(Articulo para EL PAÍS, el periódico global, edición América-Colombia, diciembre 30 2025)

Nada más urgente y vital para Colombia en este 2026 que comprometernos todos, como ciudadanía, con forjar una paz democrática, una paz querida, promovida y cuidada por todos. Una paz que sea mucho más que un armisticio, una tregua, un sometimiento a la justicia o incluso un solemne Acuerdo, como en 2016, entre actores armados y el Estado. Eso es lo que parcialmente hasta ahora hemos conocido, sin que se haya garantizado a todos los colombianos, especialmente a los líderes sociales y defensores de derechos humanos sus vidas y el ejercicio libre y no violento de la política, es decir, la democracia. Y esa paz se llama paz política, paz democrática porque nace de la deliberación, la participación y el consentimiento ciudadano, no solo del apaciguamiento transitorio o la desmovilización permanente de los actores armados. Es una paz fraguada en la deliberación, no en la manipulación de líderes políticos en trance electoral o ávidos de protagonismo histórico y vanidad personal, como hasta ahora los hemos conocido.

La Paz Democrática no se negocia

Es una paz como resultado de valores concertados, no tan solo de intereses negociados. Es decir, es una paz sustentada en el respeto, la promoción y garantía de los derechos humanos como expresión de la igual dignidad de todos, en lugar de esa otra paz negociada que defiende privilegios de cuna, el color de piel, intereses minoritarios, sean ellos empresariales, corporativos o sindicales, hegemonías regionales y hasta clientelas y empresas políticas, autodenominadas partidos, con líderes mesiánicos que se proclaman salvadores de la Patria. Esta última no es la paz política, mucho menos la democrática, sino la paz de los políticos y los mercaderes en beneficio de sus clientelas y promotores legales e ilegales. Por eso ahora en campaña muchos de ellos nos hablan más de seguridad y menos de paz porque están convencidos que ésta se agota en la defensa a ultranza del statu quo, la confianza inversionista, las rentas seguras y más ganancias para los mismos de siempre. Suena igual a la fábula conocida de los tres huevitos, solo que ahora pondrán énfasis, con absoluto cinismo, en la cohesión social y la fraternidad entre empresarios y trabajadores, la reconciliación y el abrazo entre todos los colombianos, porque unidos los ciudadanos de bien se impondrán sobre los del mal.

Sentido de la Paz Democrática

Por el contrario, la paz democrática recobra y defiende el sentido de lo público, del Estado Social de derecho, de la legalidad y de los intereses generales, en lugar de la apropiación y depredación partidista del presupuesto público mediante el clientelismo, las prebendas y la contratación corrupta con empresarios y organizaciones criminales. Como esto último es lo que ha predominado en nuestra política y el régimen –así lo llamó tardíamente y en forma oportunista Álvaro Gómez Hurtado– desde tiempos inmemoriales hasta el presente, la paz democrática es casi totalmente desconocida. Por eso hay que dotarla de sentido. No es redundante ni un pleonasmo, todo lo contrario, pues solo mediante el ejercicio responsable de la ciudadanía ella existe. Lo que nos sucede es que tenemos más millones de electores cautivos en redes clientelistas y prebendarías que ciudadanos libres y responsables. Con semejante déficit de ciudadanía es muy difícil forjar y menos consolidar una paz democrática. Pero como dice el refrán popular “querer es poder”.

La democracia es más que elecciones

Para empezar, no hay que confundir la democracia con las elecciones. Si ellas no son libres y se realizan en medio de la coacción y la violencia, el asesinato de precandidatos y candidatos, la intimidación y constreñimiento a los electores, la compraventa de votos, el famoso TLC (techo, ladrillos y cemento) y la financiación ilegal de las campañas, pues simplemente no hay democracia. En ese contexto siempre terminarán ganando los poderes de facto y no la ciudadanía. Se consolidará así un régimen político electofáctico y no uno democrático, bajo la mampara y la tramoya de las elecciones. Pero solo muchos años después, como ha sucedido desde Gaviria hasta hoy, sabremos al final de sus mandatos cómo y en cuánto han violado los topes de financiación en sus campañas políticas, quiénes han sido sus promotores legales e ilegales, las oscuras alianzas tejidas tras bastidores para ganar y también sus principales beneficiarios. Es una historia por todos conocida que vale la pena recordar: el magnicidio de Galán, el proceso 8.000, el preacuerdo electoral de Pastrana con las Farc para la segunda vuelta, el paramilitarismo y su apoyo a Uribe en las regiones que controlaban, Odebrecht con Santos, la Ñeñepolítica de Duque[i] y la violación de los topes electorales de la campaña de Petro y el Pacto Histórico[ii].

