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Votemos por la paz

EDITORIAL BAJO LA MANGA (@bajo_lamanga)

“Aquel que arrebata la libertad a otro es prisionero del odio, está encerrado tras los barrotes de los prejuicios y estrechez de miras. Nadie es realmente libre si arrebata al otro su libertad, del modo en que nadie es libre si su libertad es arrebatada. Tanto el opresor como el oprimido quedan privados de su humanidad”

Nelson Mandela

Colombia merece la paz. La ha buscado sí, pero no la ha encontrado, tal vez porque los medios para acercarse a ella no han sido, digamos, los más consecuentes. Los gobiernos no han priorizado las políticas educativas, sociales, económicas y culturales necesarias para encontrarla, y se han insertado en la lógica de no trabajar por el fondo, priorizando la forma. Y el individuo vendió su libertad en pequeñas cuotas diarias.

Hace más de 50 años estalló la violencia en Colombia. Las razones para su surgimiento y mantenimiento son muchas: desde el asesinato de Gaitán, el gobierno despótico de Laureano Gómez, la dictadura de Rojas Pinilla y la exclusión del Frente Nacional, hasta la desaprovechada Asamblea Nacional Constituyente por parte de los grupos armados, la irrupción del narcotráfico tanto en éstos como en los partidos políticos, los fracasos de los diálogos de paz y la priorización de la guerra como política de Estado.

En ese período de tiempo vimos morir colombianos en las más crueles situaciones, y nos fuimos acostumbrando a que el dolor de la guerra y la violencia no eran ya dolor; nos convencimos de que nuestra cotidianidad era esa, nuestro destino, una condena eterna con la que aprendimos a convivir.

Muerte, desaparición, secuestro, tortura, mutilación, violación, son palabras que escuchamos y pronunciamos constantemente, hacen parte de nuestra historia, esta historia reciente que nos ha afectado, de forma directa o indirecta, a todos y cada uno de los colombianos. Nos cansan, pero no del todo. ¿Estamos conformes?

Mario Vargas Llosa dice que la sed de absoluto es el fundamento de la condición humana, el querer más siempre será una opción, quizás un imperativo ético; debemos inventarnos varias vidas posibles. Libertad, confianza, diversidad, prosperidad y seguridad deben ser lo que estructure nuestra reconstrucción de la vida, la misma que pasó de ser derecho a privilegio.

Colombia, hay momentos que no podemos dejar pasar. Seguir dándole la espalda a la realidad generará que, cuando demos la vuelta, no habrá nada que nos represente, que nos reconozca, que sintamos propio.

Podremos pasar la página, no del todo, claro, pero empezaremos a vivir distinto, a luchar por otros fines más sublimes, porque la paz, estamos seguros, no se consigue aniquilando al otro como él me aniquiló a mí, se construye día a día, desde una noción individual que combata el egoísmo, reconozca la diversidad, priorice el diálogo y tenga como centro, y concepción más profunda, la libertad.

 

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