyo padre, Campo Elías Vega Goyeneche, fue condenado en el 2013 por el delito de corrupción del sufragante como cómplice. Simular y mentir son las claves del sistema político colombiano y de sus encumbrados voceros. Simulan en sus declaraciones y discursos oficiales que somos una democracia casi perfecta. Proclaman que tenemos una economía de mercado competitiva. Dos mentiras insostenibles. No es democrática una sociedad y menos un gobierno que contemporiza con el crimen y la violencia. En lo corrido del año han sido asesinados 41 líderes sociales y 9 reincorporados de las Farc-Ep, firmantes de la Paz, miembros del partido Comunes. Algo que no sucede ni siquiera en las dictaduras de Maduro y Ortega. ¿Qué sucedería si en lugar de anónimos líderes sociales hubiesen sido asesinados 41 líderes empresariales y 9 miembros de partidos como el Liberal, Conservador o Centro Democrático? Para completar tan dantesco cuadro “democrático”, Colombia registra hoy el mayor número de defensores del medio ambiente asesinados en el mundo, según este excelente documental de Fuerza Latina. Como si lo anterior fuera poco, durante este año se han cometido 25 masacres con un saldo de al menos 75 víctimas. Y ni hablar de una economía de mercado competitiva, cuando lo que predomina son los oligopolios y los conglomerados financieros cuyas utilidades en el 2021, en plena pandemia, superaron los 11.7 billones de pesos, junto a un mercado informal que condena al “48.2%  de los ocupados en 23 ciudades a empleos que no les garantizan aportes a la seguridad social”. Así las cosas, no es sorprendente que Gustavo Petro sea el candidato con la mayor votación en las consultas interpartidistas del pasado 13 de marzo. No hay que olvidar que Petro es políticamente hijo legítimo del fraude electoral del 19 de abril de 1970, que escamoteó el triunfo a la Alianza Nacional Popular, ANAPO, y al general Gustavo Rojas Pinilla. El entonces presidente Carlos Lleras Restrepo así lo reconoció en conversación privada con su jefe de prensa, Próspero Morales: “Próspero, esto se ha perdido. No hay nada que hacer, el general ha ganado. Si, de acuerdo con lo que me han informado, Rojas decide salir uniformado para iniciar una marcha por las principales avenidas con destino al palacio de San Carlos, temo que haya un levantamiento, una sublevación, con todas las atrocidades y derramamiento de sangre que de ella se pueda derivar. No puedo permitir por ningún motivo la toma del poder por la fuerza”. Entonces decretó el toque de queda a las ocho de la noche en toda la nación y amaneció ganando Misael Pastrana Borrero. Fraude que luego confirmó el ministro de gobierno, Carlos Augusto Noriega, el “tigrillo”, en su libro de 1988 “Fraude en las elecciones de Pastrana”, atribuyéndolo en principio a un “empleado de la Registraduría que de manera involuntaria accionó en la madrugada del 20 de abril de manera defectuosa una sumadora y le computó 30.000 votos más al doctor Pastrana”. Han transcurrido 52 años y parece que continúan sucediendo «errores» parecidos, según la debacle de los escrutinios del pasado 13 de marzo. Tal fraude engendró la guerrilla del M-19 en 1974 y su consigna de lucha: “Con el pueblo, con las armas, al poder”, donde Petro comenzó su andanzas político-militares. Hoy esa consigna parece estar a punto de trocarse en: “Petro, con el pueblo en las urnas, al poder”, según los resultados del 13 de marzo y la tendencia en los sondeos de opinión.