La Paz democrática es pública, no privada.

Valga la redundancia, la paz democrática es pública y de todos, con todos y para todos, no es una paz privada entre pocos y para su exclusivo beneficio, seguridad y prosperidad de sus personales negocios. Esa paz expropia a miles sus derechos y dignidad en nombre de la seguridad y la prosperidad de sus inversiones, empresas y fortunas. Quienes la promueven y afirman que la seguridad es el fundamento de la paz, olvidan la sentencia de un prudente pontífice que nos recuerda que “la seguridad de los ricos es la tranquilidad y dignidad de los pobres”. Y por lo general donde predomina el hambre y la negación de los derechos fundamentales más vitales como la salud, el empleo, la vivienda y educación no hay tranquilidad, mucho menos dignidad y legalidad. Tiende a predominar la zozobra, el crimen y la inseguridad. Como gravemente lo expresó Miguel Hernández en su poema “El Hambre”, en versión musicalizada por Serrat: “Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos donde la vida habita siniestramente sola. Reaparece la fiera, recobra sus instintos, sus patas erizadas, sus rencores, su cola”[iii].

La Paz democrática es Política

Lo cual significa que es una paz entre adversarios que se reconocen mutuamente sus intereses, valores e identidades, siempre en disputa y tensión, y por eso renuncian a imponerse sobre el otro como un enemigo a quien se le niega violentamente sus reivindicaciones, valores, derechos, intereses y hasta su identidad existencial. No se los deslegitima con epítetos desde la derecha llamándolos “mamertos” o desde la izquierda “paracos”. Por eso es una paz entretejida todos los días con argumentos, emociones y gestos, muchas veces contradictorios y antagónicos, pero sin llegar al extremo de la exclusión simbólica, luego violenta y hasta su aniquilamiento físico. Será una paz tanto más democrática y ciudadana cuanto más se sustente en la amabilidad y no en la pugnacidad. Y será tanto menos democrática cuanto más estimule la enemistad y la hostilidad. Más política y democrática si promueve la argumentación y la deliberación en busca de acuerdos y no la unanimidad de los consensos, que anulan el derecho a la pluralidad, el disentimiento y la oposición política, sin los cuales no hay vida democrática. En ese sentido es una paz deliberante, civilista y no beligerante, siempre conflictiva y abierta al debate, por eso es la quintaesencia de la política y de la democracia y puede denominarse propiamente Paz Democrática.

La Paz Democrática es conflictiva

Por eso quienes pretenden eliminar el conflicto mediante la violencia, ya sea en nombre de la seguridad y azuzan el miedo desde la derecha o reivindican con furia la justicia social desde la izquierda, son su principal amenaza y vale tenerlos en cuenta para las próximas elecciones. Pero también los partidarios del llamado centro político poco contribuyen a la paz democrática cuando estigmatizan la controversia y la consideran una polarización dañina, pues deliran con una reconciliación plena en una sociedad sin conflictos, que jamás existirá en este mundo terrenal y “valle de lágrimas”. Quizá por lo anterior muchos los consideran tibios, pues no son ni chicha ni limoná. Por el contrario, la Paz Democrática exige posturas radicales en la práctica y no solo en el discurso, como suele suceder en el centro político, a favor de los derechos humanos, el Estado Social de derecho, la justicia como igualdad de oportunidades, la defensa de la pluralidad, la sostenibilidad y protección de la biodiversidad, la vigencia del derecho internacional y no guardar silencio ante su violación imperial. Por todo ello es que la paz democrática es tan querida como desconocida y se encuentra amenazada en estos tiempos antidemocráticos que corren. Es un desafío ciudadano promoverla, defenderla y afianzarla durante todo el 2026, porque ya abundan candidatos y candidatas que nos quieren seducir con cantos de seguridad, patriotismo y fiereza para abusar de ella y sacrificarla de nuevo en campos de batalla. Ansían, sobre todo, tomar revancha desde el Estado contra sectores sociales que reivindican democráticamente sus derechos estigmatizándolos como “populistas”, “vagos”, “igualados” y hasta “comunistas”.


[i] https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%91e%C3%B1epol%C3%ADtica

[ii] https://www.infobae.com/colombia/2025/11/27/cne-sanciona-campana-petro-presidente-por-violacion-de-topes-electorales-y-financiacion-irregular/

[iii] https://jmserrat.com/project/el-hambre/

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