Calicanto

Publicado el Hernando Llano Ángel

NUESTRA CÍCLICA HISTORIA POLÍTICA Y CRIMINAL

NUESTRA CÍCLICA HISTORIA POLÍTICA Y CRIMINAL

Hernando Llano Ángel

Más allá de las teorías conspirativas sobre el golpe blando contra el presidente Gustavo Petro y la veracidad o falsedad de lo revelado por Armando Benedetti –cuya frustración a sus delirios y ambiciones políticas personales le ha cobrado al presidente Petro una factura política mucho más costosa e impagable que la pasada por Shakira a Pique con su canción “Pa’tipos como tú”—  conviene situar lo que sucede en el contexto de la política nacional para sopesar sus efectos inmediatos y en los siguientes tres años del gobierno del Pacto Histórico. Es una historia cíclica de la política y el crimen, que sume a sus protagonistas en un laberinto de ingobernabilidad con riegos de convertirse en una profunda crisis de legitimidad. Una crisis de consecuencias impredecibles si dichos protagonistas persisten en profundizar la confrontación, la manipulación y el maniqueísmo con fines oportunistas y electorales, en lugar de asumir sus responsabilidades en un escenario rodeado de corrupción y violencia que a todos los involucra en mayor o menor grado. Lo que está en juego es si la política puede contribuir a la convivencia ciudadana y la superación no violenta y devastadora de nuestros principales conflictos o, por el contrario, continuar profundizándolos y degradándolos ocultando su conversión en una red de complicidades entre sus protagonistas institucionales para favorecer intereses particulares e ilegales. En últimas, si somos capaces de construir o no un Estado democrático y dejar atrás esta institucionalidad cacocrática, donde la política y sus protagonistas están extraviados en un laberinto en el que es casi imposible discernir lo legal de lo ilegal y lo legítimo de lo ilegitimo, convirtiéndonos los ciudadanos en sus cómplices al elegirlos pensando solo en defender nuestros propios intereses, ya sea por ignorancia o indolencia frente a los bienes públicos y derechos universales como el trabajo, la salud, la seguridad social, la educación, la justicia, la propiedad, en fin, el ejercicio real de los derechos humanos, sin los cuales difícilmente podremos convivir en paz y decentemente.

Del 8.000 a la coprolalia del 15.000

Benedetti en los audios revelados por la revista Semana se consagra con su lenguaje procaz, el trato misógino e inadmisible contra Laura Sarabia, como el mejor intérprete en la política nacional de la coprolalia o «tendencia patológica a proferir obscenidades», superando con creces la sonora expresión del expresidente Álvaro Uribe: si lo veo le doy en la cara marica. Ese lenguaje y sus amenazas, usual entre muchos políticos y también altos funcionarios, como el exfiscal Néstor Humberto Martínez, hacen parte de una semántica propia de la política coprológica, antesala de la violencia política directa, pues no solo deslegitiman al adversario, sino que además promueve su total descrédito,  linchamiento moral y político en las redes sociales y medios de comunicación. Es un indicador preocupante de la degradación de la política y de nuestro propio lenguaje cotidiano, cada día más permeado por expresiones cercanas al mundo de la delincuencia y de los procesos judiciales. Ya es corriente escuchar en los noticieros y en todos los ámbitos, hasta en el deportivo, expresiones como: “Pep Guardiola, involucrado en el triunfo del Manchester City”, como si fuera un capo y no un entrenador. Ni hablar del mundo político: Mancuso involucra a Pastrana, Uribe y Serpa en el apoyo de las AUC a sus campañas presidenciales. Hasta en las noticias de farándula y de corazón se conjuga el verbo involucrar en tramas donde es imposible separar el amor del dinero, pues ahora “Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, como le canta Shakira a Piqué.

