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Un mundo feliz

Por: Santiago Silva Jaramillo 

Hay pocas satisfacciones tan animales –es decir, naturales- y sin embargo tan dañinas en los seres humanos como el pesimismo. Ese ejercicio masoquista de pensar que todas las cosas están mal y que, a como dé lugar, tenderán a empeorar. Su universalidad no le quita su perversidad. El pesimismo suele ser la puerta de entrada a la parálisis o peor, la exageración y las decisiones draconianas –pocas personas tan peligrosas como aquellas que creen que el mundo se está cayendo a pedazos-.

Así como las personas, las sociedades pueden ser pesimistas; apegarse al caso porque todo va mal. Curiosamente, el pesimismo no solo es peligroso, sino, casi siempre, infundado.

Por ejemplo, el 52% de la población mundial estaba por debajo de la línea absoluta de la pobreza en 1981, ganando menos de 1,25 dólares diarios. En el 2010, de acuerdo al Banco Mundial, este porcentaje se había reducido al 21%. La tendencia es tan fuerte, que ni siquiera se ha visto afectada por el crecimiento demográfico desaforado en regiones pobres como el África Subsahariana, o por la crisis económica de finales de los noventa o el colapso financiero de 2008.

De igual forma, la expectativa de vida al nacer –importante por sí misma pero también una aproximación a la salud general de la población- ha crecido en seis años entre 1990 y 2010, según la OMS. Asimismo, la mortalidad infantil bajó de unos 61 casos por cada 1.000 nacimientos en 1990 a poco más de 30.

Incluso, estamos peleando menos guerras. Las muertes por cien mil habitantes causadas por combates en conflictos armados se ha reducido de una tasa de 20 en los años cuarenta del siglo pasado, y 10 en los años setenta, a menos de 5 en el 2000.  El número de conflictos entre países y dentro de los mismos también se ha reducido,  al igual que las pérdidas materiales por los conflictos, de acuerdo al Banco Mundial.

Y el colofón: el mundo es cada vez más democrático. Según el puntaje del índice Polity IV –que mide la prevalencia de la democracia en el mundo- el 2013 fue el año más democrático que haya conocido la historia reciente (el índice mide la relación autocracias-democracias desde el año 1810).

Suficientes razones para el optimismo, al menos para su alternativa más prudente. Por supuesto que nada de lo anterior quiere decir que los problemas de la sociedad actual no sean importantes, ni mucho menos, pero el ideal sería reconocer que sin perspectiva, las pequeñas tragedias cotidianas parecen tendencias y los grandes avances y los importantes logros que la humanidad ha conseguido en su historia se vuelven silencio en la ruidosa paranoia del día a día.

Y que el pesimismo facilista se siente cómodo en esa paranoia, la misma que desconoce que al final, el mundo no está a punto de caerse a pedazos.

 

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