Ya que las elecciones locales y regionales están a la vuelta de la esquina, para soportar las consabidas discusiones en las que de anticipado se sabe que nadie va a convencer a nadie, esto es, las discusiones sobre por quién se debe votar, necesitamos un poco de claridad conceptual que es extraña al uso ordinario del lenguaje político. Aquí hay un pequeño compendio útil de palabras cuyo uso se desaconseja. Si a pesar de lo anterior se insiste en usar estas expresiones, es mejor que se haga con los significados consignados a continuación.
De antemano, mi más sincero consejo es que no haga parte de esta insensatez que llaman proceso electoral (sic) y cada vez que se sienta atraído por él, vea una película o lea un libro (y el día de las elecciones asegúrese de estar bastante enguayabado para no ir a votar).
Analista político: normalmente se trata de un farsante, en especial si sale en televisión. Son teóricos sociales de días feriados y domingos que dicen más mentiras que los narradores de fútbol. Sin embargo, estos últimos hablan de algo un poco más serio.
Cultura ciudadana: todo lo contrario a lo que representa la Séptima peatonal.
Derechos de los animales: esta expresión es un imposible lógico. Si quiere seguir hablando así, mejor coma hongos alucinógenos —dicen que en Villa de Leyva se consiguen—.
Educación: la propuesta más cliché que puede tener un candidato. Se presenta como la solución a todos los problemas, cuando en realidad se deberían proponer controles a la natalidad y formas graduales de despoblación.
Estadísticas: se dice que Benjamín Disraeli decía acerca de ellas que «son la más depurada forma de decir mentiras». Él mismo comparte con Mark Twain la autoría apócrifa de esta otra: «hay tres tipos de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas».
Liberal: la verdad, a nadie le importa qué significa.
Paz: es un estado ideal, no real. Si se propone como algo realizable, es una farsa. Aun y con todo, la Constitución de Colombia dice que es un derecho y un deber (artículo 23). No sé cómo nos la seguimos tomando en serio.
Posconflicto: véase paz.
Voto de opinión: 1. Cortocircuito. Se refiere a los votos motivados por la libre elección, pero aquí nadie es libre de elegir ya que no se elige por querer sino por resignación —Sin embargo, no sé cómo hacen para estar dentro de la cabeza de los votantes y saber cuándo es libre y cuándo no. Seguramente quién vende su voto es más libre que el borrego que vota por convicción mamerta (y al menos el primero recibe algo)—. Imposible en Colombia. 2. Voto de doxa, contrario al voto de episteme. En ese sentido, todos los votos en Colombia son votos doxa —si no se sabe qué es doxa, con más razón nunca tendrá un voto episteme. (quien de verdad pueda tener un voto episteme no vota).
Samuel Moreno: ladrón convicto. Se le condenó a prisión a pesar de que él, pobre, ya venía condenado desde nacimiento por ser nieto de Rojas Pinilla. Exjefe de Clara López. Sin embargo, la deshonra del primero no se compara con la de la segunda: nieta refundida de López Pumarejo y Holguín Mallarino (este último, que nadie sabe quién es, también fue presidente).
@VicentePerezG