EDITORIAL BAJO LA MANGA (@bajo_lamanga)
Qué más se puede decir. Alonso Salazar Jaramillo, exalcalde de Medellín recupera, digámoslo de alguna forma, su vida política luego de que el Consejo de Estado declarara la nulidad del fallo en el que la Procuraduría General de la Nación, en cabeza de Alejandro Ordóñez, lo había inhabilitado por 12 años por, supuestamente, haber participado en política, la misma política que esta institución utilizó en un fallo que nada de jurídico tenía.
Es claro el sesgo ideológico con el que el Procurador General ha enfrentado varios procesos que, revestidos de la suficiente artimaña jurídica, ha adelantado contra personas poco cercanas a sus ideas ultraconservadoras. El más reciente y nombrado es el caso Petro, que terminó el miércoles de la semana pasada con la destitución del alcalde de Bogotá y su inhabilidad por 15 años, en el que la saña de Ordóñez fue evidente, calificando de faltas gravísimas las cometidas por el mandatario en la implementación del nuevo modelo de aseo para la ciudad de Bogotá.
Petro se equivocó, sí, es claro; lo que resulta paradójico es que reciba una sanción mucho mayor que las impuestas a personajes como Juan Carlos Abadía quien, fue comprobado ya, participó en política a favor de Andrés Felipe Arias, y celebró indebidamente un contrato, junto con su secretario de salud, por 1000 millones de pesos para realizar cirugías bariátricas a personas sin cobertura de salud, recibiendo solo 10 años de inhabilidad. O una pena cercana a la de Francisco ‘Kiko’ Gómez, el polémico ex gobernador de La Guajira quien, además de tener acusaciones por narcotráfico, homicidio y colaboración con grupos paramilitares, situaciones que debe investigar Fiscalía, fue sancionado por la Procuraduría con 17 años de inhabilidad por irregularidades en la contratación de una empresa de vigilancia privada.
No entendemos a qué juega la Procuraduría. Es casi imposible comprender cómo evalúa sus sanciones, qué criterios más allá de lo jurídico tiene para condenar a alguien y para castigar con inhabilidades similares a personas que cometen un error en un contrato, participan en política o se roban literalmente los recursos del territorio que gobiernan, como Samuel Moreno, quien solo fue suspendido por 12 meses por el ‘carrusel de la contratación’. ¿Son iguales las faltas?
Alonso, quien hoy revive políticamente, algo que, sabemos, lo revitalizará emocionalmente, siempre ha sido políticamente incorrecto, cosa que es, tal vez, su valor agregado como mandatario. Lideró grandes proyectos dentro de su alcaldía, como la Clínica de la Mujer, que pretendía dignificar el tratamiento del género femenino, tan importante para su movimiento Compromiso Ciudadano, en materia de salud, voluntad que encontró innumerables resistencias de grupos conservadores como la Iglesia Católica y la misma Procuraduría, que veían en esta iniciativa la promoción expresa del aborto. Al final, el proyecto no se aprobó, perdieron las mujeres y la sociedad, y la institución de Ordóñez impuso su credo.
Tampoco salió bien librado cuando, dentro del marco de la legalidad, y como primera autoridad de policía, denunció las alianzas que ciertos candidatos al Concejo de Medellín y un candidato a la alcaldía tenían con algunos combos de la ciudad, hecho que los favorecía en tiempos de elecciones. La investigación y juzgamiento por su supuesta participación en política en el marco de la campaña a las elecciones locales en 2011 avanzó muy rápido, mientras que en la Fiscalía pareciera que se hubiesen muerto en el polvo de los anaqueles las revelaciones presentadas por Salazar.
Hoy, dos años después de largas discusiones jurídicas, el Consejo de Estado revive políticamente a Alonso, deja sin piso el fallo de la Procuraduría y manda, sin decirlo, varios mensajes claros: decir y sostener lo que se sabe y se piensa siempre tendrá su recompensa; los mandatarios no pueden callar frente a la corrupción y la violencia; y los sesgos y credos que desvirtúan la democracia, condescendientes con oscuros intereses privados no la tendrán tan fácil.
Revive Alonso, el políticamente incorrecto, el filosóficamente claro, el legal, el que llora cuando gana y con estoicismo recibe las derrotas. Nada raro sería verlo deliberando, argumentando con su estilo particular, dándose candela en la arena política, esa que conoce bien como investigador, periodista y como alcalde. Importante sería verlo compitiendo otra vez por un cargo de elección popular.
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