Burlaburlando

Publicado el donhumor

¡Dale, Señor, el descanso eterno al alma política de Iván!

muerte

En su breve vida pública el célebre ciudadano Iván Moreno Rojas acumuló méritos bastantes para que al final de ella le fuera otorgada una muerte política tranquila y digna de su linaje, como lo fue, en efecto, la que en estos días lo dejó q.e.p.d.: que en política descanse.

En el momento en que quedó políticamente tieso y listo para el entierro electoral, Iván, como ocurre siempre a todos los que optan por estirar la pata, se vio rodeado por el afecto y la admiración de su esposa y sus hijos, y la devoción de algunos de sus partidarios, por no llamarlos secuaces, pues no se ha de hablar mal de nadie en un momento tan fúnebre como éste.

Estuvieron de acuerdo todos ellos en que a Iván le fue segada su existencia política cuando el Consejo de Estado le retiró para siempre la dignidad de senador, que, creemos nosotros, era por desgracia la única que aún le quedaba.

Y también elogiaron en forma vehemente su recio espíritu de combate.

Pues, como todo el país lo sabe, Iván es un hombre ávido y sagaz, que entregó hasta el último aliento de dirigente librando una fiera y encarnizada lucha contra la honestidad pública.

En todo caso, fue un político íntegro: nunca permitió que su voluntad y sus energías se contagiaran de la pavorosa honestidad. Nunca.

Al contrario, antes que ceder terreno a una honestidad para la que no había sido educado, eligió buscar, en cambio, una muerte política de héroe, y hay que decir que en eso acertó y por fin la encontró.

No quepa duda de que el país no se restablecerá con facilidad de todo esto. Porque un Iván Moreno sin investidura significa una doble y casi irreparable pérdida nacional.

Pues, por un lado, la política pierde con él a un exponente…muy “vivo”.  Y la honestidad, por el otro, a un oponente…eficacísimo.

Y es seguro que Colombia toda jamás se resignará a contemplar a un Ivancito despojado de investidura. Era de ver la elegancia varonil que esa dignidad le confería en sus mejores días a él, y lo bien que ella armonizaba con sus apellidos ilustres, con el carrusel de la contratación y con el caudal abundante de sus votos.

Y era de ver también ese aire, ese aire de orgullo con que la investidura lo engalanó siempre y siempre lo destacó como senador y lo enalteció como político: ese aire de satisfacción de nuevo rico ilícito que exhibía en todas partes, ese aire de cobro del 10% de comisión por contrato público que incrementó en él su poder de compra.

Con todo, quedan interrogantes grandes por responder. Después de esta su primera muerte, ¿qué futuro le aguarda a Ivancito? ¿Su alma de político será castigada allá arriba con el terrible infierno de la honestidad?

Solo sabemos que en su próxima vida, que está comenzando, Iván tendrá la oportunidad de emprender un largo proceso de rehabilitación de su pasada vida de político, de alcalde y de senador.

Y también que, bien al contrario de lo que hasta ahora venía haciendo, va a tener que ganarse la arepa de cada día con el honesto y limpio y diario sudor de su frente.

Pues para que se sepa: para Iván Moreno no hay muerte política que por una vida honesta no venga.

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