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Más allá del «derecho en los libros»

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¿Tiene sentido que los estudiantes de derecho deban ver cursos de sociología jurídica? ¿Por qué gastarle tiempo y esfuerzo a una temática que no es propiamente funcional al ejercicio del derecho? ¿No sería mejor dedicar esas energías al estudio de otras áreas del derecho, como el constitucional o el civil? No, esa no sería una mejor opción.

La formación en sociología jurídica es fundamental para los futuros abogados colombianos, y esto por una razón principal: el derecho en Colombia no es como lo pintan la Constitución Política, las leyes, los decretos, etc. Doy un ejemplo extremo: el artículo 11 de la Constitución señala que el “derecho a la vida es inviolable”, pero según datos del Grupo de Memoria Histórica, entre 1991 y 2012 ocurrieron más de 1.652 masacres en nuestro país. Este trágico ejemplo sirve para recordarnos que en Colombia hay una brecha grande entre la realidad social y el derecho que, en teoría, debe regular a la misma.

Esta brecha no puede ser entendida y estudiada desde la perspectiva interna de la dogmática jurídica, como la que se encuentra en los manuales de diferentes ramas del derecho; o desde la mirada filosófico-jurídica, que se centra en proponer modelos jurídico-normativos y en el análisis filosófico de la naturaleza del derecho.

No, para entender cómo opera el derecho en la realidad social debemos recurrir a los métodos de investigación de las ciencias sociales empíricas, como los desarrollados por la sociología y la ciencia política. Si, por ejemplo, queremos entender cómo funcionan las normas de acceso a la propiedad en zonas con presencia de actores armados ilegales, no basta con estudiar los diferentes modos de adquirir el dominio, tal como están enunciados en los tratados de derecho de los bienes. Del mismo modo, si nuestro propósito es averiguar la percepción que los habitantes de Medellín tienen del Estado, la vía más adecuada no es partirnos los sesos indagando por la manera en que el concepto de Estado ha sido entendido desde Maquiavelo hasta nuestros días. Más bien, en estos dos casos debemos –además de, por supuesto, estudiar las normas formales y la teoría respectiva– hacer un riguroso trabajo de campo que nos permita ir más allá del “derecho en los libros” y acercarnos al “derecho en acción”.

Solo mediante las herramientas de investigación empírica que brinda la sociología jurídica –y que comparte con otras ciencias sociales, como la ciencia política, la antropología, la economía, etc.– puede hacerse un análisis serio que permita comprender el complejo laboratorio social que es Colombia. De esta manera, podremos entender mejor fenómenos como la presencia diferenciada del Estado en el territorio colombiano, la pluralidad de órdenes jurídicos, la “paradoja colombiana” (estabilidad democrática e institucional coexistente con altos niveles de violencia), los usos simbólicos del derecho y el potencial tanto represivo como emancipador del derecho, entre muchos otros temas.

Para los abogados, es la sociología jurídica la que, citando a César Rodríguez Garavito, permite “abrir los ojos al mundo que está alrededor, estudiarlo empíricamente y tratar de desarrollar teorías críticas desde la realidad del Sur global, en diálogo con lo mejor que se hace en las ciencias sociales, el derecho y la teoría social alrededor del mundo”.

 

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