
Hoy es un día especial: Bogotá cumple 475 años y son miles los motivos para sentirnos orgullosos de la ciudad que nos acoge, ¡claro! a pesar de las dificultades que hemos afrontado en este y otros tiempos. Uno de los grandes regalos de la ciudad a sus ciudadanos y al mundo, es su amor por la bicicleta, que se remonta incluso antes de la creación de la ciclovía en 1975, con hitos importante como su ampliación en 1995 por Antanas Mockus o la creación de la red de ciclorrutas desde 1999 y los años recientes marcados por las múltiples iniciativas ciudadanas pro-bici.
Varios medios han citado a Bogotá como una de las ciudades más amigables para la bici, así nuestros visitantes de Amsterdam o Copenhague se impresionen por el reto que implica ser ciclista urbano en nuestra ciudad, tener que compartir las vías con conductores agresivos, grandes buses contaminantes e infraestructura deficiente en contraste al crecimiento del número de ciclistas. Creo que es eso lo que hace al ciclista urbano bogotano único, un ciclista que poco tiene que envidiarle a Joseph Gordon-Levitt en Premium Rush (Si aún no la han visto este es el trailer), un ciclista que a diario se arriesga entre habitantes que creen que el auto es el símbolo de status y poder que es más importante que la vida.
El ciclista urbano en Bogotá representa una mezcla de clases sociales, desde el legendario obrero que viene desde la Autopista Sur, toma la ciclorruta de la NQS hasta la Calle 100, como el ejecutivo que dejó el auto en casa para llegar al trabajo en bici por la ciclorruta de la Avenida 19; el ciclista urbano en Bogotá es aquel que no deja el impermeable en casa, pues algún día lo sorprenderá la repentina lluvia y ni siquiera eso lo detendrá, es aquel que aunque le falte la ciclorruta, está a la derecha sin temor al pesado vehículo que le pasa al lado, no se limita al domingo de ciclovía y es esa persona que siempre le alegrará ver a un ciclista más en la vía.
Bogotá no es sólo bici-amigable por su infraestructura (Deteriorada, incompleta, pero útil), ni por un gobierno, Bogotá es bici-amigable por su gente, por ese ciclista incansable que recorre de extremo a extremo la ciudad, por ese que le perdió el miedo a la noche, por las inicitativas ciudadanas que han motivado a nuevos ciclistas urbanos, lo es por aquellas tiendas y restaurantes que se animan a colocar un bicicletero frente a ellas, lo es por esa empresa que recibe con ánimo y no con vergüenza a los empleados que llegan en bici y sobre todo es bici-amigable por ese ciclista que es amable y ejemplar.
Esta entrada es un homenaje a esos ciudadanos que construyen una Bogotá amigable con la bici, en una ciudad que a pesar de todos los problemas le cumple a la bici.