Blog de notas

Publicado el Vicente Pérez

Profeta sin tierra

Juan Guaidó cumple el dicho de que nadie es profeta en su propia tierra. El Presidente de la Asamblea Nacional venezolana funge como presidente de iure en el exterior, y como aspirante a usurpador, de facto, en su propio país. Su poder es el mismo que el del Parlamento que él representa: apenas figurativo y nostálgico del orden democrático heredado por la Constitución chavista, hoy paradójicamente defendido por la oposición y abolido por el régimen de Nicolás Maduro.

Salió Guaidó de Venezuela a finales de enero con destino a Colombia, donde fue recibido con honores de jefe de Estado por el presidente Iván Duque, en un acto con tanta literalidad como poco honor: apenas un saludo a la bandera. Luego voló a Europa y estuvo en Suiza y España, donde no fue recibido como Presidente de Venezuela sino solo como Presidente del Parlamento, para luego regresar a este lado del Atlántico y asistir como invitado sorpresa al Discurso de la Unión del Presidente Trump, quien lo presentó ante los congresistas americanos como el legítimo presidente de Venezuela, en un momento en el que el hemiciclo se puso en pie y ovacionó al líder venezolano.

Sin embargo, todo correspondía a la pantomima del discurso. Un año después de que Guaidó anunciara su aspiración de poder en Venezuela, nadie cree en su capacidad real de conseguirlo. Su frustración es la misma de un pueblo tan poco acostumbrado a la democracia como a los esfuerzos que se requieren para sostenerla; por eso la gira internacional para recabar apoyos con el deseo implícito de lograr un aliado militar. Pero los únicos aliados de Guaidó son quienes lo inventaron: el ocurrente Presidente de Colombia y el atrabiliario Presidente americano, ambos jugadores de un juego ajeno al de Guaidó: el de los verdaderos jefes de Estado.

Flaco favor el que le han hecho. Iván Duque lo dejó en ridículo —y de pasó se sumó otro ridículo a su haber— cuando le pidió en extradición a la prófuga y excongresista colombiana Aída Merlano, nuevamente ante la mirada burlona de todo el mundo, que no se explicaba cómo Guaidó, quien no tiene ni el poder de mandar abrir el Palacio Federal, podría hacer uso de poderes presidenciales. Luego tuvo que hacer de comodín del vesánico Donald Trump, expuesto ante la escéptica bancada demócrata, que sabe que para Trump Guaidó es solo un dulce distractor.

Porque todos sabemos que el significado real de todos estos actos de peregrinación es lo que revela su negativo: la vigencia del poder de Nicolás Maduro, de quien no se espera por lo pronto que abandone el poder en Venezuela, y quien parece haber aprendido a lidiar con la orquesta internacional en su contra y ahora se ve distendido, elocuente y hasta de buen humor, porque ya ve cómo el “cerco diplomático” inventado por el —ocurrente— presidente Duque, ya le juega a este en su contra.

En febrero de 2019 Duque dijo que Nicolás Maduro tenía las horas contadas en el poder. En Twitter hay un bot (@BotHorasMaduro) que las cuenta sin cansancio: parece que el tiempo se le acaba a otro.

@VicentePerezG

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