Navidad, feliz navidad: esa fiesta —religiosa— que con tanta tradición celebramos, por estos días no deja de tener sus sinsabores. La tradición católica en Colombia —a despecho de la laicidad del Estado— está tanto en los villancicos, como en la llegada de los Reyes Magos, como en quedarnos callados ante las protestas de un grupo ultramontano para evitar que una persona de condición homosexual adopte.
Vaya, qué peligro con los niños, que puedan abusar de ellos, que los vuelvan maricas. No. Qué horror, ¿verdad? Qué peligro —dirán tal vez— que un hombre heterosexual adopte a una niña (siguiendo el ejemplo de H. Abad). No vaya a ser que abuse de ella. Qué horror.
Por alguna razón no dejamos de ser hipócritas y doblemoralistas. No sé por qué se prefiere que los niños crezcan en hogares de paso, sin saber de dónde son ni adónde van, a que tengan una familia, o un acudiente, o un respaldo, o un futuro. Porque no nos mintamos ante lo evidente: los colombianos que crecen en hogares de paso lastimosamente no tienen muchas posibilidades de progresar, de superarse. Aunque esto es de los colombianos en general, pero con ellos las esperanzas se reducen, pues no tenemos un Estado que responda por nosotros. No existe.
La Corte Constitucional le pasó el trabajo al Congreso para decidir si el hecho de que nos gusten o no las personas del mismo sexo sea razón para decidir si podemos amar a un niño, si lo podemos criar, si él pude tener una familia. Es como el juego de la papa caliente, quien se quemó fue el Congreso, digo, el Honorable Congreso, del que no mucho podemos esperar…
Volviendo a la navidad, tan querida con sus familias de pesebre, las noticias no dejan de transmitir familias de pesares: sin casa, sin enceres, sin agua, sin muchos motivos para celebrar, esto es: gente atropellada por el invierno, la época que casualmente coincide con la dulce navidad.
Estos días, al caminar por la calle y encontrarme uno de los millones de indigentes que hay en Colombia me pregunto cómo pasarán la navidad. O mejor, cómo verán desde el frío de las calles los carros con música, las casas decoradas, las cenas servidas. Lo pienso como una idea descabellada, claro, porque el mugre, los cartones en el piso y el olor a bóxer pueden sugerir que ellos son una subespecie humana.
No pretendo aguar fiestas, ni mostrar la navidad como un sinsentido, ni un lastre del catolicismo. Nunca Es una fiesta, que debe estar llena de alegría y de esas ocasiones que sólo los momentos especiales traen: el perdón, los recuerdos, las risas, etcétera.
Sólo pretendo que usted, amigo lector, en la nochebuena, cuando esté cenando, compartiendo, o celebrando (o no haciendo nada) recuerde que son muchas las tareas pendientes, y que con sinceridad podremos hablar de una feliz navidad cuando sea universal: cuando para todos sea feliz.
Feliz navidad les desea Criterio Incólume.
@VicentePerezG
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