El programa La Luciérnaga de Caracol hizo eco esta semana de un estudio realizado en la Universidad Nacional en el que se demuestra que varias marcas de atún que se comercializan en Cartagena, y si extrapolamos un poco más en Colombia, sobrepasan los límites permitidos de mercurio en el alimento. El 34% de las muestras analizadas tienen concentraciones superiores a una parte por millón (1 ppm), que es el límite permitido por la legislación colombiana, un poco más permisiva que la Organización Mundial de la Salud quien recomienda no sobrepasar 0,5 ppm. Se podría pensar que estas son concentraciones pequeñas, pero si la legislación es tan contundente al respecto es porque está basada en la evidencia que muestra las devastadoras consecuencias del mercurio en nuestro organismo.
El mercurio es un metal pesado que podemos encontrar básicamente en tres formas: el mercurio elemental, el inorgánico cuando se une a otros elementos químicos para formar sales y el orgánico cuando se une a compuestos que tienen carbono en sus moléculas. Los tres son perjudiciales para el ser humano; la toxicidad depende de la cantidad, la presentación y el tiempo de exposición con el metal. Todos respiramos a diario pequeñísimas cantidades de mercurio provenientes de la naturaleza, que se encuentran en el aire y tierra. Sin embargo, el mercurio producido por las actividades del hombre ha aumentado su presencia en la vida cotidiana de algunos grupos de riesgo. Es el caso de los mineros o trabajadores industriales quienes pueden estar expuestos a vapores con el metal y sufrir intoxicaciones agudas tal como ocurrió en una fábrica de zinc en España hace poco causándoles náuseas, diarreas y posibles consecuencias en el futuro. La historia del Sombrerero Loco en Alicia en el País de las Maravillas tiene fundamento en la utilización de mercurio para la manufactura de sombreros en el siglo XVIII y XIX; los sombrereros al estar expuestos al metal sufrían síntomas neurológicos como la demencia. El mercurio en forma de sales también se utilizó hace cientos de años para tratar la sífilis con cierta efectividad; sin embargo el tratamiento fue suprimiéndose al ser evidentes los efectos secundarios mortales.
Pero, ¿por qué se mide y monitorea el mercurio en el atún?.
Cuando el metal desechado por las industrias va a parar a la tierra, las nubes y aguas puede unirse a compuestos orgánicos por reacciones químicas llevadas a cabo por bacterias y plancton entre otros. El más importante es el metilmercurio. El metilmercurio comienza su escalada por la cadena alimenticia cuando los peces pequeños ingieren el plancton que lo contiene. Posteriormente las pequeñas especies de peces con metilmercurio en sus organismos son ingeridos por los grandes depredadores del mar como el pez espada, el tiburón y el atún. Esto tiene un efecto acumulativo. Entre más peces con mercurio devoren los grandes depredadores, más mercurio tendrán en su propia carne. Es por esto que cuando peces como el atún se comercializan se deben guardar estrictas medidas para que la concentración de mercurio sea mínima. El problema que plantea el estudio de la Universidad Nacional es que dos de las tres marcas colombianas analizadas no sólo no cumplen con la normatividad vigente sino que sobrepasan hasta en un 50% más la concentración de mercurio establecida como límite lo que convierte al alimento en un potencial veneno si su consumo aumenta. Y de hecho es así; el estudio asevera que el consumo anual de latas de atún en el país es de 93.6 millones de unidades.
Ahora bien, ¿qué tan peligroso puede llegar a ser el mercurio en exceso en la alimentación?.
En 1956 en el poblado pesquero de Minamata, Japón comenzaron a aparecer extraños síntomas en varios habitantes de la región. Temblores, pérdida de la visión, alteraciones sensoriales, parálisis y posteriormente la muerte. Los animales también comenzaron a portarse de manera extraña y con signos similares. Los centenares de pacientes con la Enfermedad de Minamata fueron aislados y estudiados. Se encontraron en todos altísimas concentraciones de mercurio como también la fuente; la alimentación de la región se basa en la actividad pesquera. Una compañía industrial llamada Chisso que tenía sede en el poblado expulsaba desechos industriales con mercurio al oceáno. Se calcula que en total 81 toneladas de mercurio fueron desechadas. Hasta el 2001 se seguían contando víctimas del envenamiento que ha incluído a mujeres embarazadas y sus hijos con desordenes neurológicos irremediables. Los efectos pueden verse en el siguiente video publicado en YouTube.
El metilmercurio circula por la sangre, cruza la barrera hematoencefálica y se acumula en el sistema nervioso central por años lo que desencadena los signos. Aunque los daños pueden ser parcialmente reversibles dependiendo de la exposición en adultos, en los fetos y niños en general el daño es irreversible. Aún hoy en regiones de Japón se sigue consumiendo carne con elevados niveles de mercurio como los delfines y las ballenas; se han encontrado consumidores de estos animales con niveles de mercurio de 50 ppm, cantidad suficiente para causar daño en el sistema nervioso.
No voy a estigmatizar el consumo de atún. Son bien conocidas las propiedades benéficas de este alimento incluyendo la rica fuente de proteínas y ácidos grasos cardioprotectores. Sin embargo, es importante que la industria que supuestamente está siendo vigilada por los entes competentes sea realmente vigilada. Se desconocen las marcas de atún que están violando las normas, una de las causas de preocupación del periodismo, y debería serlo de todos nosotros. Aunque el comentario desafortunado de Natalia París sobre el pollo lleno de hormonas y el homosexualismo no tiene ningún fundamento científico hasta hoy, si queda un rastro de racionalidad cuando se pregunta: ¿qué nos estamos comiendo?.
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