Mucho se ha hablado en los últimos días del debate imposible entre Gustavo Petro e Iván Duque. En ese orden, porque el debate se lo quiere hacer Petro a Duque, y no al revés. Es lógico que así sea, es lógico que Duque no quiera arriesgarse (en este punto, solo tiene posibilidades de perder con un debate). Tal vez no sea democrático, ¿pero quién dijo que al uribismo le importa la democracia? No es lo mismo: le importa el poder.
De todos modos, creo que es válido preguntarse: el debate para qué. Si no se sabe para qué el poder, menos un debate. Menos a esta altura. ¿Qué tipo de persona cambiaría de opinión, de Petro a Duque o viceversa? Tal vez hubiese sido útil un debate de Petro al voto en blanco, pero esa es otra historia.
El cuestionamiento, la polémica, el debate, son conceptos más profundos que el simple enfrentamiento entre dos candidatos, esto parte del compromiso ciudadano en confrontar a los candidatos, lo cual lleva al papel de los medios de comunicación (radio y televisión, principalmente) en las campañas y la seriedad con la que afrontan este proceso. Ciertamente pobre, con contadas excepciones importantes de columnistas u opinadores. ¿Pero los entrevistadores? Qué es lo relevante de que, por ejemplo, a Duque le guste cantar con voz desgañitada Nirvana o Guns N’ Roses. Qué es lo importante, al final, de que Petro use Ferragamos, como si casi todo el mundo no quisiera usarlos, y como si no trabajara para hacer con su plata lo que se le dé la gana.
Parece que no se trata de la elección del presidente sino de un símbolo de la simpatía, como una reina de belleza. Es normal que así sea, pero en un país atestado de problemas, de interrogantes actuales e históricos, da resquemor ver que un profesional prefiera preguntar trivialidades de quiosco antes que, por ejemplo, qué piensa el candidato del papel de los partidos políticos en la actualidad. Aunque este ejemplo quizás exceda en aburrimiento al público de la FM, la W o de cualquiera.
Puede haber una explicación: de hecho, no se trata de elegir a un líder que sustente su legitimidad en la razón sino en su carisma, como el prototipo weberiano. O tal vez tenga otra explicación: tal vez se deba a la calidad de los candidatos. Y de los periodistas.
@VicentePerezG