Por: MARCO FIDEL AGUDELO CANO (@canocanomarco)
“…hágase señor tu voluntad, aquí en la tierra como en el cielo”
Oración Cristiana
Espectros de la muerte: Dícese de un conjunto de individuos e instituciones que tienen como propósito robar al Estado, engañar a la ciudadanía, armar trampas para beneficio personal y delinquir. Definición expuesta en el último discurso pronunciado por el alcalde Gustavo Petro en el balcón del Palacio Liévano.
Sobre él y lo que ha pasado en torno a su destitución, la revocatoria, investigaciones, denuncia de carteles, sanciones e inhabilidades se pueden deducir varias cosas, entre ellas:
- En sólo unos pocos días, la institucionalidad capitalina se ha movilizado dando respuesta y claridades al proceso, acusando y salvando responsabilidades a ritmos desconocidos para la justicia en Colombia
- Fallos y sanciones, pruebas e investigaciones al orden del día. ¡La justicia soñada para este país!
- Marchas y protestas nacidas en el momento, participación plural, sin alteraciones del orden público
- Confusa y débil institucionalidad apoyada por el señor Presidente que no genera certezas: ¿A cuál institucionalidad se refiere? ¿A la que apoya al alcalde Petro o al procurador Ordoñez?, ¿La que respeta la Constitución o las decisiones administrativas de la procuraduría?, ¿La que respalda la permanencia del alcalde en sus funciones o la que le da poderes de destitución al ente de control? Peligroso juego del Presidente Santos, indeterminado como en otros momentos, a riesgo de que le cobren políticamente su pragmática ambivalencia.
En términos normativos, este caso ha abierto y bordeado múltiples situaciones a favor, en contra, de apoyo y rechazo y, aunque según encuestas, marchas y protestas, la mayoría de la ciudadanía está en contra de la destitución del alcalde, todo indica que se llevará a cabo demostrando que la relación ley-legalidad-legitimidad no operan ni de la mano ni en consecuencia todo el tiempo, pues hay leyes que amparan la ilegalidad, es decir que la permiten, la promueven y la ejercen.
Tal como están las cosas, estamos enredados en un leguleyismo. Asuntos de forma y no de fondo. Pesa más un procedimiento normativo que un dirigente honesto, y digo honesto porque, independiente de si uno está o no de acuerdo con Petro en su estilo para gobernar, en su pasado oscuro, peligroso y despreciable para muchos, en su programa de gobierno Bogotá Humana que privilegia a los excluidos poco rentables para el modelo económico que rige al país, Petro se mantiene como un personaje político que según los medios de comunicación, ongs, dirigentes políticos y organismos multilaterales ha combatido la corrupción y el delito en forma frontal.
Contrasta el hecho de no estar acusado hasta ahora de corrupto como algunos de sus antecesores en el cargo, con la calificación de irreverente y soberbio por congresistas, dirigentes gremiales y periodistas, al cuestionar e impugnar la decisión sancionatoria. Hasta nuestro candidato Presidente se pronunció el primer día de la sanción con semejante exabrupto apoyando tal decisión del Procurador, pronunciamiento que ha ido reversando con el pasar de los días, la presión de los gremios y la opinión pública, típico en él.
Y, ¿qué puede decirse de este caso que no se haya dicho ya?:
– Abre nuevas caras del derecho administrativo, al igual que la importancia de organismos internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos para el derecho en Colombia
– La confirmación de que los programas de gobierno requieren del consenso de los más pobres, pero en especial, de los más poderosos
– La enorme división entre el pensamiento progresista y el pensamiento retardatario en política
– La parcialidad en el manejo de la información en los medios de comunicación
– Ejercicio de derechos políticos y libertades ciudadanas que lentamente dan paso a la madurez y altura política para decidir y elegir
– Los cargos públicos que siguen siendo fortín político de grupos e individuos, poniendo de manifiesto nuevos asomos de la cooptación del Estado
– Devela una cultura que acepta las triquiñuelas antes que la decencia política y la justicia. “Un mínimo de corrupción sirve de lubricante que beneficia el funcionamiento de la máquina de la democracia” decía Winston Churchill.
En conclusión, es tan agotador ver a un procurador haciendo gala de su aburrida ortodoxia religiosa y sus poderes desmedidos, como al alcalde convocando y condicionando al Presidente, a negociadores de la Habana, ministros, trabajadores, estudiantes, comunidad LGBTI y sociedad civil bajo argumentos de control, castigo y sanción o en contraste, defensa de la democracia. “La posesión del poder daña inevitablemente el libre juicio de la razón” afirmó Kant en Sobre la paz perpetua (1795).
PD: Se avecina la contienda electoral y con ella, la estampida de los viejos vicios: trasteos, alteración de resultados electorales, compra y venta de votos. Todos los posibles fraudes serán de nuevo vividos, disfrutados y sufridos por los colombianos y otra vez, nuevos gobernantes.
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