Por: ALEXÁNDER BOLÍVAR (@alexbolivarf)
Desde hace algunos años en algunas ciudades de Colombia, la conciencia animalista, ese convencimiento de que los animales son importantes para nuestra sociedad y que merecen todo el respeto al igual que el cuidado para mejorar su calidad de vida, ha cambiado algunas costumbres dañinas para los animales, las cuales también lastimosamente son defendidas por algunos con la simple excusa de que estas son “patrimonio” o una “expresión cultural” con la que se identifican muchos colombianos. Claro está, que si vamos a decir que estas costumbres representan lo que es un colombiano, pues dejamos mucho qué desear.
Algunas cosas han ido cambiando, como las cabalgatas en la Feria de las flores de Medellín o en otra importante para el país como lo es la de Cali. También, cada vez es menos la gente que asiste a las ferias taurinas y cada vez más hay un mayor rechazo al tema al que me voy a referir hoy, los caballos cocheros que lamentablemente, al alcalde de Cartagena, poco le importa su bienestar.
En algunas ciudades de Colombia, por ejemplo en Medellín, hace un tiempo han ido cambiando esta tradición, que bien sea dicho, por el hecho de que algo sea tradicional no quiere decir que no pueda cambiar para mejorar, en este caso el bienestar de los animales. Pero en ciudades como Cartagena, donde esta tradición es vista como algo intocable y sagrado, que no se puede regular o cambiar, es cada vez más deplorable. Hemos visto caballos muertos de sed y cansancio caerse después de haber trabajado horas extras, al igual que el haber cargado un sobrepeso que el animal no está preparado para soportar. Se ha intentado “mejorar” la calidad de vida de los equinos pero todo esto ha sido inútil, pues los chocheros se “pasan por la galleta” estas regulaciones y el inepto alcalde Dionisio Vélez no ha hecho nada para hacerlas cumplir; se siguen desplomando caballos debido a desnutrición, exceso de trabajo, sobrecarga y un descuido general por parte de sus dueños.
Esta semana, cuando la Procuraduría Delegada para Asuntos Ambientales y Agrarios, le pidió al alcalde “adoptar las medidas transitorias y permanentes necesarias para garantizar la vida y el bienestar general de los equinos”, al igual que suspender este servicio mientras se tomaban las medidas, hubo un inmediato rechazo por parte de la Alcaldía, entonces seguramente seguiremos viendo esta tortura a estos caballos y el tema pasará desapercibido, pues para ellos la tradición está por encima.
¿Hasta cuándo en Colombia seguiremos defendiendo algo por el solo hecho de que sea tradicional? ¿Y por el hecho de que sea tal, no debe ser regulado? Ojalá esta tradición tan lamentable se acabara y hubiese otras formas de hacer turismo en Cartagena, y para los cocheros hubiera otra forma de trabajar que no sea torturando animales sin cuidado; pero mientras esto pasa, debemos exigirle al alcalde de esta ciudad que realmente adopte medidas para mejorar la salud de los caballos, al igual que sus condiciones de trabajo y el maltrato que muchos cocheros les dan.
PD: a propósito de los ataques esta semana en Israel y Palestina, aquí esta historia de Eduardo Galeano de su libro “Los hijos de los días”.
Mayo 14
La deuda ajena
En el día de hoy de 1948, nació el estado de Israel.
Pocos meses después, ya había más de ochocientos mil palestinos expulsados, y más de quinientas aldeas demolidas.
Esas aldeas, donde crecían los olivos, las higueras, los almendros y los árboles frutales, yacen sepultadas bajo las autopistas, los centros comerciales y los parques de diversiones. Son muertas sin nombre. El Comité de Nombres de las nuevas autoridades ha rebautizado el mapa.
Ya poca Palestina queda. La implacable devoración del mapa invoca títulos de propiedad, generosamente otorgados por la Biblia, y se justifica por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió.
La cacería de judíos fue, siempre, una costumbre europea; pero los palestinos pagan esa deuda ajena.
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