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Los 18 de Leopoldo

El pasado 18 de Agosto se cumplieron 18 meses desde el encarcelamiento del líder opositor venezolano Leopoldo López. Según sus captores, López debe responder por cargos que van desde el homicidio hasta terrorismo, acusaciones que como dijo en aquel video difundido pocos días antes de su entrega voluntaria a la justicia, hacen parte de una estrategia del gobierno madurista por machacar su apelo a la democracia y el derecho de todos los venezolanos a manifestarse.

No olvidemos que la captura de Leopoldo se dio en un contexto de tensión en la hermana y vecina nación, pues miles de personas se encontraban en las calles de las principales ciudades venezolanas exigiendo una solución a la situación de crisis, generada por la escasez, la inseguridad y la arbitrariedad.

El caso de Leopoldo es sin duda trágico no solo para Venezuela, sino también para América Latina. ¿Cómo es posible que en el continente se sigan tolerando presos políticos? ¿Cómo es posible que sea únicamente la sociedad civil y algunos organismos internacionales los que condenen este tipo de tratos? ¿No es acaso complacencia la que nuestros gobiernos están teniendo con aquel loco en Miraflores? ¿Qué pasaría si mañana somos nosotros?

Personalmente me preocupa mucho el concepto de solidaridad entre hermanos imperante en esta región, ¿qué ejemplo queremos dar a otras naciones? ; ¿qué pasará si al firmar un acuerdo de paz con la guerrilla, la siguiente orden sea encarcelar a todos sus disidentes?, ¿realmente estaremos en condiciones de pedir solidaridad por parte de otros Estados, cuando no podemos ni siquiera apartarnos de los juegos del chavista enloquecido y pedir respeto a sus contradictores?

No aspiro a cambiar la política internacional colombiana, tampoco la brasileña, boliviana o ecuatoriana, pero no pienso que sea correcto tolerar esta situación en un país vecino, donde tener 18 y ser ciudadano en ejercicio, signifique ir a las urnas para marcar entre un color rojo y uno blanco, pues las demás opciones, o están tras las rejas o se manifiestan desde el exilio.

Pienso igualmente y reitero, es cuestión de solidaridad y coherencia con los principios fundantes de las diferentes repúblicas latinoamericanas, trasmitir preocupación y procurar velar porque esto no suceda ni adentro, ni mucho menos fuera de las fronteras nacionales. Nos une una misma sangre que obliga a preocuparnos por el otro, unidad que no se ve en ningún continente del planeta y que por mucho, debería desechar cualquier tipo de complacencia omisiva por parte de nuestros Estados.

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