La matriz del delito en la política colombiana

Ya en la histórica declaración de Sitges de 1957, Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez Castro, se comprometieron con el siguiente solemne principio: “ninguno de los dos partidos tradicionales de Colombia acepta que el delito pueda ser utilizado para su incremento o preponderancia, como lo habían hecho con intensidad e impunidad ambos partidos durante la Violencia, sobre todo a partir de 1948 y hasta 1953. Sin embargo, 66 años después, ese sagrado principio, presupuesto de cualquier democracia real, no se ha cumplido plenamente. Por el contrario, la dinámica deletérea del narcotráfico ha permeado progresivamente la política y la sociedad, desatando procesos y escenarios impredecibles que oscilan entre la negociación con el Estado, su cooptación y confrontación violenta. Desde Gaviria en la constituyente hasta el presente, el narcotráfico ha gravitado en forma condicionante y determinante en la vida política nacional. Todos los expresidentes han enfrentado sus desafíos sin lograr su contención y desarticulación, porque son rehenes y promotores de la política del prohibicionismo, que es el origen de la plata y el plomo de los narcotraficantes, combinación mortal de metales que dinamiza y degrada a todos sus protagonistas. Con la plata los narcotraficantes financian las campañas políticas y con el plomo eliminan a los candidatos insobornables (Galán y Lara Bonilla), a los competidores en el mercado (AUC vs Farc; AGC vs ELN vs disidencias de las Farc) y entre ellos mismos (Escobar Vs los Rodríguez; disidencias de las Farc Vs ELN). Por eso el conflicto armado interno es un caleidoscopio donde el crimen y la política forman alianzas y figuras inimaginables e insospechadas. Desde el MAS, la política de sometimiento a la justicia, el proceso 8.000, el Plan Colombia, los PEPES, las AUC, la parapolítica, la reciente Ñeñepolítica que involucró gravemente la campaña presidencial de Iván Duque en el 2018 con la presunta financiación del narcotráfico por el «ganadero» José Guillermo Hernández y la narcotización de la guerrilla con todos sus atroces crímenes. Nadie escapa al poderoso Don Dinero blanco o blanqueado que, según Benedetti, parece haber jugado un papel decisivo en la costa caribe en las pasadas elecciones, como lo viene haciendo al menos desde 1982, según esta confesión del expresidente Alfonso López Michelsen en el libro “Palabras Pendientes, conversaciones con Enrique Santos Calderón”:

Se había realizado la convención de Medellín, que me había proclamado candidato para las elecciones presidenciales de 1982, y el jefe de nuestra campaña era Ernesto Samper. Estábamos en la capital de Antioquia y por la noche llegaron el senador Federico Estrada Vélez y Santiago Londoño a decirme que había un grupo de copartidarios que quería saludarme. Yo estaba de prisa, entré un momento y ni siquiera me senté. Les di la mano a unos tipos que no conocía. Después, en el curso de los episodios, descubrí que eran los Ochoa, Pablo Escobar y, probablemente Carlos Lehder y Rodríguez Gacha. Estuve un rato con ellos y después me salí. Samper se quedó en la reunión con Santiago Londoño, a quien le dieron un cheque por veintitrés o veinticinco millones de pesos, no recuerdo bien, cheque que no ingresó a la campaña sino al directorio liberal de Antioquia. Posteriormente, cuando terminaron las elecciones, en las que participaron como candidatos, además de mi persona, Belisario Betancur y Luis Carlos Galán, se nombró una comisión investigadora sobre el ingreso de los llamados dineros calientes a las campañas, comisión que absolvió de culpa a los tres grupos. Lo cual no resultaba muy afortunado, porque se examinaron las cuentas de Bogotá y, por ejemplo, las de Belisario funcionaban en Antioquia. Su tesorero era Diego Londoño, que después trabajó como gerente del metro de Medellín, y que tenía relaciones muy cercanas con Pablo Escobar. Hoy se encuentra preso. Pero, del otro lado, está también el caso de Rodrigo Lara Bonilla, que es aún más impresionante porque la mafia le metió un cheque que a la postre le costó la vida. (p. 142).

Tal episodio podría haberse repetido en Barranquilla con el supuesto ingreso de 15 mil millones de pesos a la campaña de Petro, según Benedetti, al parecer sin conocimiento del jefe de campaña, Ricardo Roa, como le sucedió a Rodrigo Lara Bonilla con el cheque fatal de Evaristo Porras. Y ahora para frustrar el programa reformista del Pacto Histórico de corte socialdemócrata, las fuerzas políticas del establecimiento han emprendido una despiadada campaña de deslegitimación en su contra, mucho más intensa que el 8.000 contra Samper, a fin de cuentas, un hombre del establecimiento. Una campaña que busca promover una especie de golpe de opinión para aniquilar su legitimidad e impedir su gobernabilidad, que Petro denomina un “golpe blando” y al cual ha respondido con el Estado de opinión en la calle. Como esto apenas comienza, ello será el tema de Calicanto de este fin de semana a partir del análisis del contenido del discurso de Petro ayer, su capacidad de convocatoria popular y los escenarios políticos de confrontación y transacción que se vayan configurado en el trámite de las reformas en el Congreso, junto a los avances o retrocesos de la Paz Total. Sin duda, serán días y meses cruciales, pues definirán no solo el resultado de las próximas elecciones regionales y locales en octubre, sino la suerte de varias generaciones.

PD: Recomiendo abrir los enlaces en rojo, para mejor comprensión del análisis.

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