Calicanto

Publicado el Hernando Llano Ángel

Colombia Eliminada

COLOMBIA ELIMINADA

Hernando Llano Ángel

Entre la política y el fútbol existen muchas similitudes y algunas diferencias esenciales. Y entre estas elecciones y las eliminatorias al mundial de Catar hay muchas más. El común denominador es que ambas concitan la atención y el entusiasmo de las mayorías, nuestras efímeras alegrías y permanentes frustraciones. Es claro que en los días que corren tenemos más motivos para estar agobiados que satisfechos. Y quizá la razón de fondo es que nos mentimos alegremente en los dos campos de juego. Tanto en la arena política como en la cancha de fútbol. De un lado, los dirigentes políticos están empeñados en hacernos creer que vivimos, supuestamente, en la democracia más estable, profunda y sólida de Latinoamérica. Así como nos creemos el cuento de tener una de las mejores selecciones de fútbol del mundo. Ni lo uno, ni lo otro. Pues en lugar de democracia tenemos es una cacocracia, el gobierno de los que roban con astucia la confianza ciudadana y, salvo contadas excepciones, son profesionales impunes en desfalcar el Estado y gobernar solo para su hinchada, patrocinadores y financiadores nacionales e internacionales. Duque, con los generosos aportes de AVAL y Ñeñe Hernández. Santos con los de Odebrecht, para no hablar del más habilidoso y ambicioso jugador de todos, Álvaro Uribe, que ganó elecciones con el apoyo de grupos criminales como las AUC y anotó goles como Maradona, metiéndole la mano a un “articulito” de la Constitución con la ayuda de sus mediocampistas Sabas Pretelt y Diego Palacio. Mejor no hablar del pasado, donde sobresalen jugadores estelares como Carlos Lleras Restrepo, con su robo de las elecciones a Gustavo Rojas Pinilla y la ANAPO, que a la postre engendró un equipo ilegal, el M-19, con jugadas muy populares y una divisa revanchista y violenta: “Con el pueblo, con las armas, al poder”. Y, que ironía, hoy uno de sus jugadores, entonces casi adolescente, Gustavo Petro, aparece encabezando las encuestas para ser Presidente de la Nación. Esto acontece porque la mayoría de los políticos del establecimiento son unos mercenarios del interés general, pues se venden al mejor postor particular. Y, como buenos, cacos, se ufanan de ser virtuosos y honestos, cuando en realidad son unos cínicos desvergonzados, con contadísimas excepciones. Algo parecido nos sucede con la selección de fútbol, el único equipo que nos convoca a todos los colombianos y colombianas. Sin duda, como en la política, contamos con jugadores muy habilidosos, pero no tenemos equipo sino individualidades, estrellas fulgurantes que se eclipsan con la Selección. Y así nunca podremos ganar, cuando más exhibir talentos impotentes e irascibles, como James Rodríguez, pues resulta inconcebible que con goleadores en las mejores ligas del mundo la selección sea una nulidad en las eliminatorias. Lleva más de 7 partidos sin anotar un gol, 646 minutos. La respuesta, como en la política, es que no solo carecemos de un juego de equipo con metas nacionales, sino que tenemos al mando de la Nación y la Selección una pareja de incompetentes, solo preocupados por su figura y vanidad personal. Unos auténticos impostores al mando, que creen que gobernar una nación es hablar, hablar y hablar, sin anotar goles contra el hambre, la violencia y la corrupción. Sin anotar en el arco de los equipos contrarios, sin juego ofensivo y con disculpas cada vez más inadmisibles. Así las cosas, nunca clasificaremos en la política y menos en la democracia que es el juego mayor de una sociedad, el juego del poder que nos define desde la cuna hasta la tumba. Un juego donde todos debemos conservar la vida, la libertad y contar con iguales oportunidades para ganar en dignidad, prosperidad y sentido de convivir creadoramente, defendiendo y afirmando la vida pública sobre los intereses personales, partidistas, corporativos y empresariales. Pero en lugar de ello tenemos un juego sucio y deshonesto donde ganan las minorías y las mayorías son excluidas del campo de juego, donde físicamente son eliminados sus mejores jugadores: ya van asesinados 17 líderes sociales en este 2022; según la ONU el año pasado fueron asesinados 78 defensores de los derechos humanos y los opositores políticos empeñados en cambiar las reglas de un juego tan injusto como inhumano. Algo similar sucede con nuestra selección de fútbol, cuenta con figuras destacadas internacionalmente, pero carece de juego colectivo y un director técnico capaz de infundir entusiasmo, confianza y seguridad en el conjunto. Todo se deja en manos de individualidades y, como en la política, ello no es suficiente. Lo más importante se deja de lado. Ninguna sociedad y menos una clasificación a un mundial de fútbol puede depender de caudillos o estrellas goleadoras. Para derrotar la cacocracia que nos gobierna se precisan auténticos partidos políticos, no las maquinarias y las coaliciones de la depredación y el desfalco que tenemos. Más que electores, atrapados en las redes del clientelismo y el asistencialismo populista, precisamos ser ciudadanos responsables y conscientes, que no nos dejemos deslumbrar por supuestos salvadores incorruptibles o caudillos a diestra y siniestra que prometen ríos de miel y prosperidad. Porque clasificar y ganar en el juego democrático es mucho más difícil que ir a un mundial. Es un desafío colectivo que nos convoca a un trabajo de muchas generaciones capaces de reconocer la realidad en que vivimos, que despertemos del letargo y la ficción de vivir en esta pesadilla llamada democracia que todos los días profundiza la exclusión de millones de compatriotas y aniquila a sus mejores líderes en el campo de la política, las luchas sociales y la cultura. Solo entonces, con partidos políticos y movimientos sociales autónomos y transformadores, con garantías plenas para la vida de sus líderes y lideresas, podremos jugar todos y ganar los mejores en el campo democrático. No deja de ser una cruel ironía que el último partido de estas eliminatorias a Catar sea entre Colombia y Venezuela. Naciones donde sus presidentes reclaman a viva voz ser absolutamente legítimos y competentes, pero tienen a sus pueblos en fuga y son incapaces de garantizar la vida y la libertad a cientos de líderes populares y opositores. Colombia tiene más de 9 millones de víctimas del conflicto armado y cada día aumenta el número de población desplazada y de comunidades confinadas. Venezuela continúa expulsando a la migración más de 7 millones de personas que deambulan como espectros y fantasmas por todo el mundo. Solo nos falta que José Néstor Pekérman, un entrenador competente y de pocas palabras, que nos llevó a dos mundiales, pase su cuenta de cobro en la cancha a la corrupta e incompetente dirigencia del fútbol colombiano. Una dirigencia deportiva que se disputa con la elite política la clasificación al mundial de la corrupción, la ingratitud y la descortesía por la forma como despidió a Pekérman, más propia de los delincuentes de cuello blanco que de la autoproclamada “gente de bien”. Si nos gana Venezuela sería un triunfo poético de Pekérman y si derrotamos en las elecciones al Congreso el próximo 13 de marzo y el 29 de mayo por la Presidencia al clientelismo, la corrupción y la politiquería sería una revancha histórica del equipo de las mayorías del “País Nacional” contra las minorías del “País Político”. Quizá el comienzo de nuestra clasificación a la arena política de la gobernabilidad democrática y la salida del escorial cacocrático en que vivimos ultrajados y eliminados.

 

 

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