La falsa polarización

Pero contra ello no solo conspira la sospechosa incompetencia de la Registraduría, sino la falsa polarización y el ambiente de zozobra que están creando los profesionales de la manipulación, el miedo, los prejuicios, la ignorancia y el odio, junto a los mercaderes de la codicia con su intimidatoria “Cláusula Petro”. Según estos profetas de la “hecatombe nacional” estamos al borde del “fin de la democracia, la propiedad privada y la economía de mercado”. Exactamente como alertaban antes del plebiscito sobre el Acuerdo de Paz, vociferando que si se permitía a las FARC “hacer política con total impunidad” nos convertiríamos en Venezuela. Y nada de ello sucedió. Más bien sucedió todo lo contrario, ganó el NO, uno de sus promotores llegó a la Presidencia y durante el estallido social, desatado por su proyecto de reforma tributaria, vivimos como en Venezuela: con calles, carreteras bloqueadas, sin abastecimiento de víveres en las principales ciudades y con una violencia oficial y social que dejó más de 80 víctimas mortales, miles de heridos y una economía agónica. Irónicamente, fueron los protagonistas del NO quienes realizaron su profecía autocumplida. Todo ello sucede porque su forma de pensar y gobernar está muy lejos de ser políticamente democrática y muy cerca de ser plutocrática y cacocrática, es decir, de estar al servicio de los más ricos y los más corruptos. Para ello, empiezan por robarse, como diestros cacos, la confianza de los ciudadanos prometiendo en las elecciones lo que nunca harán en sus gobiernos: reformas económicas y sociales que generen prosperidad general y no solo enriquecimiento de élites codiciosas y criminales. Basta recordar Agro Ingreso Seguro] y Unión Temporal Centros Poblados, quizá los más cercanos. En realidad, nos han expropiado la democracia y la han convertido en una mercadocracia, sometiéndonos a la servidumbre del consumo, con los días sin IVA. Hemos extraviado, con nuestra indolencia y autocomplacencia, la soberanía y la libertad que es la esencia de la ciudadanía. Nuestra capacidad para cambiar este entramado y tramoya de complicidades entre “políticos” que no son más que testaferros de capitales y ganancias tanto legales como ilegales, AVALados por la banca, Odebrecht y el Ñeñe Hernández. Que ganan sus elecciones presidenciales apelando a coaliciones con grupos criminales, como Uribe con las AUC, o con acuerdos más o menos explícitos con la guerrilla, Pastrana con las Farc y la zona de distensión en el Caguán o Santos con el Acuerdo de Paz, que al menos logró la desmovilización de más de diez mil miembros de las Farc. Un Acuerdo que contiene, no está demás repetirlo, los mínimos de una democracia liberal: Reforma Rural Integral y respeto a la propiedad privada; Participación política sin armas; Representación política para las víctimas del conflicto armado; Solución al problema de las drogas ilícitas y Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de no repetición para las víctimas. Así las cosas, lo que está en juego en estas elecciones no es el fin de la democracia sino más bien la transición hacia una auténtica democracia, apenas su comienzo en clave ciudadana y popular.

País Político Vs País Nacional

Nada distinto a ese pulso histórico planteado hace más de 75 años por Gaitán entre el País Nacional y el País Político. Por eso hoy cada ciudadano debe tener conciencia a cuál de los dos países dará su voto. Si al País Político de siempre, al servicio de los intereses de pocos, es decir, las oligarquías o, por el contrario, al País Nacional naciente en función de los intereses de las mayorías, es decir, la democracia. Para ello, no solo debemos tener en cuenta las fórmulas presidenciales recién conformadas por Petro, Fajardo y Fico, sino especialmente sus ejecutorias como servidores públicos, sus relaciones y coaliciones políticas pasadas y presentes, su coherencia con la defensa de derechos, la legalidad o la promoción de privilegios. También sus políticas públicas contra la criminalidad organizada y la eficacia de las mismas en términos de impunidad, complicidad o desmantelamiento de dichas organizaciones en ciudades como Bogotá y Medellín, donde fueron alcaldes Petro, Fajardo y Fico. Además de las cuestiones centrales que están contempladas en sus respectivos programas de gobierno, pero especialmente la coherencia entre sus palabras y acciones, así como entre quienes los apoyan y los compromisos que adquieren con ellos, pues esto definirá la continuidad de este moribundo y corrupto País Político o el nacimiento y la identidad de un maltrecho y vital País Nacional. Un País Nacional que viene expresándose en su pluralidad, conflictividad y rebeldía en manifestaciones y protestas periódicas como el estallido social, pero clama y requiere urgentemente cauces institucionales que le posibiliten dignidad, justicia y prosperidad para una convivencia democrática y no la perdurabilidad de este régimen electofactico y cacocrático. Un País Nacional que precisa democratizadores antes que caudillos o salvadores de la gente. Democratizadores capaces de unir a las mayorías en torno a intereses vitales como la paz política y el desarrollo de una economía social de mercado, una economía no depredadora de nuestra portentosa biodiversidad, puesta al servicio del País Nacional. Una economía que posibilite el ejercicio de una ciudadanía autónoma, reacia a continuar siendo manipulada por el miedo o, peor aún, a vivir sumisa y dependiente a la espera de un supuesto gobernante providencial y paternalista que resolverá todas sus carencias con subsidios y paliativos coyunturales. Ya lo anunciaba Gaitán: “No creo en el destino mesiánico o providencial de los hombres. No creo que por grandes que sean las cualidades individuales, haya nadie capaz de lograr que sus pasiones, sus pensamientos o determinaciones sean la pasión, la determinación y el pensamiento del alma colectiva”. Porque la  democracia es esa alma colectiva hasta ahora acallada, un asunto de ejercicio permanente de ciudadanía que se pierde cuando se confía y delega totalmente en manos de unos pocos, los denominados políticos profesionales, que en su mayoría no representan ni agencian intereses generales sino particulares y oligárquicos. Por eso la consigna de Gaitán “el pueblo es superior a sus dirigentes”, en realidad significa que no hay democracia sin una ciudadanía activa y autónoma que se expresa, delibera y actúa desde sus organizaciones y no solo en época de elecciones. Tal es el desafío al que nos enfrentamos: forjamos entre todos una auténtica democracia o continuaremos sumidos, por lo menos otros cuatro años, en esta violenta y endémica cacocracia que desprecia a su gente y beneficia a sus «patrones» .

 

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